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La fiesta en paz

A veces entran ganas de hacerse extranjero

Sanmao, extranjera por placer. Nosotros, por necesidad.

"Extranjera era la palabra que me definía a la perfección. Nunca me he sentido parte de ninguna mayoría, y a menudo tomo caminos diferentes de los que escogen los demás, y hago cosas que resultan difíciles de explicar al resto de la gente". Este es el autorretrato de Sanmao (1943-1991) en sus Diarios del Sáhara, un libro enorme construido a partir de una vida casi corriente. ¿Quién era Sanmao? Su auténtico nombre era Maoping Chen y nació en una familia acomodada en la China continental, aunque siendo niña emigró a Taiwán. El seudónimo con el que firma sus libros significa tres pelos.

A finales de los años sesenta se instaló en Madrid y se enamoró de un buzo español. Cuando su novio comenzó a trabajar en la empresa que explotaba los fosfatos saharauis, se fue a vivir con él a la entonces colonia española. Sus relatos cosecharon un sonado éxito en Asia, pero aquí, en el país cambiado en el que transcurren sus peripecias, Diarios del Sáhara lleva apenas unas semanas en las librerías. El fallecimiento de su enamorado en Canarias a causa de un accidente de buceo estuvo en el inicio de una vida trágica, que acabó en suicidio cuando tenía 47 años.

Sentirse extranjero en el mundo es propio de espíritus ultrasensibles. Sentirse extranjero en tu propia tierra puede ser genético o sobrevenir cuando la estupidez se apodera de la sociedad o de los líderes que la guían. Estas últimas semanas de tránsito de un año al otro se han sucedido las ocasiones en las que uno ha deseado ser expatriado de Mallorca.

Sucede cuando el presidente del Consell, Miquel Ensenyat, tiene la ocurrencia de rebautizar el aeropuerto de Son Sant Joan como Ramon Llull. Nuestro sabio merece mucho más que un lugar del que parten o al que llegan aviones. Por ejemplo, era digno de que durante el séptimo centenario de su muerte, el organismo que atesora las competencias en materia cultural se hubiese volcado en los actos. Sin embargo, su actuación no merece una nota que vaya más allá del cero.

Rebautizar plazas, calles o aeropuertos es signo de mediocridad política. Cambiar unas placas y hacerse la foto carece de mérito. Y encima no es original. Ensenyat se asemeja al faraón Ramses II, que hace ya 2.200 años dedicó buena parte de su vida a apropiarse de las obras de los demás para engrandecerse a sí mismo. El auténtico valor se demuestra construyendo políticas que, otro ejemplo, potencien la obra y la figura del beato mallorquín. Justo lo que no ha hecho el Consell a lo largo de 2016.

Cuando 100.000 personas se manifestaron contra el TIL en las calles de Palma no se oponían a la enseñanza del inglés. Bajo ningún concepto renunciaban a que los alumnos acaben sus estudios dominando la lengua del Imperio del siglo XX. Rechazaban de plano el método, los medios, el estilo y las razones de José Ramón Bauzá. Pero querían que sus hijos, nietos o sobrinos tuvieran un nivel de inglés más que suficiente con el que moverse sin problemas por el mundo y que les abriera su abanico de posibilidades profesionales.

Los actuales gestores de la Educación autonómica y los profesores no parecen haber entendido la segunda parte del mensaje. Se han limitado a quedarse en su zona de confort. Eso es lo que indican los datos sobre la evolución, o mejor estancamiento, de la presencia del inglés en las aulas de la escuela pública.

Uno también siente ganas de hacerse extranjero cuando aquellos que vienen a cambiar la política, los que se ofrecen como lo nuevo frente a lo caduco, usan los mismos métodos de exterminio político que lo partidos trasnochados. Grabaciones para ser utilizadas meses después, expediente preventivos, expulsiones... ¿Eso ofrecen los regeneradores de Podemos?

Mercedes Sosa sostenía que quien no cree en nada se vuelve "extranjero de la vida". No le falta razón. Sin embargo, resulta cada vez más complicado confiar en quienes representan lo colectivo. Los líderes de los pueblos pierden credibilidad a marchas forzadas. Quizás por eso gana espacio el individualismo feroz en lo económico y en lo social.

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