­El programa que desarrolla Projecte Home para tratar las adicciones alcohólicas en esta comunidad debe su nombre -Ítaca- a los propios usuarios de la terapia que con esta elección han querido resaltar, como sufrió Ulises en sus propias carnes, el arduo camino plagado de obstáculos que hay que sortear para poder declararse libre de la tiranía del alcohol.

Carlos y Andrea son dos de estos usuarios. Andrea, con cuatro meses de estancia ya en Projecte Home, todavía recuerda que "llegué en muy mal estado, me costaba incluso andar y casi ni podía ni hablar".

Con una enfermedad crónica que no combina bien con el alcohol, Andrea estaba descompensada y no podía ni sabía controlar su patología. Una circunstancia que se agravó al fallecer su madre, "a la que yo guardaba", revela. Este hecho puntual fue el que le arrojó de manera más compulsiva en brazos de su adicción.

"A los cuatro o cinco días de fallecer mi madre, mis propios hijos me sugirieron que viniera aquí a tratarme. Y desde entonces ya llevo aquí cuatro meses", explica.

Preguntada sobre si le da miedo salir y dejar esta especie de burbuja protectora y enfrentarse al omnipresente alcohol, sostiene que de ninguna manera: "El alcohol siempre está ahí, pero ya no me da miedo. ¡Tengo tanta ilusión y tantos proyectos en la cabeza! Me llenan mucho mis hijos y quiero recuperar todo el tiempo que he perdido con ellos".

La de Carlos es una historia más complicada. Tras una primera estancia en el programa Ítaca de seis meses, sufrió una recaída. "Ahora llevo tres meses y un día, entré de nuevo el pasado 6 de septiempre (esta conversación tuvo lugar el pasado miércoles). Y el próximo lunes salgo y vuelvo a Eivissa", confiesa esperanzado este salmantino de nacimiento e ibicenco de adopción, maestro de obras de profesión que trabajó primero en Hostelería para dedicarse después a la Construcción. "Cada día me levanto de la cama con una ilusión: Dejar el alcohol", proclama.

Agresividad

Una ilusión alimentada por sus últimas y desagradables experiencias con las bebidas espirituosas. "En los últimos tiempos, cada vez que bebía me salía la vena agresiva. Pegué a los policías, a los médicos que me intentaban atender, al personal de la ambulancia... A todo el mundo que se cruzaba por mi camino. Incluso agredí a mi propio hijo. Cuando consumes no sabes lo que haces. Me levantaba por las mañanas sin acordarme lo que había hecho la noche anterior, con la conciencia intranquila y con un sentimiento de vergüenza. Me levantaba asustado porque no sabía lo que había hecho", se sincera.

"Me estoy aferrando a lo que tengo, a mi familia. A mi mujer, a mis dos hijos y a mis cuatro nietos. Pero tengo que cambiar porque llega un momento en el que incluso ellos se cansan de ti", asume.

Andrea comparte con Carlos este sentimiento de culpabilidad y vergüenza que le inundaba, como una resaca, tras haber consumido alcohol. "Lo mal que lo he pasado y lo mal que lo he hecho pasar. Y la vergüenza que pasas", se lamenta.

Sobre sus planes para un futuro inmediato, Carlos apuesta por repetir su antigua colaboración con Cruz Roja y Cáritas: "Me gustaría colaborar con Cruz Roja o alguna otra organización benéfica realizando alguna labor de voluntariado. Ya estoy prejubilado y las veinticuatro horas del día resultan difíciles de llenar. Además, me gustaría hacer algo que me llene y que me reconforte. Y ayudar a los demás siempre resulta gratificante".

Por su parte, Andrea aspira a encontrar un buen trabajo una vez que obtenga el alta: "Un buen trabajo y poder estudiar algo, que en su momento no pude y ahora tengo esa ilusión".

Aparte de Carlos y Andrea, Tomeu Català y Carmen Jiménez no se olvidan de otro usuario del programa Ítaca que llegó a los 55 años en un estado deplorable después de haber deambulado por media España desde los 14, cuando su padrastro le echó de casa. Con él hicieron una excepción y le buscaron un empleo en una empresa de las islas en la que le han impelido a que no trabaje tanto, que se tome las cosas con más tranquilidad. Hoy en día comprueba con sorpresa cómo los euros se van acumulando en su cuenta corriente. Aún duerme en la sede de Projectre Home y ya solo le queda el paso de alquilar una casa para empezar una nueva vida vacía de alcohol y llena de esperanza.