Era el año 2000 y Francesc Antich acababa de llegar al Govern de Balears con el primer Pacto de Progreso. En febrero de ese año se acabaron las obras del Casal Balear en Cuba tras varios años de reformas de un caserón que había sido donado y que el Govern sufragó. Una delegación balear fue a La Habana para su inauguración. Semanas antes habían realizado gestiones desde el Consolat para ser recibidos por Fidel Castro, pero no habían obtenido ninguna respuesta.

Antich y su comitiva llegaron a La Habana y tuvieron la oportunidad de visitar a varios ministros. Estuvieron acompañados por representantes de las cadenas hoteleras, pero ya habían perdido la esperanza de encontrarse con Castro.

Sobre las 10 de la noche, cuando todos los miembros del Govern ya estaban descansando en el hotel, llegaron varios policías con sirenas y les comunicaron: “El Comandante en Jefe les recibirá en media hora”. Era el mismísimo Fidel Castro que quería hablar con el recien nombrado primer president de izquierdas que tenía Balears.

Tuvieron que vestirse y prepararse rápidamente para no llegar tarde a la audiencia con la máxima autoridad cubana. Atravesaron las calles de La Habana a toda velocidad con los destartalados vehículos que circulan por la capital cubana. El objetivo era llegar cuanto antes al Palacio de la Revolución donde les esperaba el mismísimo Fidel Castro.

La delegación del Govern de Balears, encabezada por un Antich recién nombrado president después de décadas de mandato del PP, creía que sería una audiencia breve y en cuestión de media hora volverían al hotel para descansar. El día siguiente tenían que seguir con su periplo por las diferentes casas de Balears de la isla caribeña. Pero nada más lejos de la realidad. Castro, al igual que con sus eternos discursos, no escatimó tiempo a la hora de atender a los isleños. Estuvieron con el Comandante desde las 22:30 horas y hasta las 4:00 horas de la madrugada. Antich, que habitualmente es parco en palabras, aguantó seis horas a Fidel Castro.

Algunos de los integrantes de la comitiva del Govern, entre los que estaban el conseller de Economía Joan Mesquida, el jefe de gabinete de Antich o el entonces director general de Comunicación Jordi Bayona, recuerdan algunas anécdotas muy curiosas de las conversaciones que mantuvieron con Fidel Castro.

“¿Cuántos dólares cuesta un pollo en Mallorca?”, les preguntó. Tuvieron que hacer un ejercicio matemático para poder contestar, ya que entonces todavía existía la peseta. Al cambio, un pollo costaba unos dos dólares en los mercados mallorquines. Al conocer la respuesta, el Comandante les hizo toda una disertación del sistema económico cubano donde la conclusión final era que era mucho mejor que el mallorquín, ya que un pollo en La Habana no llegaba ni a medio dólar. Con este tipo de preguntas estuvieron seis horas en el Palacio de la Revolución.

Al día siguiente tenían que inaugurar la nueva Casa Balear en Cuba y se tuvieron que colocar los muebles por la vía de urgencia. Resulta que se envió el mobiliario desde Mallorca y se sabe que arribó al puerto de La Habana. Sin embargo, los muebles nunca llegaron a la Casa Balear. Tuvieron que volver a comprarlos.