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La fiesta en paz

Podemos ya es un partido como Dios manda

Xelo Huertas sufre la maldición de la presidencia. Manu Mielniezuk

Los partidos que representan al 80,58% del electorado balear están abiertos en canal. Podemos acaba de sumarse con entusiasmo y potencia propios de su juventud a las guerras intestinas que hasta ahora azotaban a PP y PSOE. Los populares isleños llevan quince meses con una gestora digitada. Los socialistas están en el punto de mira de Susana Díaz y sus huestes. El partido morado acaba de protagonizar un striptease en el que ha mostrado sus vergüenzas.

Enhorabuena, progresan más que adecuadamente para convertirse en un partido como Dios manda, con sus divisiones, sus intrigas y sus pecados, de momento solo veniales.

Cinco pruebas facilitadas por los protagonistas de la crisis interna demuestran que el proyecto de Pablo Iglesias madura más rápido de lo que muchos de sus simpatizantes desearían.

Primera. Ya tienen su tráfico de influencias. Como los socialistas en los remotos tiempos de Alfonso y Juan Guerra. Cuando aún mantenían encendida la llama de la ilusión de sus votantes, el hermanísimo del todopoderoso vicepresidente del Gobierno se dedicaba a "solucionar problemas" entre cafelito y cafelito. O como la lejana Alianza Popular de Cañellas, cuando el lema "aquí nos conocemos todos" justificaba la concesión de contratos a amigos y familiares. Podemos tiene a su Bachiller y sus diputadas afines que negocian los presupuestos de todos con el ojo puesto en los fondos del laboratorio del investigador. No lo decimos los periodistas, lo asegura el expediente sancionador abierto por el propio partido.

Segunda prueba. Como en todo partido que se precie, está plenamente vigente el lema de Pío Cabanillas: "Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros". Montse Seijas, una de las diputadas expedientadas e indisciplinadas, encargó un informe -desvelado por Diario de Mallorca- sobre las relaciones de la productora de Alberto Jarabo con IB3. El documento distribuido por la menorquina entre las bases del partido no tiene desperdicio: pone en duda que Jarabo se haya desligado realmente de su empresa Quindrop, denuncia que ha colocado a uno de sus antiguos empleados en la dirección de la televisión autonómica y asegura que los contratos se han disparado desde 2015.

Tercer dato. En cuanto agarran silla, los dirigentes se olvidan de las bases. Los partidos de siempre se dedican a colocar en puestos con remuneración pública a las bases que necesitan para la campaña electoral y se olvidan del resto de militantes. Lo acaban de hacer los socialistas, que han rechazado de plano consultar a sus afiliados la abstención en la investidura de Rajoy. Xelo Huertas, siempre según Podemos, apunta maneras y advirtió al partido de que votaría contra los presupuestos de Balears si no había dinero para el laboratorio de Bachiller aunque los consejos ciudadanos decidieran lo contrario. Consejos, o círculos, que por otra parte se encuentran en estado de hibernación.

Cuarto argumento. Los partidos de la casta pierden más energía en las luchas intestinas que en la gobernación del país. Exactamente lo mismo que sucede hoy en Podemos de Balears. Andan como alma en pena por los pasillos del Círculo Mallorquín sin saber si su compañero de escaño está con Jarabo o con Huertas. Sin tener la certeza de si en la próxima oportunidad el voto será unánime o el PP se dará un empacho de risa con el apoyo de diputados morados.

Quinta prueba. La sociedad está llena de oportunistas que se arriman a quien desprende aroma a poder. Todos los partidos los conocen. Podemos se distingue de otros en que expulsa a quienes se saltan sus estrictos códigos éticos. Aunque los díscolos sostienen que usa la ética para laminar al adversario interno más que para dar ejemplo de honestidad hacia el exterior

Podemos ha llegado a la política española y balear porque era necesario remover algo para que casi todo siguiera igual. No ha venido para dar un revolcón al statu quo, simplemente nace para ocupar el espacio que otros han abandonado.

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