Los años de carrera deben servir para estar preparado y saber cómo proceder ante las probables situaciones con las que se encontrará el titulado una vez empiece a trabajar. Y, lamentablemente, en el caso de los enfermeros -y del personal sanitario en general- una de esas situaciones con las que puede que se encuentre son agresiones por parte del paciente o de sus familiares.

Desde la Universitat no son ajenos a esta realidad del ámbito sanitario y la facultad de Enfermería y Fisioterapia ya incluye clases específicas para enseñar a los futuros titulados a prevenir y gestionar estos posibles conflictos. La asertividad y el autocontrol, dos de las claves. Así lo explica Antonia Pades, enfermera, doctora en Psicología y profesora de la asignatura de Comunicación y Salud, en el marco de la cual se desarrollan los seminarios específicos sobre la conducta agresiva por los que han pasado más de un millar de estudiantes en los últimos diez años.

Ella y su equipo participaron la semana pasada en el II Congreso Internacional de la Sociedad Científica Española de Psicología Social y XIII Congreso Nacional de Psicología Social, que tuvo lugar en el Elche. El trabajo de Pades, Pilar Andreu, Fátima Roso y Catalina Homar recoge los resultados de estos diez años de formación en la gestión de estos episodios y ha llamado la atención de hospitales de otras comunidades, interesados en ofrecer este tipo de clases a sus profesionales sanitarios.

Lo primero, tratar de detectar y atajar las situaciones de agresividad incluso antes de que ocurran. Para identificar este tipo de conductas, Pades señala la importancia de saber observar y hace especial hincapié en la comunicación no verbal. Una vez desencadenada la agresividad del paciente o de sus familiares, recomienda aplicar la ´técnica del semáforo´.

Primero, luz roja: Parar. Recomiendan al estudiante que no reaccione, que se detenga por un momento, se calme y mire a los ojos del paciente en silencio.

Después, luz ámbar: autorregular las emociones. Controlar las reacciones. No culpabilizar al paciente, que puede que tenga razón aunque no lo esté expresando de la forma adecuada, ni ponerse a la defensiva. Decirse a uno mismo: "Tranquilo, no es nada personal". Darse "autoinstrucciones" para regular las respuestas fisiológicas de uno mismo.

Por último, luz verde: actuar. Cuando el paciente o familiar ya ha "descargado su ira", el profesional sanitario ya puede comunicarse y debe mostrarse asertivo, pero dejando que el sujeto se exprese y en la medida de lo posible ofrecerle ayuda. Evitar pronunciar siempre lo que Pades llama "mensajes gatillo" tales como "tranquilo", "no se ponga nervioso", "cálmese" o, la peor de todas, "no es para tanto".

La profesora habla del efecto contagio: "Si tu mantienes un control emocional y te mantienes la calma, eso se acaba transmitiendo al paciente".

Ese autocontrol puede ser difícil si el enfermero siente miedo ante una agresión física. La profesora señala que la violencia física no es la más habitual y que cuando llega a producirse suele ser por parte de pacientes que están bajo la influencia del alcohol u otras drogas y/o que padecen una grave alteración psiquiátrica.

Pades recuerda que, al margen de la formación, hay una serie de mecanismos y planes de actuación ante las agresiones en el ámbito sanitario. Además de que desde el año pasado se cambio la el Código Penal y se endureció la pena por agredir a sanitarios y profesores, la profesora señala que hay incluso mecanismos que sirven para que los profesionales puedan avisar de forma rápida y casi imperceptible a los servicios de seguridad de los hospitales y centros de salud, para que acudan ante una posible situación de peligro.

El hospital de Inca por ejemplo implantó el uso de este dispositivo, diseñado entre la UIB y el Ibitec, en 2011. En opinión de la profesora, este debería ser "el último recurso".

Para aprender todas estas técnicas para identificar las conductas agresivas, autorregular las emociones y saber mostrarse asertivo, los estudiantes trabajan en grupos reducidos y hacen simulaciones y dinámicas de diferentes situaciones. Al acabar los seminarios, el 96% de los alumnos aseguran sentirse preparados para atajar este tipo de episodios.

La asignatura de Comunicación y Salud persigue formar a profesionales sensibilizados con la parte humana, sin perder de vista que el modelo de atención sanitaria que prima es integral y centrada en la persona. En ese sentido, habilidades y valores como la empatía se vuelven imprescindibles.