Renovarse o morir. Nada menos. Directivos y accionistas de algunas de las principales empresas hoteleras de Mallorca acudieron ayer a la llamada de El Corte Inglés para analizar en un foro celebrado en el Hotel Hospes Maricel las posibilidades y el potencial que ofrecen las reformas de establecimientos hoteleros, partiendo de una idea clave: el proceso de renovación de la planta hotelera mallorquina es irreversible, una realidad tan avanzada que desde el año 2012 los empresarios de la isla han invertido 750 millones de euros en modernizar, especializar y elevar de nivel de los establecimientos de una isla que, gracias en gran parte a ese esfuerzo, lidera el sector en términos de ocupación y, sobre todo, de rentabilidad.

Lo recordaba Jaume Horrach, presidente de los hoteleros de Can Picafort y Alcúdia y secretario de la Federación Empresarial Hotelera de Mallorca, que en el discurso inaugural del foro hacía hincapié en que renovarse es mucho más que pintar paredes y cambiar sillas, "se trata de trasformar las instalaciones y el producto para romper dinámicas monótonas de otras épocas". De eso puede explicar ya mucho Mallorca y sus empresarios hoteleros, incidía Horrach, que subrayaba que pese a que más del 50% de los establecimientos han sido renovados en los últimos años, aún "queda mucho potencial" por desarrollar con obras de adaptación, especialización de productos y cambios de concepto.

Hay que seguir

Muchas de esas reformas son indispensables. Y exigen apoyo y consenso político y social, argumentaba Horrach, que ofrecía un dato que habla con claridad de la necesidad de inversiones: el 95% de los hoteles de la isla tienen más de veinte años. Y la mayoría rondan ya los cuarenta, demasiado tiempo en un sector que no corre, vuela. Conscientes de ello, los directivos reunidos ayer en el Maricel coincidían en la importancia de aprovechar las oportunidades que ofrece la ley general turística aprobada en Balears en 2012, que incentiva las inversiones de reforma con facilidades para ganar plantas y habitaciones en los establecimientos. "El futuro es una renovación total de la planta hotelera balear", comentaba Carolina Quetglas, dueña de la cadena hotelera BQ, fundada por su padre, Bernardo Quetglas. BQ, de hecho, se ha aplicado la receta: nacida de la agencia Sidetour, el grupo fue incorporando hoteles sueltos hasta alcanzar los doce actuales, que se han reformado en los últimos años para adaptarse a un mercado cada vez más exigente. ¿Resultado? Rentabilidad creciente.

Y capacidad para seguir compitiendo, enfatizaba a su vez Juan Manuel Gordillo, director de proyectos de Barceló Hoteles, una cadena, decía, nacida en Mallorca pero que hoy es "casi más del Caribe y de México", donde tiene el grueso de sus cien hoteles, a los que aplica una idea: que cada uno ofrezca una experiencia diferente, articulada en torno a señas de identidad y calidad del grupo Barceló. Para otros los últimos años no han sido tanto de especialización como de adaptación al presente por la vía de la calidad, como explicaba Raymond Margineda, director de proyectos de Roc Hotels, cadena fundada por un promotor que se fue haciendo con establecimientos obsoletos y ahora está acabando de renovarlos por completo. Era renovarse o morir, claro. Y viven. Como Palladium, grupo ibicenco que ha hecho de la modernización y la calidad su bandera, con Ushuaia como referencia y la marca Hard Rock como nuevo estandarte, explicaba su vicepresidente de ventas, Sergio Zertuche.

De sus ejemplos, todos distintos, se leía un mismo resultado: la inversión en modernización como camino hacia la rentabilidad y el futuro. Lo recordaba también el director de la división de Empresas de El Corte Inglés, Victor Liñero, organizador de una cita en la que recalcó que ven "el proceso de renovación hotelera como una oportunidad única de crecimiento y desarrollo de un sector clave", al que, dijo, ofrecen todo su apoyo.