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Los March

Cien años del crimen que conmocionó a Mallorca

Rafel Garau, hijo del socio de Juan March, murió apuñalado en Valencia. La sospecha popular siempre apuntó al magnate. Nunca se probó nada, pero el crimen dejó una profunda marca en la isla de principios del siglo XX

Juan March, su nieta Elionor March y su nuera Carmen Delgado. can verga

Mals amics, m'han mort. Esas fueron las últimas palabras de Rafel Garau, un joven mallorquín que el 29 de septiembre de 1916 moría apuñalado en Valencia, lejos de su pueblo, Santa Margalida, y de su familia. El crimen conmocionó a la Mallorca de principios de siglo XX y persiguió a la saga más acaudalada de la isla, los March, durante años. Rafel tenía 26 años.

Su padre, José Garau Tous, era socio de Juan March en su negocio de tabaco, y no dudó en sentenciar: "Juro por Dios que probaré que él hizo matar a mi hijo y después acabaré con él, aunque sea lo último que haga".

No lo logró. Nunca se probó nada. Ahora, cien años después, aún hay investigadores que siguen dando vueltas a la autoría intelectual del crimen, que la familia Garau (y buena parte del pueblo de Santa Margalida, donde el joven era muy apreciado) atribuyó siempre al magnate. ¿Por qué? ¿Por qué cuando llegó al pueblo la comitiva fúnebre con el cadáver una voz se atrevió a gritar "¡Asesino!" al paso del coche de Juan March?

Las sospechas, según resume el historiador Pere Ferrer, se basaban en dos tipos de motivos: el dinero y el amor (o el honor). De un lado, Ferrer -autor de la biografía Juan March: El hombre más misterioso del mundo- resume los asuntos comerciales: March quería el control total del negocio que compartía con los Garau y además sospechaba que el joven planeaba establecer un proyecto paralelo al suyo. Del otro lado, están los asuntos matrimoniales. Según distintas cartas que se fueron haciendo públicas en los años posteriores al asesinato, Rafel y la mujer de Juan March, Leonor Servera, mantuvieron una relación íntima.

Parte de esas cartas fueron reveladas a las autoridades por la familia del asesinado en 1924, cuando llamó a las puertas de Primo de Rivera en busca de justicia, tras un primer juicio en Valencia en 1918 que se cerró sin conclusiones.

El juez instructor que asumió el caso en primer lugar en Valencia insinuó que imputaría a March, pero esa imputación no llegó a suceder ya que horas después de anunciar a la prensa algunas detenciones "a personajes muy relevantes", este magistrado fue sustituido de forma repentina por otro, que acabó cerrando el juicio sin ningún culpable.

Este cambio de juez no hizo sino alimentar aún más las sospechas de la gente, que culpaban al contrabandista más famoso y próspero del Mediterráneo. El asesinato de Garau supuso "un estigma" para la familia March. Le persiguió durante años, señala Ferrer, quien cuando hacía las entrevistas para la biografía que publicó en 2008, se sorprendía al ver que en muchas casas de Santa Margalida aún tenían bien visible el retrato de Rafel Garau. El joven, presidente del Sindicato Agrícola Margaritense, era muy apreciado en Santa Margalida y conocido por hacer favores a quién acudía a él en busca de protección. Tras el asesinato, los March no volvieron a pisar el pueblo.

Miquel Monjo, poseedor del mayor archivo existente sobre la saga, tiene otra teoría sobre la autoría intelectual del asesinato.Asegura que ha encontrado nuevos indicios que a su entender dan un giro a la sospecha popular (y jamás demostrada). Según sus pesquisas, el inductor pudo no ser el esposo traicionado, sino la esposa infiel. Leonor, narra el investigador, se vio despechada por su joven amante, que quería dejarle. Rafel tenía otra compañeras de aventuras, con la que le anunció que se iría a vivir a Argel, donde estaban las fábricas de tabaco de March y Garau: "Las cartas de contestación de Leonor son de una mujer desesperada".

Para Monjo una de las pruebas más concluyentes para sostener esta hipótesis es que, al enterarse de que los Garau querían pedir ayuda a Primo de Rivera para que se reactivara el caso, Juan March, "como sabía que la situación era muy grave", habló con su suegro y acordaron que la familia Servera pondría todo su patrimonio a nombre del empresario; una estrategia, según Monjo, para "guardar la fidelidad para toda la vida de la familia Servera". Una especie de aval, de garantía, a cambio de "la salvación y protección" de Leonor: "Poco antes de morir les devolvió la mayor parte de ese patrimonio".

Durante la II República, el crimen volvió a salir a la palestra. Como la justicia seguía "en manos conservadoras", narra Ferrer, las Cortes crearon una Comisión de Responsabilidades por la que hicieron pasar al mallorquín, que en 1923 había sido nombrado diputado. La comisión le acusaba de colaborar con la dictadura y de contrabando. Una de las personas citadas a declarar contra March fue Francesc Garau, hermano del malogrado Rafel, pero huyó de Madrid sin haber concluido su declaración (se habló de coacciones y sobornos). El caso se reenfocó hacia la concesión sin concurso a March del monopolio del tabaco en Ceuta y Melilla. Finalmente, en 1932 el mallorquín entró en la cárcel, donde estuvo algo más de un año hasta que huyó sobornando a un guardia.

Luego "ya llegaron los suyos", apunta el historiador, que recuerda el apoyo decisivo del gigante mallorquín al golpe de Estado de Francisco Franco. Desde entonces la dictadura, el silencio sobre su figura y su pasado se impusieron.

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