La primavera es cada año más veraniega. En Balears, el estío le gana terreno a la estación de las flores, imponiendo sus altas temperaturas y reduciendo los días de precipitaciones ya a partir de mayo. Puede que usted ya hubiera notado que el calor llegaba cada año antes y ahora la ciencia y los datos certifican que no era una mera sensación sino un hecho comprobado empíricamente. Cosas del cambio climático, que aunque aún hay quien se atreve a cuestionarlo para los meteorólogos es ya un "hecho fuera de toda duda", consecuencia del calentamiento global que produce la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.

Así lo subrayaron ayer investigadores de la Universitat, que acaban de publicar un artículo en la revista International Journal of Climatology sobre la prolongación del verano en la zona este del Mediterráneo. Agustí Jansà, colaborador honorífico del grupo de Meteorología de la UIB, explicó que en los últimos 40 años la temperatura media de la zona mediterránea durante los meses de mayo y junio ha subido alrededor de tres grados, un incremento que se explica no sólo por el efecto invernadero sino también por otras dinámicas, como la expansión hacia el norte del cinturón anticiclónico subtropical.

El que fuera responsable de la delegación balear de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) resumió los detalles de la investigación junto a sus compañeros de grupo los doctores y catedráticos de Física Sergio Alonso y Climent Ramis; y los doctores Víctor Homar, Romualdo Romero y José Guijarro, de la AEMET.

Un calentamiento desigual

Jansà subrayó que el calentamiento global no se está produciendo de forma uniforme en todo el mundo, y señaló por ejemplo que en las zonas continentales se registran mayores incrementos de temperaturas medias que en las zonas marítimas. Y sin embargo en Balears la subida del termómetro supera con mucho el promedio mundial: entre 1973 y 2012 en Palma el calentamiento medio registrado es de 0,43 grados por década, lo que dobla la media mundial.

¿Por qué si somos zona marítima aquí las temperaturas suben más que en otras cuándo suele ser al revés? Esto se produce porque en realidad la región mediterránea se podría considerar más continental que oceánica por la limitada extensión de nuestro mar. "Éste es un primer hecho que llama la atención de esta investigación", señala el artículo.

El segundo hecho llamativo es que el calentamiento se concentra especialmente en estos últimos meses de la primavera. Mientras en otros momentos del año, como enero y febrero, las temperaturas no registran incrementos destacados y progresivos en los últimos 40 años, en mayo y junio la variabilidad es "impresionante": en estos meses el calentamiento en las islas es de más de 0,7 grados, lo que supone más del triple que la media anual mundial. Por eso los científicos concluyen que "el verano se expande hacia la primavera".

"Nos convertimos en desierto"

¿Cómo es nuestro verano y por qué es así? El verano mediterráneo es "marcado, típico, cálido y seco" porque nuestra zona queda durante los meses estivales bajo el predominio del cinturón anticiclónico subtropical: la franja de los desiertos domina nuestras islas por ese tiempo. "Nos convertimos en desierto", resumió Jansà. El cambio climático ha provocado la expansión de la franja de circulación tropical, lo que supone que los anticiclones subtropicales predominan en nuestra zona durante más tiempo del habitual (esto es, más allá de julio y agosto), en detrimento del circuito polar.

De seguir así, ¿podría llegar un momento en que nos quedemos directamente sin primavera? No está claro que esta progresión vaya a mantenerse, aclararon ayer los miembros del grupo de Meteorología. Víctor Homar razonó que para poder predecir si las temperaturas seguirán subiendo durante estos meses hace falta diseñar un modelo del que aún no se dispone: "No sabemos si este calentamiento se parará". La reducciones en las emisiones de gases a la atmósfera puede provocar un ajuste y "un nuevo escenario", aunque como recordó Climent Ramis, aún se mantendrían "inercias".

Si el verano se alarga por el principio y sus altas temperaturas llegan cada vez antes, cabe preguntarse si esta prolongación estival se producirá también por el final, ganándole terreno al otoño. En este sentido, los investigadores no quisieron ayer pronunciarse indicando que es un tema que aún no han comenzado a analizar y advirtiendo además de que el otoño, y en concreto septiembre, suele registrar de por sí mucha variabilidad de un año a otro, con lo que sus datos son difícilmente analizables y comparables: "Es una estación complicada".

Algo similar sucede con las precipitaciones, sobre las que es más difícil establecer patrones que con las temperaturas. Sin embargo, Jansà y sus colegas sí indicaron ayer que el alargamiento del verano en detrimento de la primavera no sólo afecta a las temperaturas sino también a las precipitaciones: "Además de subir las temperaturas, se produce una caída de las precipitaciones, no tanto de la cantidad global que pueda llover, sino de los días". No obstante insistieron: "La predicción de las precipitaciones es más caótica".