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La fiesta en paz

Un debate innecesario en el Parlament

La representación de esta semana resulta inútil hasta que se despejen las incógnitas que sobrevuelan la política regional y nacional

Prohens desconoce cuál es el PP que defiende. B. Ramon

Hay que ser un optimista irredento para pensar que un debate sobre política general del Govern apasionará a miles de lectores, oyentes o telespectadores. Sin embargo, los diputados y diputadas del Parlament se sientan en sus escaños del Círculo Mallorquín con la misma ilusión con la que, décadas atrás, las señoritas bien de la sociedad mallorquina acudían a los bailes de puesta de largo en el salón de las cariátides. Algunos, como David Abril, incluso imitan a las jovencitas de antaño y lucen sus mejores galas. La corbata, en el caso del ideólogo de cabecera de la formación ecosoberanista.

Los dos partidos que se reparten el Govern, PSOE y Més, se presentan al debate con la misma actitud con la que EE UU y la URSS se sentaban en la mesa para negociar los tratados de reducción de armas nucleares. Por un lado deben transmitir a la sociedad balear o al mundo entero, según el caso, que la situación está bajo control, que todo saldrá bien y que su pensamiento solo está ocupado en procurar el bienestar de los isleños o de la humanidad.

Pero, por otra parte, no se fían el uno del otro. Ni los imperialistas de los comunistas, ni los de Barceló de los de Armengol. Razón por la que, al día siguiente de estrechar sus manos, desatan hostilidades controlables. Los nacionalistas acusan a la presidenta de excederse al anunciar una fuerte inversión para reabrir Son Dureta como centro sociosanitario. También la responsabilizan de que la Abogacía de la Comunidad Autónoma renuncie a acusar a Matas en los casos palacete y ópera. En otra dimensión, son como americanos y rusos, que tras históricos acuerdos de paz mundial montaban guerras regionales en Afganistán o Angola para continuar midiendo sus fuerzas y, cual gato en celo, marcar territorio. En el ámbito regional y en el mundial, esperan que la situación no se descontrole, aunque nadie tiene la garantía absoluta de que un conflicto de baja intensidad no acabará como el rosario de la aurora.

El PP llega al insulso debate como pollo descabezado. Sin líder, sin nadie que marque la ruta, la portavoz Prohens aletea y corre en círculo. El auditorio no puede tomarla en serio porque es un títere sin titiritero que dicte el guión y marque los movimientos. Los populares siguen a la espera de un líder y hasta que llegue y suba a la tribuna, los focos se centrarán en las pistas del circo de la izquierda antes que en la actuación de la derecha, por brillante que sea.

Podemos siempre pedirá más. Exigirá trigo porque sabe que no tiene la responsabilidad de darlo. Y no le importa si los graneros están vacíos. Su situación parece muy cómoda -apuntarse méritos sin desgastarse en la gestión-, pero también corre el riesgo de que algunos electores consideren que son prescindibles. Además, como es lógico y como sucede en todos los partidos, comenzamos a descubrir que son humanos. Con sus disputas entre pablistas y errejonistas, con sus bachilleres negociando sus propios intereses -es decir, olvidando lo de la mujer del César-, con sus errores de gestión en aquellas instituciones en las que sí han entrado. El discurso de Podemos, en el debate del Parlament y en la calle, ya ha perdido el factor sorpresa.

Tampoco sorprenden Ciudadanos y El Pi. Pericay por su tono de docente aburrido. Font por sus ocurrencias, divertidas, pero que casi nunca trascienden la anécdota. Uno y otro se sentirían cómodos en el PP, con la única condición de que los populares se sometieran a sus ideas, sus estrategias y sus ambiciones.

El debate de esta semana en el Parlament era perfectamente prescindible hasta que se resuelvan las numerosas incógnitas que sobrevuelan la política nacional y regional. La formación de gobierno en Madrid, la alianza de Armengol con Sánchez frente a otros barones, las nuevas elecciones o el plácet socialista para que gobierne el PP -lo que condicionará la actitud de Podemos en Balears-, la celebración del congreso regional de los populares que decida de una vez por todas quién será el sucesor de Armengol en el Consolat de la Mar o los márgenes presupuestarios en los que se moverá Balears condicionan todo cuanto vaya a suceder en la política insular en los próximos meses.

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