­Javier Salinas, apartado esta misma semana del obispado de Mallorca por su relación consentida con una mujer casada (ahora divorciada) que trabajaba para él como secretaria, se despidió ayer de los católicos de la isla. En su última misa, agradeció a los seguidores locales de su religión el respaldo y cariño demostrado. Salinas aseguró que en la vida no hay lugar para "el resentimiento", aunque, tras las críticas recibidas de parte de la comunidad cristiana por su relación sentimental con una mujer, aprovechó su homilía de despedida para invitar a los presentes a dejar atrás la envidia, abrazar la vida y "no acusarse los unos a los otros". El religioso, defenestrado por una Iglesia que defiende el celibato de sus sacerdotes, también tuvo palabras para ensalzar el papel de mujeres en una sociedad "inmersa en una revolución cultural y social", tanto en Mallorca como en el resto de Europa. "María [en referencia a la madre del dios cristiano] fue la portadora de dios. Ella nos trae la fe de un dios que no es prepotente, no viene a imponerse, llama a la puerta y quiere ser estimado y darnos una esperanza que nadie puede destruir", enfatizaba.

Obispo de Eivissa entre 1992 y 1997, de Tortosa desde esa fecha hasta 2012 y máximo representante de la Iglesia Católica de Mallorca desde entonces hasta ayer, Salinas, de 68 años, ocupará ahora el tercer rango jerárquico en el obispado de su Valencia natal. Aunque la versión oficial defendida tanto por la Iglesia Católica como por el obispo desterrado es que Salinas renunció a su cargó, ayer, en su segundo discurso del día, emocionado tras recibir un regalo de sus hasta ayer subordinados, el religioso explicaba su marcha como un traslado ordenado desde Roma: "El santo padre [en referencia a Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco I, actual líder de la Iglesia Católica] me ha encomendado otra misión", resumía el sacerdote, que pedía a la comunidad cristiana de la isla, especialmente a su clero, que sigan mostrando "mucha iniciativa", para "responder a este momento especial con el coraje de la fidelidad".

Después de unos meses de controversia y convulsión en el seno de la familia católica, Salinas recibió ayer tres cálidos aplausos de despedida en respuesta a cada una de las tres intervenciones que protagonizó ayer. La primera, la más formal, fue durante su última homilía, para la que el religioso escogió una lectura inicial del evangelio de Lucas, en la que se describe a dios como un sujeto que protege a los pobres y débiles contra los poderosos y ricos. Él mismo lo explicaba: "En esta primera lectura el profeta Isaías habla de los los favores del señor a un pobre que estaba desterrado, en la oscuridad", recalcaba Salinas, que animaba a los presentes a dar en cualquier caso gracias "por lo vivido".

Esa reflexión le llevaba a pedir a los asistentes a la misa la licencia de hablar desde sus propios sentimientos y explicar cómo la palabra de su dios se refleja en su vida, y cómo ese hombre desterrado al que aludía la lectura religiosa con la que arrancaba la homilía se mostraba también agradecido en la desgracia. Abrazado a esa parábola, Salinas daba gracias a Mallorca por la oportunidad que le ha brindado de unir su nombre a una historia en la que hay personajes del peso histórico, decía, de Ramon Llull (1232-1316), Juníper Serra (1713-1784) y Catalina Tomàs (1533-1574), los tres grandes referentes del catolicismo mallorquín. "Doy gracias por haber quedado incorporado a esta historia viva. Mallorca vive una revolución cultural y social, como toda Europa, a veces una revolución silenciosa, pero se mantiene la fe, y no solo como una resistencia, sino también con camino en el que aparecen nuevas respuestas. Gracias, diócesis, por tanta riqueza, por sintonizar con las aspiraciones del ser humano", añadía, aparentemente emocionado, antes de recordar que pronto "otro obispo os acompañará, reconoced que es humano y tiene defectos". Cerraba la alocución repitiendo varias veces su agradecimiento.

Más de 300 personas se sumaban en ese momento a la primera ovación que recibió el hasta ayer obispo de Mallorca. La segunda siguió a un discurso improvisado tras recibir como regalo un cuadro de la Seu. Salinas se mostraba más emocional. "Es difícil en un momento así tener una palabra articulada", decía. Luego destacaba su "admiración por la Seu", por "el misterio y la presencia de dios" que él percibe en la catedral. Y repetía su agradecimiento al clero, a los canónigos de la catedral y a todos los miembros de la comunidad católica de Mallorca. "Recordad, que los obispos pasan, la diócesis permanece".

Insistía Salinas además en la importancia del "perdón", dos días después de haber pedido disculpas por si "alguien se ha sentido ofendido", tras los hechos desvelados por Diario de Mallorca hace ya ocho meses. "Sin perdón no tenemos futuro. No somos prisioneros del pasado, vivimos para mirar al futuro. Busquemos el perdón de dios. Tenemos que crecer siempre y reconocer lo que ya somos", decía, matizando que "siempre" se ha sentido "reconocido por la congregación", a la que repetía consejo: "No caigáis en la tentación de estar siempre recriminándoos unos a otros, dejaos transformar por el camino de la vida".

Los últimos aplausos a Salinas duraron más de un minuto. El cariño de los presentes (más de 300 personas y, a diferencia de su primera misa, ninguna autoridad pública o política) se plasmó también en pancartas de apoyo y en una larga cola para dar la mano uno a uno al ya exobispo de Mallorca. Salinas cede provisionalmente el mando jerárquico a Sebastià Taltavull, obispo auxiliar de Barcelona, que ya ejerce como administrador del Obispado.

Francisco I deberá ahora designar al sucesor definitivo de Salinas. A la espera de que eso ocurra, ayer mismo se formalizó en el palacio episcopal el relevo. Allí, el propio Taltavull leyó ante el Colegio de Consultores [institución que administra los cambios de gobierno en el obispado] su nombramiento como responsable de liderar la transición.

Salinas seguirá su carrera religiosa en Valencia. Ayer, en la despedida oficial del sacerdote no estuvo Sonia Valenzuela, exsecretaria del obispo y política del PP, acusada por su propio marido de haberse relacionado con el religioso de un modo que ha acabado con el divorcio de la pareja y con la degradación y traslado forzoso del ya exobispo.