José Antonio Martín Pallín fue fiscal del Tribunal Supremo y en la actualidad es juez emérito de este tribunal. Formó parte del movimiento Justicia Democrática que se organizó en los últimos años de la dictadura

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-Ha venido a recordar el movimiento Justicia Democrática.

-Tuvo mucha importancia, como la tuvieron otros muchos grupos de la sociedad española que se organizaron en clandestinidad antes de la Transición. Los historiadores han rescatado ahora este movimiento de jueces y fiscales, cuyas referencias en los libros de historia hasta ahora eran muy escasas. Fuimos una pequeña fracción, que, de hecho, nunca supimos cuántos eramos. Teníamos el pensamiento de que había que avanzar hacia una sociedad democrática. No obstante, el sistema judicial iba mucho más allá de nosotros y le costó mucho trabajo, y todavía le cuesta, asimilar los valores democráticos, aunque naturalmente nada tiene que ver con el sistema del Franquismo.

-La ciudadanía habla de la politización de la justicia. ¿Lo está?

-La gente piensa que está politizado por la forma de elección del Supremo; pero el sistema tal y como está organizado proporciona a los jueces todas las garantías para ser independientes. El sistema les dota de total autonomía: el que no es independiente es que no quiere serlo.

-¿Quiere decir que sí hay jueces que pueden estar más politizados o más ideologizados?

-Los jueces norteamericanos proclaman su ideología abiertamente. Si las sentencias están motivadas y justificadas, ¿que más da la ideología de un juez? Si motiva y argumenta bien su sentencia no puede ser acusado de nada.

-El expresident de Balears Jaume Matas está negociando un pacto con fiscalía para rebajar su pena. ¿Qué opinión le merecen los pactos judiciales?

-Hemos importado los pactos de conformidad, que es una institución anglosajona, pero en España lo estamos haciendo mal. Tiene su justificación cuando se hace al principio de la causa, cuando el acusado se conforma y evita todo el proceso, los 20.000 folios de la causa. Pero aquí se hace al revés, cuando se llega al final. Hay que enfocarlos de manera distinta a cómo lo hacemos.

-¿Cómo evitamos unas terceras elecciones?¿Cuál sería su fórmula para tener Gobierno?

-Mariano Rajoy decía que no hay que condenar a los españoles a unas terceras elecciones. No lo comparto: en democracia votar no es una condena. No lo deseo, pero ir a las urnas otra vez no es un drama. Tengo mis sensibilidades y, personalmente, preferiría un gobierno de izquierdas. Se han intentado ya dos fórmulas diferentes y ahora habría que explorar otra. Pero si no, no pasa nada, vamos a unas terceras elecciones.

-Los independentistas catalanes han quedado excluidos de cualquier pacto por condicionar su apoyo a un referéndum. ¿La Constitución lo permite?

-Defiendo que con la ley de referéndum retocada con la sentencia sobre Quebec, con mayorías cualificadas y dentro de unos límites, se podría. Indudablemente lo que crea un conflicto en Cataluña es que no haya consulta. Un 80 por ciento de los catalanes lo piden, independientemente de lo que vayan a votar en él.

-Vaticinó que cuando Arnaldo Otegi saliera de la cárcel podría ser lehendakari, pero la inhabilitación se lo ha impedido.

-Me llama la atención. Otegi es condenado como dirigente de una organización terrorista con una pena de 10 años de prisión e inhabilitación. El código penal dice que la inhabilitación es accesoria. Además, el Supremo lo degrada de dirigente a partícipe y le rebaja la pena. Así que debería habérsele rebajado también la inhabilitación. Lo llamativo es que se da una paradoja: se le prohíbe el sufragio pasivo, pero puede ser vicelehendakari. Por mi parte, no me gustaría que lo fuese.