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Apuntes: Presunción de indecencia, por Matías Vallés

Apuntes: Presunción de indecencia, por Matías Vallés

El amor crea adicción. Se insiste en que Javier Salinas ha perdido el obispado concreto de Mallorca y la titularidad episcopal genérica por su relación sentimental con una mujer casada. Sin embargo, las infracciones espirituales o materiales del celibato ya no escandalizan ni al Vaticano. El obispo ha sido destituido por la pretensión de normalizar su vínculo con una alto cargo del PP, que tomó posesión de la diócesis en el otoño de 2015 bajo el epígrafe de secretaria particular. Al relevarla poco después de sus capacidades profesionales, el prelado confirmaba la impropiedad del nombramiento.

El amor individualizado ha sido más dañino para Salinas que una genérica disolución amoral. El obispo y su secretaria se han comportado a todos los efectos como una pareja, prodigándose en eventos civiles y religiosos. Su relación no merecería mayor comentario fuera de los corsés eclesiales, pero la estabilidad del vínculo resultó corrosiva para los estándares de la jerarquía católica que niega la comunión a las mujeres separadas.

No ha sido el pecado, sino el descuido, la naturalidad de un Salinas "que se ha enamorado como un adolescente". Así reza el balance más moderado que efectúa incluso Mariano de España, aristócrata y esposo de la secretaria particular mientras se desarrollaba la relación. El señor de Pastoritx acusó al obispo de Mallorca de la "ruptura de su matrimonio" ante la nunciatura y el mismísimo Vaticano, con una persistencia de luchador ciudadano que recuerda a Erin Brockovich. Las dos instancias coincidieron en dar carpetazo a la carrera episcopal de Salinas.

El nuncio lleva al renuncio de la aceptación fingida, ha operado la presunción de indecencia según los cánones eclesiásticos. El obispo contribuyó a su desgracia, al proceder a la demolición sistemática del esposo de su secretaria. Nunca lo trató como un feligrés lógicamente conmocionado al contemplar la intimidad creciente de su mujer con el líder de la diócesis. Salinas se enfrentó a De España como un rival en su relación, después de haberse bebido su whisky en algunos de los festejos que han configurado la agenda nocturna del prelado ahora destituido. El pastor de la Iglesia se enzarzó en un pugilato digno de un pretendiente amoroso. Desacreditar al marido y pretender incluso incapacitarlo mentalmente no ha sido la mejor estrategia de defensa.

Salinas puede presumir de ser el primer obispo investigado por los detectives privados de un fiel católico, que sospecha de la relación de su esposa con el prelado. El triángulo es tan tupido que desde diciembre era periodísticamente complicado elevar la atmósfera de vodevil a sus repercusiones eclesiásticas y políticas, dado que la Iglesia controla las tres cuartas parte del patrimonio cultural de Mallorca. Difícilmente podía el prelado imponer una política de tolerancia cero con los abusos sexuales, dada su fragilidad emocional. La petición de nulidad matrimonial por parte de la esposa, que debía arbitrar el obispo directamente afectado en el enésimo homenaje romántico, fue la gota que colmó el vaso de la paciencia vaticana.

En una consecuencia no deseada del folletín protagonizado por Salinas, el Vaticano ha aprovechado la imperiosa destitución del obispo de Mallorca para disciplinar al clero mallorquín, reducto progresista aislado entre los poderes fácticos de la isla. Un político menorquín no puede ser president de Balears, según demuestra un tercio de siglo de peripecia autonómica. Sin embargo, el obispo menorquín Taltavull se instala en el palacio episcopal de Palma. La isla migra del protectorado valenciano al catalán.

De esta peculiar conjura amorosa y eclesiástica cabe extraer la misma moraleja que de la promoción irresponsable de Soria al Banco Mundial. La exigencia ciudadana se ha exacerbado ante los lenguajes dúplices, la mentira tiene que espabilar si desea mantener su cuota de mercado. Cuando este diario desveló en diciembre que el Vaticano sopesaba expulsar a Salinas por su relación de pareja, la mayor sorpresa fue la rápida acogida de la gravedad de la situación por parte de la comunidad católica, al aplicar los dogmas eclesiales al enredo.

Salinas puede ingresar en la historia como un adelantado del final de la soltería de los clérigos, avanzada por el Papa Francisco. Cede un anillo, pero conserva la alianza intercambiada con la mujer de sus sueños. Embistió al amor, y salió volteado. El prelado recibía por las noches a su secretaria en el palacio episcopal, para darle clases particulares de teología según su versión. De hecho, la protagonista femenina de la crisis cristiana ha vuelto en fecha reciente a pasear por el recinto. En la que ha sido residencia palmesana de Salinas ya solo queda una placa recordatoria de su paso, con una escueta leyenda que sirve de resumen: "Se alquila".

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