El cardenal emérito de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, necesitaba un hombre de su máxima confianza para que amortiguara el tránsito hacia una jubilación que el Vaticano retrasó más de lo previsible para mayor enfado y agravio de Antonio Maria Rouco Varela, su homólogo de Madrid.

Sistach, el impasible y sonriente cardenal ligado a Banyalbufar, no halló obispo auxiliar adecuado entre el clero catalán. Hizo valer sus influencias en Roma para que el elegido fuera el menorquín Sebastià Taltavull, un clérigo sobradamente preparado que sin embargó no ha podido hacer valer su condición de delfín para suceder en la Ciudad Condal al cardenal que lo catapultó a la mitra. Pero sigue siendo obispo auxiliar de Barcelona y mano, tanto derecha como izquierda, según se tercie de Juan José Omella en una de las archidiócesis más complejas de Europa.

Ahora, Taltavull también es el elegido para sacar a la iglesia mallorquina de la complejidad apática en que la han dejado Murgui y Salinas. Sabe dónde le han mandado. Lo demuestra el mismo hecho que el prelado admitiera ya ayer, en la carta dirigida a sus nuevos diocesanos, el "miedo" que siente ante la misión encomendada a pesar del "amor" que pone en la causa. No se limitó a la misiva de cumplido. En ella hay alusiones a la educación, al mundo del turismo, al medio ambiente, a la universidad y hasta a los medios de comunicación marginados de las bendiciones de sus predecesores.

Sebastià Taltavull Anglada (Ciutadella, 1948) es el cura menorquín estrella, el clérigo que nunca te hará quedar mal y que atempera con afabilidad sus aspiraciones de ascenso. La mitra no le molesta y sabe que, para sostenerla con prestigio, debe forrarla con tela de servicio.

Ha estado en casi todas las trincheras de la pastoral, desde la parroquia a los secretarios diocesanos y el seminario. Aunque licenciado en Teología Dogmática, la catequística ha sido uno de sus principales campos de actuación. Los despachos tampoco tienen secretos para él. Ha sabido rentabilizarlos bien en el seno de la Conferencia Episcopal, donde sucedió al mallorquín Joan Bestard al frente de la comisión de pastoral. Siempre ha mantenido vínculos y amistades con el clero de Mallorca desde que compartió con él parte de su formación en el seminario de la diócesis de la que ahora toma las riendas como administrador apostólico.

La evolución personal

Aquel cura progre impulsado por los aires del Vaticano II ya supo desde el principio camuflar algún tic revolucionario bajo la calma menorquina. A medida que se ha ido aproximando a la mitra ha dejado que sus posturas evolucionaran también hacia posiciones más centradas y correctas en lo estrictamente eclesial. Decepciona a pocos, tanto en la cercanía coloquial como en el contenido de sus numerosas publicaciones que inciden sobre la pastoral, la catequesis, la familia, la juventud y una espiritualidad acorde con la doctrina social de la Iglesia.

Este es el hombre que debe infundir ánimo y generar confianza en la diócesis de Mallorca. Para hacerlo deberá diseccionar su compleja realidad y establecer un sincero y leal diálogo con una sociedad insular que en los últimos tiempos solo ha percibido el boato, la distancia y el escándalo desde la devaluada cátedra episcopal. El "miedo" de Taltavull está justificado, pero también tiene algo de pose y viste de humildad preventiva el arranque de quien se enfrenta a una tarea compleja.