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Crisis en el campo

El almendro se muere sin cura

La sequía debilita el árbol frente al hongo que lo devasta y eleva a más de 2.000 las hectáreas que se perderán este año

Un almendro muerto y arrancado en una finca en Maria de la Salut.

Son una estampa habitual de la isla. Parte del paisaje que a uno le viene a la cabeza si le hablan de la Mallorca rural. El almendro es uno de los principales cultivos del campo balear, pero desde hace casi una década está agonizando. Un hongo es el dolor de cabeza de los payeses que trabajan el árbol. Ahora, la sequía ha intensificado su mal y acelera la pérdida de almendros por toda la geografía. La solución de la administración es arrancar los que mueren y repoblar nuevos árboles, pero quienes conocen el campo avisan: el paisaje ya nunca volverá a ser el mismo.

"Tengo 68 años y con ocho ya estaba en el campo, y puedo decir que nunca antes había visto algo así. Pots pensar! Nunca". Es el testimonio de Sebastià Grimalt. Cultiva la almendra en varias fincas del Llevant, principalmente en Manacor. Asegura que en algunas hectáreas en las que trabaja, el hongo fusicoccum o fong de la fusta, como se conoce en el sector, que lleva ocho años afectando los almendros de la isla, este año está atacando con especial virulencia y estima que una cuarta parte del cultivo se ha visto afectado: "Ahora está haciendo estragos como nunca".

En el Llevant es donde se identificó por primera vez este hongo, concretamente en Son Carrió, en el municipio de Sant Llorenç des Cardassar. Sin embargo, a día de hoy la afección del almendro llega a los pies de la Serra de Tramuntana. Joan Ribas, que cuida hectáreas por la zona de Santa María, Bunyola y Valldemossa, explica que "en las fincas donde ha aparecido el hongo se ha perdido el 50 por ciento" de los almendros. "A este ritmo, en dos o tres años nos quedaremos sin almendrar", alerta. Toni Bellveure relata que la afección llegó a la zona de Binissalem hace cuatro años, pero desde entonces cada año ha tenido pérdidas. Lamenta que ha perdido un 60 o 70 por ciento de su plantación: "Cada año sólo en esta zona mueren entre 200 y 300 almendros".

Desde la aparición del fong de la fusta, cada año desaparecen 1.000 hectáreas de almendros. En una década, las pérdidas de árboles se cuentan por cientos de miles. De 27.000 hectáreas hace ocho años, hoy quedan cerca de 15.700. Y según las estimaciones del sindicato agrario Unió de Pagesos, la tendencia de 1.000 hectáreas perdidas cada año se intensificará este por la sequía y se superarán las 2.000 hectáreas pérdidas. "Se duplicarán o triplicaran los árboles muertos", explica Biel Torrens, portavoz de la entidad. "El almendro sufre una desaparición constante", que se debe a este hongo, describe, "y con la escasez de agua están en una situación de debilidad frente a él que provoca la muerte del árbol".

Un problema sin solución

Los payeses insisten sin embargo en el problema que supone el hongo por sí mismo: "La sequía ha influido, pero el principal problema que tiene es la enfermedad que sufre y que nadie haga nada", explica Toni Bellveure, agricultor en Binissalem. "Sí, la sequía ayuda, claro, pero el problema lo tenemos de antes y lo que sucede es que nadie nos da una solución", comparte postura Joan Ribas.

Detectan que el árbol enferma después de florecer a final de invierno: al mes empiezan a ver hojas amarillentas y pasadas las semanas todo el follaje está amarillo. A partir de ahí deja de fructificar y al llegar el verano las hojas son de color tierra y empiezan a caer. Al año, su producción de almendra baja a la mitad y ahí queda sentenciado: al siguiente, muere.

Según la Conselleria de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca, el hongo afecta principalmente a almendros viejos -asegura que muchos tienen una vida superior a 90 años-, afectados por la sequía y mal cuidados -abandonados o que sufren podas agresivas-. Los agricultores lo niegan: aseguran que afecta indistintamente a árboles viejos y jóvenes, abandonados o cuidados, cultivados en secano o cultivados en regadío.

Los agricultores coinciden en sentirse desamparados por el Govern: "Llevamos casi 10 años así y no tenemos ninguna solución", censura Ribas, que asegura que la Conselleria utiliza "como excusa" que sólo afecta a los abandonados. Bellveure considera que "la Conselleria debería hacer más": "Tendría que ayudar más a los que vivimos de esto, y no pedimos compensaciones económicas, sino que nos den alguna respuesta", insiste.

Desde la entidad agrícola ASAJA, Miquel Pons señala en la misma dirección: "La administración va a las fincas, recoge muestras y nos dice que ya dirá cosas; pero no hace nada", denuncia. "A diferencia de con el olivo, que enseguida se movieron, con el almendro no han hecho tanto. Sólo nos dicen que no pueden hacer nada", relata.

¿Qué hace la Conselleria ante el problema? El jefe de servicios de Salud Vegetal de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca, Andreu Joan, explica que lo que está haciendo la administración es facilitar desde el Fondo de Garantía Agraria (Fogaiba) líneas de ayuda para poder replantar y repoblar los cultivos devastados. Aunque desde ASAJA explican que el ritmo de repoblación es lento: "Apenas se replanta el 5 por ciento". Además, los payeses insisten: "Lo que queremos es una solución al hongo". Pero ahí la respuesta de Andreu Joan es rotunda: "No tiene cura". "Una vez las esporas afectan el almendro ya es irreversible, acabará muriendo", asegura el responsable de Salud Vegetal, quien dice que la única medida posible es la prevención: "La lucha preventiva consiste en el tratamiento con cobre sobre las heridas de las podas, que es por donde se infiltran las esporas", porque insiste: "No existe ningún producto curativo para el hongo".

El paisaje no será el mismo

Lo que sí detectan tanto desde la Conselleria como los agricultores es que hay variedades más resistentes que otras. Según Joan, las variedades mallorquinas como el pons bord, la verdereta o el vivot son las más vulnerables, mientras que las variedades foráneas, como el vairo, la glorieta o la marinada, son más resistentes. La administración ha llegado a estas conclusiones después de haber inoculado el hongo a las diferentes variedades en un campo experimental. Los payeses lo notan sobre el terreno: "Las variedades más vigorosas son las que sobreviven", resume el agricultor Joan Ribas.

Según los primeros datos de unas prospección de campo del Geógrafo Jaume Fornés para su tesis doctoral, de las más de 300 variedades que hay identificadas en Mallorca, desparecerán un 90 por ciento. Y ahí está el problema: el paisaje no volverá a ser el mismo.

Es el problema de que la repoblación sea la única salida que se plantea: "Los nuevos cultivos no son los mismos, son más intensivos, no es la misma almendra. El almendrar de Mallorca habrá desaparecido y el paisaje no se podrá recuperar", avisa Torrens. Pons incide en ello: "Tal vez una manera de concienciar a la ciudadanía del problema sea que la gente sepa que el paisaje que ahora ve por las carreteras de la isla desaparecerá".

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