Antes de cambiar el aula por el Parlament, en su clase de Derecho Internacional Público, la hoy diputada Margalida Capellà mostraba unos elaborados esquemas. Hace unos años se dio cuenta de que en vez de copiarlos a mano, los jóvenes les hacían una foto con el móvil. Al principio le molestó. Luego pensó que, en la lógica de los millenials, era absurdo copiar a mano lo que podían fotografíar, ahorrando tiempo y asegurándose una copia exacta. Y decidió adaptarse: comenzó a pasarles los esquemas digitalizados.

A partir del próximo curso, esas fotos a los esquemas estarán prohibidas en la UIB, según el artículo 4 de una nueva norma sobre el uso de dispositivos electrónicos en clase: "Los alumnos y los profesores tienen prohibido hacer fotos, tanto a los contenidos proyectados o escritos en la pizarra como a compañeros y docentes".

Según esta norma, "como regla general" no se permite usar durante las clases ni las pruebas de evaluación, dispositivos electrónicos, como móviles, portátiles o tabletas... Excepciones: que esté justificado por el tipo de actividad, que lo autorice el profesor o que lo requiera un estudiante por tener alguna discapacidad.

Críticas a un "modelo amish"

La Universitat aprobó el texto en julio. El pasado lunes, el director del departamento de Pedagogía y Didácticas Específicas, Bernat Sureda, colgó el enlace del Full Oficial Universitari en Twitter y abrió el debate en la red social, con algunas intervenciones especialmente críticas, como la del director general de Desarrollo Tecnológico del Govern, Benjamí Villoslada, que ironizaba con la implantación del "modelo amish" en el campus balear. Sureda, maestro de ceremonias del debate tuitero, razonaba que había situaciones que debían regularse, como teléfonos sonando en clase o grabaciones hechas a profesores que acababan colgadas en internet.

Joan de Pedro, decano de Enfermería, indica que es precisamente por estas grabaciones que se impulsó esta regla, que no cree que se vaya a convertir en una ´caza de brujas´ al móvil ni en un aluvión de sanciones.

Capellà señala que es cierto que esos vídeos colgados en la red sin consentimiento pueden tener consecuencias legales, pero lamenta que al prohibir por norma general "se transmite un mensaje de que en la UIB no se usan las TIC cuando fue pionera en incorporarlas". ¿Y si un alumno se distrae con Facebook? "Si es una clase magistral donde el profesor recita lo que está en el manual, hasta lo entiendo", admite, "si es en mi clase me planteo en qué estoy fallando yo".

Al prohibir ´al por mayor´, las nuevas tecnologías quedan como algo excepcional, cuando para docentes como Daniel Ruiz está claro que son "herramientas de innovación" que suponen "otra dimensión de aprendizaje" y abren "nuevas posibilidades".

Como Capellà, Ruiz teme que con la norma se puede difundir un mensaje "contradictorio" (y más en su caso, ya que enseña Innovación Educativa en el Máster de Formación del Profesorado). Recuerda además que los alumnos son adultos y que se debería perseguir para que de forma autónoma sepan hacer buen uso de la tecnología. Su apuesta hubiera sido regular al revés: "De entrada permitirlo todo y prohibir algunos usos determinados".

"Entiendo que se ha hecho para salvaguardar ciertas situaciones y evitar ciertos abusos, pero a mí me complica el trabajo: ahora tendré que explicitar que no solo pueden encenden sus dispostivos, es que en mi clase deben encenderlos, de lo contrario no puedo enseñar". Así se pronuncia Jesús Salinas, profesor de Tecnología Educativa y director del IRIE, que también ve "contradictoria" la prohibición general que fija la norma, que a su entender "parece que va contra el espíritu de los tiempos y, en mi caso, de lo que explico".

Indica que sus clases se graban y recuerda que se transmiten por videoconferencia a las otras sedes insulares, con lo que entiende que "ahora habrá que pedirles permiso a los alumnos". Concluye que no será una regla "muy operativa" y aventura que en poco tiempo será "papel mojado" ya que se habla de móviles, tabletas y portátiles pero no de otros dispositivos que pueden polu como relojes inteligentes.

Nicolau Dols cree "contraproducente" limitar de manera tan "drástica" el uso de estos dispositivos. Argumenta: "Algunos profesores que creemos en entornos de aprendizaje cooperativo y que hemos puesto el proceso de maduración del alumno en el centro".

El profesor de Filología Catalana se plantea: "¿Dónde estaban los redactores de este reglamento cuando nosotros nos formábamos en metodología propia del Espacio Europeo de Enseñanza Superior?" Concluye con dureza: "Nueva muestra de una deplorable tendencia reaccionaria que se detecta últimamente en la UIB".

Jaume Sureda es, de los docentes consultados, quien más razonable ve la nueva norma ya que entiende que "no trata de eliminar de las aulas la cultura de la conectividad en la que vive el alumnado"; una pretensión que a su entender sería "del todo artificial y poco inteligente". El profesor de Pedagogía subraya que el objetivo es "encarar los malos usos" que los estudiantes -"¡y los profesores!"- puedan hacer de los dispositivos electrónicos y "potenciar los buenos".