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Entrevista

Juan Miguel Ferrer: "La cerveza nos iba a arruinar, con calidad hay negocio en Platja de Palma para 40 años"

"Si al paisaje de la playa le quitas las hordas de juerguistas, tienes un destino perfecto"

Juan Miguel Ferrer (Palma, 1970) es uno de los impulsores de la marca Palma Beach, que nace para distinguir a los negocios que apuesten por la calidad, la renovación y un turismo saludable y sostenible. m. mielniezuk

-Estamos a 300 metros de la calle del Jamón, donde sirven la cerveza por piscinas. En la misma acera del muy recomendable y estiloso restaurante El Chiringuito, propiedad de la familia Ferrer y lugar de la entrevista, hay varios prostíbulos disfrazados de "table dance". También abundan los baretos de pizza y salchicha barata, y los comercios con souvenirs de mercadillo y oferta de cubo con bebida. Su Chiringuito no deja de ser un oasis en medio de un desierto...

-Es cierto, ahora mismo negocios como este son oasis en un desierto de mal gusto. Es así.

-¿Y de verdad tiene remedio?

-Pues creemos que sí, por eso invertimos en un cambio de modelo. Hace treinta años esta zona tuvo otro tipo de negocios y clientes que se portaban bien, con un poder adquisitivo alto. Podemos volver a eso y darle la vuelta a la playa.

-Su familia lleva décadas haciendo negocios aquí. ¿Cómo era la playa en la que usted creció?

-Mi padre invierte en la playa desde hace 57 años. Yo nací hace 45. Era una zona con pinos, con dunas, aún sin reformar, más parecida a lo que es hoy es Trenc que a esto. No estaba organizada, no era tan salvaje. Ya había hoteles, pero estaba más proporcionado. Luego se mezcló el turismo de familia con un turismo que empezó a llegar en masa, que llenó la playa de un público fuera de las familias, distinto al actual: entonces se comportaban bien, no había altercados.

-¿Y qué pasó?

-Imagino que fue un cambio generacional. Y que se ha tomado como referencia el mal gusto. Lo que se ha intentado en medios alemanes es colgarnos un estereotipo de fiesta y de desmadre elevados a la enésima potencia, que nada tenía que ver con lo que realmente estaba pasando. Eso ha derivado en una depravación del ejemplo."Por cada cinco fotos de mal gusto en la playa debemos lanzar cinco de lo bueno que aquí se hace"

-Es curioso, parte de la prensa alemana reacciona airada cuando en Mallorca se plantea cualquier política destinada a limitar el desparrame y los excesos.

-Exacto, así es. Platja de Palma no debería perder ese rasgo de verbena. Pero deberíamos hacer como en otros sitios del mundo, llámese Daytona, Acapulco o Cancún: allí tienen springbreaks [fiesta de primavera, una juerga joven, universitaria, que durante unas semanas abarrota de fiesta desenfrenada destinos turísticos de playa]. Pues organicémonos un springbreak de veinte días, con una especie de "vale todo", dentro de unas normas. Pero que sean veinte días en mayo. Y si luego se puede hacer algo para gente más mayor en septiembre o en octubre, tipo Oktoberfest, pues hagámoslo. Pero eso, y se acabó: no podemos seguir teniendo la verbena siete meses.

-El modelo verbena se basa en precios bajísimos en comida y alcohol. ¿De verdad es rentable?

-Para grupos que trabajan con grandes volúmenes sí. El resto es un modelo empresarial parasitario que le sigue, empresas de supervivencia, sin concepto: hago más de lo mismo, vendo la salchicha cinco céntimos más barata, o la cerveza, para intentar captar el residuo de lo que no se quedan los empresarios de las mecas verbeneras.

-¿Qué se ha perdido en ese tránsito al turismo de excesos que les gustaría recuperar con la marca de calidad Palma Beach?

-Debemos recuperar la esencia de la desestacionalización que se llegó a conseguir en esta playa, que ha estado abierta diez meses, más que la media. Con este modelo de verbena se nos escapan las familias, las parejas, las personas normales. Todo el mundo coincide en que la playa en invierno es espectacular. ¿Por qué? Porque no están las hordas de juerguistas, los grupos de jovenes borrachos a las once de la mañana. Si al paisaje le quitamos eso, tienes un destino perfecto. ¿Que nos costará tres, cinco años? Los empresarios estamos dispuestos. Aquí tiene que haber sitio para una tercera generación: hay que hacer algo sostenible para que podamos comer las familias de Mallorca en los próximos años.

-Y para eso crean Palma Beach. ¿Qué es?

-Es una marca paraguas que da cobertura a la calidad y la excelencia. Un sello para quienes quieran optar por un modelo de reinversión, de calidad, de buen gusto, otro turismo, con conceptos de éxito en los mejores destinos del mundo. Palma Beach parte de la idea de cultivar una buena imagen y un producto excelente, para contrarrestar el mal gusto reinante. Por cada cinco fotos de mal gusto que salen de la playa tiene que haber cinco de buen gusto, que muestren que también pasan cosas buenas.

-¿Cómo funciona el club? ¿Qué requisitos exigen?

-Los requisitos son calidad, innovación, reinversión, especialización. También tipismo, relación con las raíces de la isla. Al restaurante sa Farinera no vamos a pedirle que cambien, al contrario, nos encantan, ya son algo especial: es más, por favor, Ángel [el dueño], no lo toques, es maravilloso [ríe].

-Pero también ponen limitaciones. No permiten por ejemplo que los bares adheridos tengan ofertas de alcohol€

-Sí. En restauración no puedes tener tiqueteros en la puerta empujando a gente dentro, no puedes tener happy hour, no puedes hacer ofertas engañosas y tu oferta no puede estar basada solo en el alcohol. Son cuatro razones por las que no puedes entrar en Palma Beach. Y la triste realidad es que solo con eso excluyes al 80% de las empresas de la zona, o más.

-¿Y los límites del comercio?

-Las tiendas tienen que tener sus productos dentro del establecimiento, no pueden vender falsificaciones y no pueden basarse solo en precios, con negocios tipo "todo a un euro".

"Los hoteleros lo están dando todo y quieren lo que nosotros, un entorno de convivencia y diversión"

-Es decir, no competir con el ambulante ilegal imitándolo.

-Exacto. Toca diferenciarse. No pelear por vender el mismo sombrero o la misma toalla. Y en supermercados, lo mismo: no pueden tener más del 30% de la oferta dedicada al alcohol, no pueden estar vendiendo cubos, ni bocadillos preparados previamente. Que hagan su función. Incluso si quieren vender bocadillos, bien, pero que te lo corten al momento y te lo hagan, como toda la vida, más como un deli neoyorquino. Hay sitio para supermercados: si viene gente especializada en delicatessen, en productos de calidad de Mallorca, en sal de es Trenc, en jamones... pueden sumarse al sello. Pero hoy los supermercados son meros puntos de abastecimiento de alcohol.

-Quizá los supermercados son el ejemplo perfecto de la degradación, de cómo abaratar el producto acabó con los cócteles para vender cervezas por palés.

-Sí, es así. Si el hotel ofrece cada vez más servicios, el cliente no sale para comer, con lo que el restaurante deja de centrarse en la comida y empieza a dar bebida, que al tiempo no basta porque se vende en supermercados. Y hemos llegado al punto en el que no hay más escalones de degradación. Creo. Lo siguiente sería un camping. Pero hay que creer que se puede cambiar, que hacen falta estándares de calidad. O no funcionará. No queremos gente asociada de cualquier manera, no se trata de eso€

-No, más bien parecen los resistentes de El Álamo, diez románticos peleando contra hordas€

-[Ríe] No somos románticos en un mundo irreal, no. Es una oportunidad real. Y de hecho nos está llamando la atención la aceptación rapidísima entre inversores de la zona, e incluso grandes hoteleros.

-¿Cómo lo han recibido los hoteleros?

-Muy bien. Parecía que nos estuviesen esperando: nos han reforzado y han enriquecido la idea, pidiéndonos que no arrojemos la toalla. Te llevas una sorpresa cuando te comunicas. Piensas que va a haber recelo y luego ves que no, que en el 90% estamos de acuerdo. Y ha pasado esto: sintonía perfecta.

-¿Con quiénes han hablado ya?

-Pues con la señora Carmen Riu, que lo entendió a la perfección, o más bien nos dejó hablar por educación, porque creo que lo tiene más claro que nosotros. Me sorprendió Juan Llull [el dueño de Hipotels, que tiene un cinco estrellas en construcción en la zona], que a los tres minutos de empezar me dio dos cachetes cariñosos y me dijo: "Chico, yo esto lo empecé hace veinte años en Cala Millor con un grupo de empresarios y he pasado de tener cuatro hoteles a veinte. Es el camino, la calidad". Y lo mismo los señores de Pure Salt [hotel Garonda, cinco estrellas], que aportaron ideas. Como en Iberostar: Aurelio Vázquez y Rodrigo Moscardó, junto a sus directores, lo recibieron bien [Iberostar acaba de estrenar un cinco estrellas en Platja de Palma]. Igual que Guillem Alomar [hotel Llaüt, otro cinco estrellas] y que Toni Horrach [de HM Hotels, que está invirtiendo mucho en elevar de nivel hoteles en Platja de Palma]. Gran sintonía. Aún nos vamos a ver con Grupotel, Negresco€

-¿Y qué entienden los hoteleros que falta en la zona?

-Ellos lo están dando todo y les falta un entorno adecuado: que un viajero de cuatro estrellas plus o de cinco estrellas, que ha reservado un producto de calidad, con spa, infinity pool, servicios de excelencia, sale del hotel y se encuentra gente tirada, borracha a las once de la mañana, gritando y molestando. Los hoteleros quieren lo mismo que nosotros, un entorno de convivencia y diversión, que de noche se vista de fiesta, pero que de día ofrezca una playa tranquila, agradable. ¿Puede haber en puntos concretos fiestas de día? Pero que sean puntos concretos, no una playa contagiada por los excesos de un grupo de alemanes que cantan la canción de su equipo de fútbol durante cuatro balnearios, o se disfrazan de espermatozoides y hacen todo tipo de tonterías.

-¿Y qué será del que vende cerveza por piscinas o esos comercios familiares que, por la degradación de la zona, han rebajado sus niveles de calidad hasta vender productos de rastrillo?

-Se darán cuenta de que el entorno ha cambiado y se adaptarán. Falta que se lo crean y apuesten. Verán que ganan más y encima son más felices, porque estarán más orgullosos de su negocio. Aquí al lado hay una tienda que ha cambiado su modelo y es preciosa, y está vendiendo bien. Nosotros desde que hemos hecho el cambio de calidad vendemos más. La gente se llevaba las manos a la cabeza: "Estáis locos, si estáis llenos". Pues va mejor. Y el resto de los que están en Palma Beach están muy satisfechos: más rentabilidad y sobre todo, vemos futuro. Siempre dije que la cerveza nos iba a arruinar, con este modelo de calidad hay negocio para 40 años, seguro. Y tenemos muchísimas ventajas: locales espaciosos y proximidad con la playa, algo que no hay en Palma.

-Han subido sus precios. ¿Los clientes de la zona lo aceptan?

-Sí, pero con el tipo de turista que hay, cada día en seis mesas ven la carta, se levantan y se van. Hemos ganado otros clientes y, sobre todo, hemos ganado residentes.

-Para que nos hagamos una idea del tipo de cliente que se va. ¿Cuánto cobran por una paella?

-Una paella cuesta 13 euros, si es la mejor, de marisco, se va a 18. Son precios competitivos, pero algunos se van: habla de lo bajo que es parte del perfil de cliente en la zona.

-Palma Beach nace de la iniciativa privada. ¿Se han cansado de esperar por lo público y sus planes de inversión incumplidos?

-Sí. Vimos que en año y medio de intento con la administración no se movía nada, y que en las asociaciones tampoco se avanzaba en decisiones ejecutivas. Optamos por empezar a hacer, con esta marca privada, que puede avanzar sin justificarse ante nadie. Pusimos estándares de calidad, algo así como la pequeña Michelin de la Platja de Palma, con todo el respeto a las estrellas Michelin [ríe]. Y lo hicimos con el ejemplo, invirtiendo. No desistimos con lo público: queremos ser un motor privado, y que haya uno público que empuja en la misma dirección. El día de mañana lo público tendrá que invertir, hay problemas muy grandes, como por ejemplo el parking, que no hay sitio para aparcar. La gente aparca delante de chalets de tercera línea.

-Quizá es el momento de pedir que se reinvierta en eso el nuevo impuesto turístico. Por cierto, ¿qué le parece la ´ecotasa´?

-Los turistas a los que se les ha preguntado, el 80% o más acabó diciendo que si de verdad va al medio ambiente y mejorar las islas, bienvenido sea. Soy de la misma opinión. Si el impuesto se va a dedicar a eso, y además podemos ayudar a la serra de Tramuntana o a los pagesos, estupendo. Lo que no me gustaría es que se diluya y no sepamos en qué acaba el dinero.

-¿Qué Platja de Palma sueña para cuando se jubile?

-Una que sea uno de los destinos más importantes del mundo. Autosuficiente, enfocada al deporte, a la comida orgánica, a la diversión saludable, que pueda abrir doce meses, que sea parte de Palma y se nutra de ella, con un transporte público que funcione y llegue en menos de quince minutos. Que la gente pueda divertirse a cualquier hora sin molestar a los demás.

-Por cierto, han desaparecido las discotecas en Platja de Palma. ¿Qué han pasado?

-Que se han vuelto burdeles. Todas. No somos curas, ni moralistas, somos gente mediterránea, que cree que la gente se lo tiene que pasar bien, disfrutar en las terrazas. Creemos en la brisa del mar y en la buena fiesta, el buen gusto, el buen comer, el buen beber. Creemos en la vida rodeados de cosas bonitas, que la vida es corta. Es lo que queremos para Platja de Palma, un sitio en el que estés rodeado de cosas bonitas. Si es así, esta playa tiene un gran futuro.

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