Los admirables servicios de propaganda inventan complicadas ecuaciones para promocionar a las autoridades bajo su tutela, con resultados a menudo reversibles. Verbigracia, Cort presume ahora mismo de que sesenta palmesanos aguardan una cita con el semialcalde de Palma, Jo Hi. Les imagino expectantes, sabedores de que la cita con el líder socialista cambiará seguramente sus vidas.
Además de los sesenta palmesanos en ardiente lista de espera, el semialcalde presume de haberse entrevistado en un año con otros 254. Ahora bien, esta ciudad despiadada alberga a casi medio millón de almas, y solo tres centenares han mostrado un interés mínimo por conocer al estadista que la gobierna. Dicho de otra forma, 1.999 de cada dos mil ciudadanos prefieren no encontrarse cara a cara con Jo Hi.
Siempre fuimos una ciudad desagradecida con nuestros próceres. Llame a su alcalde, no le permita hundirse en el desconsuelo. Desde la perspectiva de Cort, lo lógico sería esconder una cifra que confirma el nulo atractivo de Jo Hi. No debe extrañarnos que el PSOE anumérico se vanaglorie de un fracaso. Ni siquiera se enteró de que contaba con números suficientes para gobernar España después del 20D.
Se demostrará a continuación que superamos en efectividad a los servicios de propaganda de Cort. La foto digna de premio de Sebastián Terrasa demuestra que, a diferencia de los palmesanos, los turistas de la Playa de Palma muestran un inusitado interés por Jo Hi. Por lo menos, a partir de la segunda cerveza. El Ayuntamiento ha de difundir imágenes de esta guisa, con un político carismático que arrasaría si se presentara a la alcaldía de Múnich.
Admiren la espontaneidad de todos los protagonistas de la foto excepto uno. Si no fuera por la palabra sagrada del fotógrafo, creeríamos que insertó una maqueta con un varón acartonado entre los risueños alemanes. Una vez verificada gráficamente la apuesta del alcalde por el turismo de calidad, nos sentimos obligados a comunicarlle que los trileros campaban a sus anchas el miércoles en la Platja de Palma. En el bien entendido de que desplumar a idiotas no me parece un delito, y prefiero que las fuerzas armadas de Cort hundan a los party boats. En aras de la ecuanimidad, la vigilancia policial ha mejorado este año en la zona.
A falta de un PP en condiciones en el Parlament, la oposición al Pacto de Progreso corre a cargo de la sala de lo contencioso de Tribunal Superior de Justicia de Balears. En una cadena de decisiones jurídicamente impecables, se ha cargado la política proteccionista indispensable para que algún metro cuadrado de la comunidad quede sin construir. Indemnizaciones a las autopistas ibicencas, indemnizaciones a depredadores ibicencos, autorización de construir sin limitaciones de calendario en Andratx, vía libre a la destrucción de Ses Fontanelles y una larga lista. Un caso es una anécdota, dos suponen una coincidencia y tres imprimen una tendencia.
La autorización cautelar de Ses Fontanelles contra la norma del Consell asombra especialmente, porque el Superior no tomó precaución alguna contra Son Espases, El Corte Inglés o Porto Pi. El tribunal se basa en que "sus competidores más próximos, que están realmente bastante próximos, no se han visto por el momento impedidos de desarrollar sus proyectos". Dado que se refiere al Carrefour en la misma zona, es alarmante que un pronunciamiento judicial funcione por alusiones veladas. Todavía es más grave el razonamiento de que un primer permiso debe multiplicarse a todos los proyectos subsiguientes para "habilitar la competencia real". ¿Proponen sus señorías una veintena de complejos comerciales en el Coll de'n Rabassa?, ¿hay alguien, juez o no, que sostenga que Mallorca posee un déficit de "competencia" macrocomercial?
Ojalá el Superior hubiera adoptado alguna medida cautelar paralizadora en Son Espases, antes de que sus fallos a favor de la destrucción de La Real fueran anulados por el Supremo. La máxima instancia ridiculizó con saña a sus inferiores, planteándoles que consultaran los términos de cultura y patrimonio. Ilegalizó el hospital pero, claro, ya estaba construido. Igual criterio operó en el pisito millonario o palacete de José Ramón Bauzá. El Superior aprueba, el Supremo condena, pero ya está desfigurado el entorno catedralicio. En la empresa privada, habría despidos.
Nadie duda de la capacidad de los jueces, y de dos de ellos en concreto. Por ejemplo, fueron pioneros en multar a los alcaldes que imponían sentencias de demolición. Sin embargo, no es lógico que el urbanismo de Balears repose en cinco personas. O por lo mernos, disuelvan todos los departamentos urbanísticos, para que podamos pagar las indemnizaciones a que nos condena el Tribunal Superior.
Los votantes del PP estamos hartos de los genios de nuestro partido, empeñados en transformar la estrepitosa derrota popular del 26J en un triunfo histórico. Hemos reafirmado la pérdida de dos de nuestros cinco diputados de 2011, fenomenal resultado. Suerte de la lucidez crítica del senador Miquel Ramis, a ver si enseña a contar a la portavoz ecosoberanista Marga Prohens.
Los votantes del PP también estamos hartos de la expresión denigrante "voto del miedo". No acudimos el domingo a las urnas en nombre de Venezuela, sino porque Podemos nos había planteado una competición estimulante. Hemos peleado noblemente por la primera plaza con los desharrapados de Pablo Iglesias, en una lid arbitrada por Jorge Fernández Díaz. Ni se nos ocurriría desacreditar a un rival en tan buena forma, que nos ha puesto en serios aprietos y nos ha arrebatado dos diputados en Balears además de medio centenar en toda España. Queremos ganar a los mejores, lo cual descarta al PSOE.
Reflexión dominical rehabilitadora: "Los resultados de las elecciones hubieran sido idénticos o muy parecidos si no los hubiera presentado Jorge Fernández Díaz".
