El proyecto internacional LIGO ha anunciado hoy la detección de una segunda onda gravitacional, generada por la fusión de dos agujeros negros. La Universitat de les Illes Balears ha sido la única universidad española que ha contribuido a este descubrimiento con el trabajo de análisis de datos del Grupo de Relatividad y Gravitación y con la menorquina Alicia Sintes al frente.

Apenas tres meses después de que hiciera público el hito de haber registrado por primera vez en la historia una onda gravitacional, LIGO revela una segunda detección, lo que confirma el inicio de la era de la astronomía gravitacional. Las ondas gravitacionales son ondulaciones del espacio-tiempo que se generan como resultado de fenómenos muy violentos en el cosmos; fenómenos que irradian mucha energía como la fusión de agujeros negros, las explosiones estelares en supernovas o parejas de estrellas de neutrones. La existencia de estas ondas suponía el último fleco que quedaba pendiente de comprobar de la Teoría de la Relatividad General de Albert Einstein. Poderlas registrar es un paso muy importante para la física teórica ya que supone una nueva manera de recabar información sobre el universo, al tener la posibilidad de lograr datos que eran inaccesibles con los métodos utilizados hasta ahora, como los rayos X o las ondas electromagnéticas.

El Grupo de Relatividad y Gravitación de la UIB ha desarrollado un importante papel en el desarrollo de los cálculos y la descripción de modelos de ondas gravitacionales para su identificación. Los doctores de la Universitat Alicia Sintes y Sasha Husa son miembros del Consejo de LIGO desde 2004, una iniciativa en la que participan más de 30 instituciones de todo el mundo -incluyendo centros de prestigio indiscutible como Caltech o el MIT- y más de un millar de investigadores. Desde marzo, Sintes está al frente además de uno de los cuatro grupos de análisis de datos que trabajan en esta iniciativa, el LIGO-Virgo.

La primera onda gravitacional fue detectada -gracias a un instrumental de detección de elevada sensibilidad- en septiembre. El agujero negro resultante de aquella fusión desprendía una energía superior a 60 masas solares. El hallazgo se hizo público en febrero, después de meses de cálculos y comprobaciones (proceso en que la UIB colaboró de forma muy activa).