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Análisis: La Infanta revive su pesadilla, por Felipe Armendáriz

No sabemos cómo ha interiorizado la infanta Cristina el larguísimo juicio del caso Nóos, pero nos lo podemos imaginar. Pese a sus tablas, el rostro de la hermana del Rey denotó una enorme tensión e incomodidad a lo largo de las numerosas sesiones a las que se vio obligada a asistir, junto a su marido, con el que apenas intercambió confidencias en público.

La exduquesa de Palma solo se relajó el último día de las declaraciones de los acusados y se despidió de la sala con una sonrisa y con apretones de manos.

Hoy le toca volver al aula de la EBAP reconvertida en foro judicial y que esta mañana aparecerá, otra vez, trufada de policías y periodistas.

Doña Cristina no dice lo que piensa, aunque le ha dado mil vueltas a su futuro procesal y, enamorada ella, al de su marido, que siempre lo ha tenido más negro que el suyo.

Sus abogados siempre han sido optimistas, aunque han ido cosechando derrota tras derrota. Ahora confían en la victoria final, máxime cuando su principal rival, el apestoso sindicato Manos Limpias, está casi moribundo. No hay pruebas para condenar a doña Cristina, repiten los prestigiosos juristas capitaneados por Miquel Roca i Junyent. El ex político, la semana próxima, deberá explicar en la Audiencia Nacional cómo negoció con Manos Limpias la retirada de la acusación contra su cliente. Hoy se sabrá si Manos Limpias, que ha quedado reducido a su letrada Virginia López Negrete, mantiene las acusaciones contra la Infanta. Negrete anda algo pachucha, pero tendrá sus minutos de gloria.

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