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Opinión

Villar mir y Florentino, Urdangarin y la Infanta

Villar mir y Florentino, Urdangarin y la Infanta

En cuanto se disipen las brumas de la actualidad, Mallorca levantará sendas estatuas a José Castro y Pedro Horrach, con la única previsión de que sean ubicadas en los dos extremos de la isla. La pugna entre jueces y fiscales viene tan fatigada como la disociación entre periodistas carnívoros y escritores lloriqueantes. Los ribetes tragicómicos del divorcio de los campeones mallorquines de la lucha contra la corrupción se deben a que la ruptura viene provocada por una vulgar Infanta. Y no la más espabilada del gremio, a juzgar por sus declaraciones en sede judicial.

La corrupción exige jueces que no se compliquen la vida. Mallorca, sin ir más lejos, ha sido destrozada urbanística y moralmente por profesionales de la judicatura guarecidos en los códigos, y que todavía controlan poderosas instituciones. Una vez que la rebeldía de un ramillete de magistrados al amparo del Derecho llevó a dos mil políticos españoles ante los tribunales, el PP decidió actuar.

Rajoy descubrió que la forma más rápida de acabar con la corrupción consiste en dejar de perseguirla. El Gobierno maniató a los jueces, limitando los plazos de instrucción. El cronómetro se entregaba a los fiscales, a menudo tan valientes como los magistrados contra la corrupción, pero disciplinados jerárquicamente. Al igual que en el caso Infanta, los enturbiadores no contaban con José Castro.

El magistrado mallorquín invierte el gigantesco capital acumulado por su crédito personal en enfrentar a la ley con sus contradicciones. Tenía opciones profesionales más cómodas. Si en el Palma Arena ha explorado la infiltración de la corrupción en las altas magistraturas del Estado, en Son Espases tiene a su cargo el mayor escándalo económico de la historia de Balears. Se cierra el arco corrupto del Túnel de Sóller, la carretera y el hospital fueron en su momento las mayores obras públicas de la comunidad.

Las comparaciones son inagotables. La pretensión de Anticorrupción de desligar la concesión fallida de Son Espases de la finalmente materializada puede ser jurídicamente impecable, pero no cuadra con las leyes del castigado cerebro humano. Procesar a quien no construyó el hospital y eximir al favorecido con el macroproyecto sería cómico, si no mediaran miles de millones de euros públicos. Villar Mir y Florentino Pérez son tan inseparables como Urdangarin y la Infanta, por mucho que Horrach intente otra escisión con la habilidad quirúrgica exigida a Shylock en El mercader de Venecia.

En primera persona, he tenido que sufrir a los altísimos ejecutivos de Villar Mir hoy imputados. Los epítetos y acusaciones que vertían sobre Florentino, tras el viraje en la concesión, son irreproducibles. Prometían acciones penales, hablaban claramente de dinero. Su ira se limitó a un tímido contencioso. Imaginen mi sorpresa al ver a Villar Mir alineado en la candidatura de Florentino a la presidencia del Madrid. Inseparables, son el presidente y el secretario general del auténtico partido gobernante en España.

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