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Opinión: Un encuentro inhabitual con un juez, por Felipe Armendáriz

No es normal que en un caso de tanta trascendencia como es Nóos los abogados de la cuasimputada infanta Cristina pidan al juez instructor una reunión en un lugar apartado, fuera de testigos incómodos o de periodistas.

Quizás la intención de Miquel Roca era presentarse ante el juez José Castro, pero para ese saludo protocolario o incluso para evacuar las primeras consultas con el instructor el marco más adecuado es la sede judicial.

Castro interpretó a finales de 2013 la propuesta de Roca como algo sucio y replicó al intermediario del veterano jurista y expolítico que lo mejor sería verse en su despacho de Vía Alemania. El juez ya no supo nada más de esa cita, pero la proposición le causó inquietud por las posibles intenciones aviesas de los abogados con esa reunión.

Si los defensores de la hermana del Rey no querían hacer ninguna maniobra oscura, como aseguran, se equivocaron en el escenario ofrecido para el encuentro, por mucho que quisieran burlar a los periodistas que frecuentan Vía Alemania.

A Castro le impactó aquella extraña oferta, tanto que lo comentó con su secretaria y el fiscal encargado del caso Nóos, Pedro Horrach, por si él sabía algo más de la cita clandestina.

Dos años y medio después. Castro ha plasmado aquella conversación con el emisario de Roca en un relato que ha remitido al juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, que investiga si Manos Limpias intentó extorsionar al jurista catalán para, a cambio de 3 millones, retirar la acusación contra doña Cristina. Castro estaba inquieto desde aquel día y ahora cree haber cumplido con su deber al revelar el episodio. Su narración, en principio, no será tenida en cuenta por Pedraz, pero ya ha dado la vuelta a España. Es otra pieza más en un caso como Nóos, que, no nos cansamos de decirlo, es extraordinario.

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