Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La fiesta en paz

Del "Váyanse a la m..." al déficit de ´seny´

Amadeu Hurtado, dibujado por Ramon Casas.

Cuatro palabras pronunciadas por una ilustre señoría desde la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados resumen el sentir de los españoles: "Váyanse a la mierda". Si no se hubiesen dicho en tan digno escenario jamás se hubiesen reproducido literalmente en este artículo. "Váyanse a la mierda", escupió José Antonio Labordeta en una atinada intervención parlamentaria. Definen la actual situación política. "Váyanse a la mierda, coño", remató el cantautor, profesor y político aragonés.

Para evitar un exceso de lenguaje escatológico, aunque se queda corto ante lo que piensan y dicen la mayoría de españoles, recurriremos al seny catalán. Amadeu Hurtado (1875-1950) fue un abogado y político catalán que actuó en 1934 ante el Tribunal de Garantías Constitucionales en un pleito entre la Generalitat y el Gobierno republicano. Se cuestionaba la Llei de Contractes de Conreu, un asunto aparentemente menor. Sin embargo, el maximalismo, la cerrazón y la incompetencia de los políticos de turno propició la degradación del clima político y la exacerbación del enfrentamiento entre izquierdas y derechas, que culminó con la huelga revolucionaria de Asturias y la proclamación del Estat Català por parte de Companys. Dos años después llegó el colofón trágico de la Guerra Civil.

Hurtado mantuvo reuniones con numerosos políticos entre los que destacan Niceto Alcalá Zamora, Manuel Azaña, Ricardo Samper y Lluís Companys. Sus experiencias, ideas y conversaciones de estos días quedaron plasmadas en un dietario que Quaderns Crema publicó con el título Abans del sis d´octubre, en referencia al estallido de la huelga revolucionaria de 1934.

Con espíritu abierto y con independencia de criterio desgrana las claves que mueven a los partidos políticos a actuar movidos por intereses que generan problemas en lugar de solucionarlos. Hurtado pronostica que "la primera dificultad del Estatut" degenerará "en un movimiento de extremismo catalanista". ¿Suena reciente, verdad? El equivalente al Tribunal Constitucional tumba la ley por un escaso margen y Companys se radicaliza.

La grandilocuencia hueca e inútil es uno de los defectos de la política de ayer y hoy. Hurtado busca una solución pactada a la crisis generada por los jueces. Mantiene un encuentro privado con el president y, en lugar de encontrar a alguien que aspira a la concordia, es obsequiado con una perorata digna de un iluminado: "Ha llegado la hora de dar la batalla, de hacer la revolución. Es posible que algunos de nosotros dejemos la vida en ella, pero perdiendo, Cataluña gana porque necesita sus mártires".

Como anota Hurtado, durante esta crisis se transmite la idea de que "la República es tan odiosa como la monarquía", y advierte de que "eso, además de injusto, puede resultar funesto". Quienes cada día denigran la democracia, con sus imperfecciones, con sus carencias y con su incapacidad de contentar en todo a todos, deberían reflexionar sobre las graves consecuencias que pueden traer las descalificaciones absolutas.

Cuando escribe que se necesitan "hombres entendidos en el arte de la esgrima y los que hay conocen mejor el arte de la pedrada" parece referirse a Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera, que con su fracaso a la hora de negociar un Gobierno, han abocado a los españoles a lo único que no querían: nuevas elecciones.

Olvidan estos políticos que "no es la acción sino las reacciones que en cada caso se pueden producir en el espíritu público las que deciden la suerte de los pueblos". ¿Y si la falta de acuerdo nos lleva a una abstención brutal, ayuda a que florezcan los extremismos o nos aboca a repetir el reparto de fuerzas? No se han planteado las consecuencias de su fracaso sobre la sociedad. Como comenta Alcalá Zamora: "Todos quieren que la República se gobierne según el pensamiento político de cada uno porque es el sufragio el que se equivoca y no uno mismo si la mayoría le es adversa".

"Los tiempos no están para fuerzas constructivas porque no se sabe lo que se debe construir". Este quizás sea el mayor de los problemas, el que explica todos los demás. Los de ayer y los de hoy.

Compartir el artículo

stats