Mallorca se prepara este año para reventar el techo de diez millones de turistas. La cifra, histórica en lo cuantitativo, puede llegar a ser un desastre en lo cualitativo, tanto en lo que se refiere a la satisfacción que pueda tener un viajero en un paraíso agobiante de puro abarrote, como en lo que atañe a la calidad de vida que pueden esperar los residentes de una isla en la que se temen problemas de abastecimiento de agua y energía y de saneamiento de agua, amén de los más triviales pero molestos excesos en los accesos a casi todas partes. El escenario ha abierto un debate que ayer hacía suyo el Club Diario de Mallorca, en una cita organizada por la Cámara de Comercio, Fomento del Turismo y la Universitat de les Illes Balears: ¿Dónde están los límites del turismo? ¿Hasta dónde se puede crecer? ¿Está la isla a punto de ser víctima del efecto Venecia, ese exceso que transforma un destino excepcional en un parque de atracciones masificado y asfixiante? Antes de comenzar el debate, se proyectó un vídeo que contraponía las versiones al respecto de hoteleros, empresarios de otras ramas, analistas turísticos y ecologistas, que coincidían apenas en una certeza: la saturación de los meses centrales del verano, julio y agosto, existe. El resto es colisión de intereses: los hoteleros culpan del exceso al alquiler ilegal (obviando que el 70% de los turistas siguen hospedándose en hoteles), los empresarios piden que se crezca fuera de los meses centrales (aunque nadie tiene claro cómo), los vecinos se sienten ninguneados por gestores políticos y económicos que anteponen el turismo a todo, y los ecologistas hablan de restricciones al turismo y cambio de modelo productivo. ¿Qué decían al respecto los cuatro participantes en el debate? Pues que la percepción de saturación existe. "Y el turismo es percepción", avisaba el conseller de Territorio, Marc Pons, que se mostraba optimista, a la par que realista. Realista: "En Mallorca pende de un hilo el abastecimiento de agua y el saneamiento de residuales que exigen inversiones desde hace tiempo. En Eivissa hay zonas sin agua potable y hay trabajadores con empleo que no pueden estar en la isla porque no encuentran vivienda", ejemplificaba, en referencia a que el volumen de turistas ha superado la capacidad. Y aún así es optimista: "Algo hemos bien todos cuando hemos construido un sector turístico capaz de generar riqueza y de una manera u otra, repartirla, aumentando la calidad de vida de todos, en terminos generales. Ahora hemos de planificar para que la percepción que es clave del turismo siga siendo buena y sigamos generando riqueza. La vía creo que tiene que ser la calidad, generar más riqueza" sin consumir tantos recursos, razonaba Pons, que avisaba sobre el alquiler: "Cualquier cosa no se puede alquilar".

¿Límites sí o no?

¿Hay que poner pues límites al turismo , el tipo de oferta y la llegada de viajeros? Discrepancias al respecto. De un lado, el sociólogo Tarabini y el economista Jaume Garau, que con ejemplos distintos exponían casos en los que los límites existen y funcionan, desde Menorca a París, pasando por Macchu Pichu. Unos usan peajes de entrada, otros fijan máximos en los párkings o cupos diarios. Pero restringen. "Sabemos que habrá que limitar el número de turistas, también para que el turista pueda disfrutar del turismo", resumía Garau.

Frente a esa idea, el exconseller de Turismo Jaime Martínez (PP), que también es un reconocido arquitecto y urbanista, cree "un error convertir las islas en un parque de atracciones, que es lo que pasará si ponemos cupos en playas o en monumentos. "Eso sería un desastre", opinaba, diferenciando a Balears de Venecia: "Por superficie Venecia es un 3% de Balears y recibe 22 millones de turistas, por 13 de las islas. La previsión es que en 2030 solo haya turistas allí, y nadie resida", reflexionaba Martínez, que como el resto de ponentes y la mayoría del público que se unió al debate defendía una receta: calidad.

Martínez, en ese sentido, sugería que se regule para "incorporar parámetros con los que consigamos que venga un turista diferente". "Si buscamos poder adquisitivo y regulamos para ello, vendrán menos turistas", ejemplificaba, proponiendo dar facilidades a quien invierta en las islas para apostar por la calidad, antes que hablar de máximos y cupos. "A mi también me gustaría que pudiésemos diversificar la actividad económica, pero es difícil: el 44% del PIB es turístico. La proporción más elevada de España.¿Por qué? Porque somos islas y exportar nos cuesta más. Podemos importar turistas o exportar conocimiento, que también hay que hacerlo, pero nada más. Hay que dejar de mandar mensajes negativos de que no queremos más turistas", abundaba el exconseller.

A su lado hablaba la experiencia, Tarabini, que recordaba que de calidad y desestacionalización se habla sin avances desde los años 70 "y seguimos igual", recalcaba. Aunque ahora hay un diferencia: el debate es diario y más intenso que nunca, aunque solo sea porque esa saturación de la que se habla es hace tiempo una percepción generalizada. Como es generalizada la preocupación, expresada por muchos de los asistentes a un debate en el que estaban el presidente de la Cámara, Josep Lluís Roses; el exconseller de Hacienda Carles Manera; el líder de la patronal de Comercio, Bartolomé Servera, y empresarios, o especialistas turísticos como el director de la Fundación Palma 365, Pedro Homar, o el directivo de Thomas Cook Hans Müller. Muchas voces es ideas distintas y una certeza, que es una condena a actuar: "La presión turística es grande y sabemos que seguirá creciendo", resumía Garau.

Mesa redonda: "Turismo: ¿dónde está el límite?"

Debate sobre los posibles efectos negativos de la llegada masiva de turistas que se prevé para esta temporada. Moderador, Josep Forteza Rey. Martes, 26 de abril. Club Diario de Mallorca. Calle Puerto Rico. Entrada libre