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Opinión: Las presidentas Armengol, Costa y Santiago, por Matías Vallés

Opinión: Las presidentas Armengol, Costa y Santiago, por Matías Vallés

El Govern se ha convertido en otra pesadilla para Félix de Azúa. Mujeres de contrastada entidad, a las que solo puedes descalificar de antemano con eructos de literato en declive. Francina Armengol, Pilar Costa y Fina Santiago son desde anoche las copresidentas de Balears. La primera de ellas celebró la coronación del triunvirato como un desafío femenino.

El secreto mejor guardado del matriarcado mallorquín es su disimulo. La titiritera no debe aparecer en la función. Ahora que las mujeres toman el Govern, la dinastía matrilineal se hace evidente. Armengol es la primera presidenta de Balears, desde julio. Sin embargo, Fina Santiago pudo optar en condiciones al cargo de haber aceptado un escaño por Més, y Alberto Jarabo la proclamó su candidata ideal para el Consolat. En cuanto a la ibicenca Pilar Costa, pionera de las listas unificadas de izquierda en el Estado español, solo la fijación enfermiza a su geografía la ha librado de responsabilidades superiores a un departamento autonómico. Ahora se verá obligada a vivir más tiempo en Mallorca que durante su anterior etapa al frente de una conselleria.

Qué lejanos quedan los tiempos en que las únicas mujeres que podían destituir a un conseller eran las esposas de los presidents. Desde ayer reina una troika compuesta por la primera presidenta de Balears, y otras dos políticas que pudieron ser presidentas. La decisión corresponde a Armengol. Ha tenido la astucia de camuflar su intolerable retraso en la sustitución de la consellera de Cultura, al embarcarse en una crisis de mayor calado con manifiesto feminista incluido. Si quieres que la tala de un árbol pase inadvertida, quema un bosque.

Le negaban a Armengol la posibilidad de encontrar a una mujer apta, así que coloca a dos. Solo una política mallorquina clásica exhibía esta relampagueante capacidad de respuesta, pero a la presidenta socialista no le agrada que la mencionen en su presencia. En la elevación de Costa y Santiago, se dibuja la magnanimidad de una gobernante que no teme ser oscurecida por personas que soñaron con su cargo. Sin embargo, al subordinarlas aflora también el sadismo sonriente de Armengol, tan acogedor en la bienvenida y tan hiriente en la despedida.

Las víctimas, al rincón. Armengol ha cargado ante todo contra Menorca en su conjunto. Se siente atropellada por la isla levantisca, y obra en consecuencia. En primer lugar, abofetea a Més per Menorca, nombrando en Cultura a una menorquina de Andratx. En segundo lugar, le pega una patada hacia arriba al menorquín Marc Pons, relegado a los legajos urbanísticos. Hay que remontarse a la Edad Media para encontrar métodos así de violentos de aplacar una rebelión.

Tres presidentas verdaderas y un solo vicepresidente de adorno. Biel Barceló debería ser el encargado de reivindicar que un varón puede gestionar una conselleria con solvencia aproximada a una mujer. Lo hará en voz baja, la envidiable calidad de vida del líder de Més se verá reforzada en el Govern de las mujeres.

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