Reconoce que ha provocado un fuerte desgaste a la Iglesia de Mallorca, pero se queda al frente de ella. El obispo Javier Salinas ha pedido perdón al clero diocesano por el impacto causado a raíz de la relación con su antigua secretaria, Sonia Valenzuela. Al mismo tiempo, reclama "unidad" y apoyo a su figura -"os necesito"-, y ha dejado claro que no piensa renunciar voluntariamente a la sede catedralicia de Palma. Es más, anuncia que después de casi cuatro meses de evitar actos públicos, va a incrementar ahora su presencia para transmitir una sensación de normalidad.

Salinas tiene ganas de seguir en la isla y asegura que cuenta con la bendición del Vaticano para continuar en el Palacio Episcopal, sin más respaldo documental que su propia palabra ya que Roma no difunde formalmente su postura.

El obispo de Mallorca da por cerrada la crisis desatada en diciembre al trascender la denuncia por "relación impropia" con su colaboradora, que presentó el marido de ésta ante el nuncio del Papa en España con traslado a la Santa Sede. Debido a esta denuncia, el Vaticano llamó a capítulo al valenciano, que se desplazó a Roma tres días en la primera semana de diciembre. Al cardenal canadiense Marc Oulellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, le correspondía analizar el expediente del caso que afecta al obispo de Mallorca para determinar si debía ser relevado por la repercusión de lo ocurrido.

Quiere seguir en la isla

Monseñor Salinas ha decidido permanecer en Mallorca, y según él tiene el nihil obstat para hacerlo. Se muestra convencido de que será capaz de reconducir la mala imagen generada ante buena parte de la feligresía católica.

El obispo no ha dado la posibilidad de que los párrocos mallorquines le expresen su parecer al respecto, según varios presbíteros consultados, algunos de los cuales le responsabilizan de haber perdido la credibilidad y provocado un daño irreparable a su labor pastoral en conjunto.

Encuentro tras la misa

El prelado se disculpó el miércoles por la noche ante un centenar de sacerdotes después de celebrar la misa crismal en la catedral, uno de los actos de mayor solemnidad de la liturgia romana. Como es habitual en esta cita anual, el obispo suele felicitar la Pascua de antemano a los presbíteros que le han acompañado en el altar.

En el interior de la sacristía, rodeado de rectores, Javier Salinas les explicó que en los últimos meses había "padecido mucho" a nivel personal: que también ha "hecho sufrir a otras personas", y que era consciente de que también les había hecho sufrir mucho a ellos. Por ello les pidió "perdón", recordando que para la Iglesia este 2016 es el Año de Misericordia.

Aunque Salinas no mentó expresamente a Valenzuela ni hizo alusiones más directas a la polémica desatada, todos los asistentes entendieron a qué se refería.

"Tenemos que estar unidos", lanzó Salinas a su vez un firme mensaje a los congregados. "Os necesito", remachó.

Las palabras del prelado, según fuentes presentes, fueron muy breves y recibieron unos aplausos, por otra parte un gesto habitual también de cada año. En ese corto encuentro con el clero Salinas no comunicó expresamente su firme decisión de continuar capitaneando la Iglesia mallorquina, aunque se dio por sobreentendido. Ha sido en otras reuniones días antes con la jerarquía donde Javier Salinas ha comunicado sus intenciones. También a nivel particular con algunos miembros de la curia. "Mis superiores me han dicho que siga", se refugió en la diplomática discreción vaticana para justificar su continuidad en la diócesis mallorquina.

Denuncia ante el nuncio

Los planes del prelado se conocen al poco tiempo de que el marido de su exsecretaria haya vuelto a reunirse con el nuncio del papa Francisco, monseñor Renzo Fratini, en Madrid. El esposo ha ido en varias ocasiones a la Nunciatura para exponer su situación y exigir que Roma relevara al obispo. Fratini ha podido ver fotografías y vídeos junto a un dossier en el que se documenta el estrecho vínculo que mantenía Salinas con la que fue su mano derecha hasta que fue denunciado y tuvo que prescindir de ella.

El denunciante contrató a una agencia de detectives que hizo un seguimiento a la mujer. Salinas recibía prácticamente a diario a su secretaria en el Palacio Episcopal, fuera del horario laboral, lo que provocó la separación de la pareja. El propio Salinas había oficiado la misa para festejar las bodas de plata, en la finca familiar que frecuentaba.

El esposo acusa a Salinas de haber roto su matrimonio católico, algo que el obispo niega, achacándolo todo a un capítulo de "celos" infundados del que es presa el denunciante. El prelado asegura que en ningún momento ha actuado "en contra de la doctrina de la Iglesia".

En los primeros días de la polémica, Javier Salinas salió a desmentir que hubiera sido llamado por la Santa Sede para dar explicaciones sobre su relación con su secretaria. Tuvo que admitirlo al cabo de unos días, escudándose entonces en que las altas instancias vaticanas le habían pedido silencio. Tantos vaivenes en la gestión de esta crisis han mermado la credibilidad del prelado, cuya auctoritas está en entredicho por un sector del clero mallorquín.

Ello no obstante, "nadie le dice nada, y por eso puede seguir", resume la situación que vive la Iglesia de Mallorca uno de los rectores preocupados por el devenir diocesano.