­Podía haber viajado en el fatídico metro de Bruselas como cada mañana para ir a trabajar al Centro Balears Europa pero una llamada lo evitó. A la hora en la que estalló la bomba en Maelbeek Beatriu Marín se encontraba en la parada de bus situada justo enfrente de la estación de Schuman, cercana a la del escenario del atentado. Así que se tropezó con un panorama dantesco. "Vi cómo sacaban los primeros cadáveres y los heridos salían de la boca del metro con la ropa rota entre humo negro", relata todavía con el miedo en el cuerpo.

Cuando oyó la explosión y vio a las víctimas, corrió hacia ellas. "Ha sido caótico. Muchos lloraban y sufrían ataques de ansiedad pero enseguida apareció la policía y desalojó el lugar para evitar aglomeraciones", rememora la joven de Binissalem.

Marín, que trabaja en la sección de políticas de turismo e innovación del centro Balears Europa, esperaba el autobús para ir al aeropuerto de Zaventem porque había recibido una llamada avisándole de que se había producido un atentado. Es corresponsal en una productora para diversos medios audiovisuales y debía hacer un directo desde el lugar de los hechos pero le sorprendió otra bomba en el metro y ya no llegó.

"Sentí miedo cuando la policía nos obligó a correr para alejarnos del lugar-recuerda- Lo primero que se me ocurrió fue dirigirme a una calle diferente a la de la avenida en la que se encuentran todas las instituciones europeas por si estallaban más bombas".

Desde allí se dirigió hacia la sede de la productora situada en la calle de la Ley, donde están ubicados los principales edificios gubernamentales. Desde el mediodía permaneció retenida junto a otros corresponsales porque si salían del inmueble corrían el riesgo de no poder volver a entrar por los rigurosos controles de seguridad existentes en la zona.

Todavía piensa que ella podía haber viajado en el metro destrozado. "Lo uso cada día para ir al Centro Balears que está situado a tres paradas del metro objetivo del atentado", reflexiona mientras piensa en sus dos compañeras de trabajo, también mallorquinas, que trabajan con ella desde hace dos años en la entidad balear en Bruselas con una beca de la Comisión Europea. No se vieron afectadas por los atentados porque a una de ellas le avisaron de camino a la oficina y otra estaba en una conferencia.

En lo único que piensa ahora Beatriu Marín es en poder regresar a Mallorca. Tenía un billete reservado para hoy por la noche. Ayer quedaron cancelados todos los vuelos y esperaba que a lo largo del día de hoy quedase restituido el tráfico aéreo.

Retenidos en los edificios

A Antoni Vicens, un solleric que trabaja como técnico asesor en políticas europeas en la Delegación del Govern de la Generalitat en la Unión Europea en Bruselas, no le afectó la bomba de la estación de Schuman por unos pocos minutos. "Poco después de abandonar la línea de metro afectada por la explosión y llegar al edificio de la avenida donde se encuentra la parada se produjo el atentado", resalta Vicens. Salió a la calle, vio una densa humareda negra y la aparición de una multitud de agentes de seguridad.

Estuvo retenido en la delegación europea tras acordonar la avenida y las entradas de las principales sedes comunitarias. Sin embargo, Vicens percibió que pese a la situación de pánico en los primeros instantes del atentado del metro, "se actuó con rapidez para intentar volver a la normalidad". En su opinión, "los ciudadanos parecían estar preparados psicológicamente tras los ataques de Francia porque la presencia militar era elevada". Vicens tiene un vuelo previsto para hoy rumbo a Mallorca, y al igual que Beatriu Marín solo espera que no quede cancelado.