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Un mallorquín necesita 17 años de su sueldo para comprar un piso

Un mallorquín necesita 17 años de su sueldo para comprar un piso

Los números siguen golpeando a los mallorquines, condenados a comer mortadela mientras pagan el jamón consumido en otras regiones. En nuestro ejemplo de hoy, el Índice de Esfuerzo Inmobiliario se define como “el número de años de sueldo íntegro que un ciudadano medio necesita para la compra de una vivienda de tipo medio”.

En la mayoría de comunidades españolas, el Índice de Esfuerzo Inmobiliario se halla por debajo de los siete años de salario. La media española es de ocho años. Pues bien, un trabajador medio de Balears necesita 17 años íntegros de su sueldo medio para comprar un piso medio. En concreto y para no ser tildados de alarmistas, 16,2. Y subiendo, en los últimos trimestres de éxito turístico. Así figura en el informe trimestral de la Sociedad de Tasación sobre Tendencias del sector inmobiliario.

Que alguien nos explique esto. Según se aprecia en nuestra ilustración, Balears se sale de escala en el Índice de Esfuerzo Inmobiliario tabulado. Es decir, la riqueza creada por los trabajadores mallorquines facilita por solidaridad el acceso a la vivienda de los habitantes de otras regiones. Mientras tanto, los generosos donantes isleños se quedan sin acceder a un piso medio, y serán desalojados de la isla por compradores extranjeros. O por los fondos buitre que fijarán precios de venta y alquiler inasumibles.

Mallorca fue condenada a un exceso de belleza, al alcance del bolsillo de los bárbaros pero no de los nativos expoliados. Dado que el abismal Índice de Esfuerzo se refiere a una vivienda y un salario medios, obliga a dos conclusiones simultáneas. Balears ofrece los pisos más caros para los trabajadores más empobrecidos por salarios insuficientes. Subvencionan a compradores de viviendas de otras regiones, antes de ser expulsados por ciudadanos centroeuropeos que compiten por sus casas desde el ventajismo económico.

Desconfíe de una solución al disparate inmobiliario a cargo del Govern. O de los líderes ecologistas, que siempre se han caracterizado por vivir en los enclaves privilegiados de la isla y en aliarse con los terratenientes extranjeros. Esperemos por ejemplo que el ejecutivo hiperprogresista explique por qué no acusa a la Infanta Cristina, que cobró cientos de miles de euros de los contribuyentes. Al mismo tiempo, sus servicios jurídicos mantienen la querella contra periodistas que se limitaron a desvelar un escándalo de la conselleria de Turismo. Ejemplar, sin duda.

En su torpe intento de sustituir las procesiones de Semana Santa por cursos de zumba, Cort ha olvidado que una medida contra el folklore también es folklórica. En mi último descubrimiento ciudadano empírico, los carriles-bici deshabitados no solo estrechan la red viaria aumentando el peligro para la integridad de peatones y conductores. Al recortar salvajemente las plazas de aparcamiento, también atentan contra el comercio de proximidad. Otra excelente noticia para las grandes superficies.

Siempre que le hablen de prensa seria por comparación con esta denigrante sección, recuerden que Le Monde bautizó “el Gandhi iraní” a Jomeini. Con este preámbulo, Monedero afirmó en vísperas de las elecciones generales que “somos una máquina de amor”. No le falta razón, a juzgar por el Govern enamorado. Empezó con una consellera matrimonial, y en menos de un año ha creado una pareja interconselleries. Aunque la paridad permitiría que la máquina amorosa enlazara solo a miembros del Ejecutivo entre ellos, al menos otros dos han conectado sentimentalmente con personas del exterior. Y de partidos ajenos al Pacto, infidelidad ideológica.

De los sesenta primeros alumnos de la facultad de Medicina pagada por el Govern, solo unos diez serán de Balears. El medio centenar restante procederá de otras regiones. Bienvenidos, y deberíamos precisar que los menorquines seguirán prefiriendo Barcelona como distrito universitario natural. La buena noticia sanitaria es el homenaje que a finales de abril se tributará en Son Espases a Oriol Bonnín. El admirable maestro del bisturí debería preocuparse de la proliferación de festejos en su jubilación. En el acto se prevé la participación del médico francés Alain Carpentier, tal vez el mejor cirujano cardiaco del planeta. No faltará el cardiólogo mallorquín Bernat Nadal Ginard, tal vez el único genio científico que dio Mallorca el siglo pasado. Protagonizó una ascensión meteórica de cabrero analfabeto en Artà a todopoderoso responsable del corazón en Harvard. Siguió una caída no menos espectacular, y su redención como pionero en el Santo Grial de la regeneración del músculo cardiaco.

Con todo respeto, me importa un bledo el honor de un tenista que gana decenas de millones de euros al año. Como escribía el gran Kurt Vonnegut, concedemos demasiada importancia a los niños eternos que juegan con pelotitas en calzón corto. Así pensaba también el tío del deportista, antes de contagiarse de la vanitas vanitatis. Por cierto, en Estados Unidos, desde donde amenaza urbi et orbi el pelotero, no es delito ninguna de las acusaciones que se le han formulado, por descabelladas que resulten. Allí no hay ofensa que valga para las celebridades, el honor calderoniano solo subsiste en los países tridentinos. Y si llega la demanda, cosa que dudo, podría sustanciarse en los juzgados del lugar de residencia del deportista. A saber, en Manacor. De este modo, la ministra francesa se sometería a la exigente legislación española. Es lo que se llama el “turismo del libelo”.

La exesposa del excapitán del Fortuna, el cual acaba de confesar en juicio que la espió, pertenece al círculo íntimo de Letizia Ortiz en Mallorca. En este caso sorprende la pericia técnica desarrollada por el marido marino en la vigilancia, sin que se hayan sustanciado ayudas externas.

Reflexión dominical protaurina: “En la concurrida manifestación a favor de la fiesta nacional se echó de menos la asistencia de algún toro”.

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