En un receso, desde atrás, Iñaki Urdangarin ha cogido la mano de la infanta salvando el respaldo de su silla de acusada. Este gesto resume la jornada de hoy del juicio de Nóos, en la que él ha intentado proteger una y otra vez a su "señora" de los intentos de implicarla en sus negocios.

En el tercer día de declaración de Urdangarin, la sala de juicios de Nóos, pertrechada con cámaras y focos como de plató de televisión, ha parecido a ratos un programa del corazón, como consecuencia de las preguntas de la abogada Manos Limpias, que han ido directas a la yugular: el papel de la infanta y de su padre, el Rey emérito.

La letrada ha exhibido ante acusados, público y periodistas varios correos de cuando, antes del caso Nóos, el matrimonio Borbón-Urdangarin vivía en Barcelona con sus hijos, cartas con contenido personal en las que él se refería a ella como Kid e incluso le confesaba: "A veces por no saber lo que piensas, voy más perdido".

El exduque de Palma estaba entonces casi tan perdido como en sus respuestas estos días, en las que se repiten decenas de "no sé", "no recuerdo" o "lo desconozco" ante la documentación que se le presenta.

En ese mismo mail, que trataba sobre un "regalo de Felipe" que les había costado "un pico", él le mandaba cuatro besos. En otro, le informaba del primer concurso público conseguido: "Era un hecho bonito y relevante, me sentía orgulloso", ha dicho Urdangarin, comenzando así su alegato en defensa de "la infanta", "doña Cristina" o, más coloquial, su "señora".

"Qué mejor persona que la que está a mi lado", se ha preguntado, para fundar Aizoon a medias, una copropiedad que la ha llevado al banquillo, aunque él ha insistido en que no tomaba ninguna decisión y ni siquiera trataban el tema: "Con cuatro hijos y los cuatro pequeños, intentábamos hablar de otras cosas".

Por no usar, ha aclarado, ella no usaba ni la tarjeta corporativa, de la que "no tenía las claves" pero en la que, según Manos Limpias, figuran cargos tan diversos como compras en supermercados o sesiones de peluquería que Urdangarin no sabe quién hizo.

Incluso cuando la abogada de Manos Limpias ha intentado ponerle contra las cuerdas por estos gastos -"¿Era Aizoon la caja única de su familia?"-, la pregunta ha quedado eclipsada por una melodía romántica que salía del ordenador de la letrada. "Perdón, se me ha saltado el iTunes", se ha disculpado.

El hechizo se ha roto en otro momento, cuando se ha mentado al Rey Juan Carlos en un correo dirigido al monarca que ha provocado un parón en el juicio.

La pausa ha sido para analizar si ese correo, dirigido a una dirección que comenzaba por "jcsumer", es decir Juan Carlos Su Majestad el Rey, estaba o no admitido en el sumario. El tribunal ha comprobado que no era así y ha pedido a Manos Limpias que no intentara engañar a la sala.

Pero Urdangarin se ha adelantado y ha respondido, sin querer, que el correo sí era del Rey y ha reconocido que le informaba de sus negocios, aunque sus palabras no constarán en acta. Acto seguido, en la pausa, se ha acercado a ella y le ha tendido la mano.

"On the record" sí ha dicho al tribunal que su suegro "en ningún momento" intercedió en sus negocios y "absolutamente no" le presentó a un empresario jordano para un proyecto internacional.

Lo ha hecho ante la mirada atenta de la infanta, que, relajada, incluso se ha reído cuando a una periodista se le ha escapado un "sí, sí" después de que la presidenta del tribunal haya anunciado una pausa de media hora.

En su decimocuarto día, el juicio ha vuelto a comenzar puntual en la Audiencia de Palma, aunque las diferencias con la primera jornada son abismales.

Hoy, el banquillo se parecía al aula de un colegio. Una acusada, explorando su vena creativa, coloreaba en su cuaderno y repartía chucherías, mientras otros tomaban, más serios, notas del juicio.

El único preso, Miguel Ángel Boned, se paseaba en los recesos con su cazadora deportiva como si estuviera en casa y saludaba efusivo a todos, incluida la infanta, contento de cambiar la celda por el plató.

"¡Nos vamos sentando ya!", les ha tenido que ordenar un funcionario para deshacer los corrillos.