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Opinión

Suerte que Torres no cobra su declaración

Al precio de las consultorías que lograba con la Infanta como cebo, esta semana le supondría al avispado diez millones de euros

Aquí empieza la carrera de Urdangarin. efe

Suerte que Diego Torres no nos cobra por su declaración judicial, al precio de sus tarifas habituales cuando saqueaba Balears y Valencia junto a la Infanta. Sin embargo, no conviene precipitarse, porque puede acabar presentando una reclamación por sus honorarios ante el tribunal. Su Instituto sinónimo de lucro, patrocinado por miembros de la Familia Real, exigió cobros por conceptos más estrafalarios a instituciones públicas. Con el baremo de setenta mil euros por escuálido folio que le endosaron al presidente del Villarreal con la Infanta como cebo, el consultor reconciliado con Urdangarin puede reclamarnos hasta diez millones de euros por su interrogatorio. En una factura de dos líneas, según acostumbraba.

Con 25 horas de declaración, Torres ha batido la marca de Urdangarin ante Castro. El socio de Cristina de Borbón ha trabajado más esta semana por Nóos que en toda la historia de saqueos a cargo del Instituto. Ha aprendido por fin que la consultoría es un trabajo duro. El menorquín que oculta su procedencia no ha mostrado ni sombra de disculpa, ante la estupefacción de los baleares. Ni siquiera una muestra protocolaria de respeto. Al revés, ayer mismo los trató de aborígenes ignorantes, que disfrutaron de un Foro de Davos sin enterarse. Y pueden despedirse de recuperar el dinero malgastado. El nuevo protector de la Infanta considera que nos sale a pagar de nuevo, porque perdieron dinero después de cobrar seis millones con su iniciativa altruista. A cambio, se jacta de haber cambiado la sociedad. Atila también cambió la sociedad.

La inconsistencia de Torres supera a su engreimiento. No conviene caer en la trampa de penetrar en su discurso ni para rebatirlo. Ahora bien, la carcajada aflora inevitable cuando el consultor millonario defiende que se asoció a Urdangarin por ser miembro del Comité Olímpico Español, y no de la Familia Real. Inapelable, salvo que el balonmanista de limitado intelecto consiguió un puesto en el COE por la única razón de que era miembro de la Familia Real.

Las fechas son esclarecedoras. Urdangarin es nombrado miembro del COE en 2001, cuatro años después de su boda con la Infanta, retransmitida íntegramente en directo por TVE. Desligar de La Zarzuela su entrada en un Comité del que alcanzaría la vicepresidencia, es el primer paso para creer en una inminente invasión alienígena. A propósito, uno de los puestos de mayor rango en el comité de honor del COE y en el Comité Olímpico Internacional era ocupado en aquellos momentos por Pilar de Borbón. Sí, la hermana mayor de Juan Carlos de Borbón. ¿Se entiende mejor así la carrera del marido de la Infanta en la institución deportiva? Todo quedaba en Familia, por mucho que Torres insista en reescribir la historia.

Un proceso judicial se rige por la contradicción, que puede ser encendida como en el enfrentamiento entre la abogada de Manos Limpias y el fiscal Horrach, siempre presto a defender a su Infanta. Cuando la presidenta terció a favor de la interrogadora, hubo aplausos en la sala de prensa. Pedro Horrach tiene derecho a quedar voluntariamente en ridículo. Con todo, entristece tener que confiar antes en Manos Limpias que en el ministerio público. Es una desazón comparable a la que sufrió José Bono, cuando el 11M se vio obligado a creer a Otegi porque el Gobierno legítimo mentía.

Sin embargo, el imperio del debate no puede llegar al extremo de negar que hoy es sábado, y la interminable declaración de Torres se aproximó al punto en que la tierra es plana. Donde hay una Infanta, ocupa un lugar preeminente. La carrera de Urdangarin comienza con su boda, a la que debe sus cargos posteriores. Y Cristina de Borbón no se sienta en el banquillo para acompañar a su marido en un trance duro, sino como socia al cincuenta por ciento y secretaria de la sociedad a la que se desviaba el saqueo.

Ningún ser humano puede hablar durante 25 horas de sí mismo. Tras efectuar tres mil entrevistas, mi tiempo útil es una hora. A partir de ese lapso hay que inventarse una vida, y así ha ocurrido. El estreno de Urdangarin demostró a mediodía que el master en Esade no entendería ni las cuentas ni un cuento infantil ilustrado, aunque con ayuda acertaría a colorearlo. En fin, se puede prescindir sin sufrir daño de las 25 horas de Torres. Se siente encantado de haberse conocido. Nos gustaría decir lo mismo, pero no.

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