Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Opinión

Hundir al Rey para salvar a la Infanta

Corinna irrumpió en el juicio en compañía de Juan Carlos de Borbón, de ´Salvados´ a ´Sálvame´. DIario de Mallorca

En cada macroproceso hay un implicado que tiene el sentido de la oportunidad de morirse. A continuación, y como el finado no puede defenderse ni recibir condena, el pelotón de acusados amontona las culpas sobre su cadáver. En el caso Infanta, la cabeza de turco ausente calzaba corona en vez de turbante, y se llama Juan Carlos de Borbón. No ha fallecido, pero cargará con el muerto porque se le otorgó la infalibilidad penal vitalicia. Ayer supimos por qué.

El sacrificio de la valiosa dama es un error mayúsculo o un arrebato de genialidad ajedrecística. Sin embargo, la inmolación del rey es el movimiento más idiota del tablero. Hundir al monarca para salvar a una vulgar Infanta es una extraña maniobra que condena a Juan Carlos de Borbón por lo histórico, ya que no por lo penal. Al fatuo Diego Torres le preocupa menos su inocencia que demostrar que descendió a los infiernos de los turbios manejos en excelente compañía.

En sintonía con su estrategia durante la instrucción, Torres sacó del banquillo a Cristina de Borbón para implicar en su lugar a la Familia Real al completo, Corinna incluida. No solo sabían, guiaban. La apoteosis sobrevino con la irrupción en el juicio de la "amiga entrañable" de Juan Carlos de Borbón, con lo que el interrogatorio se adentraba en terreno resbaladizo, de Salvados a Sálvame. Ya solo falta nombrar al pequeño Nicolás. La enumeración de VIPs dificultará la redacción de la sentencia, pero repercutirá con más fuerza en el trending topic que en el fallo. El sacrificio del Rey es solo una victoria moral.

El socio de la hermana de Felipe VI en Nóos ni siquiera puede apoyarse en sus cuñados. Los hermanos Tejeiro han detallado las ilegalidades que cometió su familiar. Lo han colocado al frente de una trama corrupta, autoinculpándose en el caso de Marco Tejeiro. En la devolución de la puñalada, el menorquín Torres asegura que firmaba papeles en blanco. Un momento. Los alumnos y profesores de las prestigiosas escuelas de negocios, porque la nómina del caso Infanta parece una orla de Esade, firman sin reparar en el documento. Igual que la Pantoja con Julián Muñoz. O como la Infanta, que rubricaba documentos mercantiles como si fueran autógrafos de fans.

¿Debes dejar de pagar impuestos, si tu Rey te indica que no es necesario que lo hagas? En la sociedad feudal de la que se declara heredera la trama que saqueó Balears y Valencia, un guiño del monarca vale por el resto de la Constitución. Al fin y al cabo, la abogada del Estado subrayó que Hacienda no somos todos. Si se excluye a la Infanta y conyugalmente a Urdangarin, no hay porque sobrecargar los hombros fiscales de un socio de ambos, al que se contagia la exención impositiva.

Cabe imaginar los temblores en La Zarzuela, conforme Torres transformaba el caso Infanta en caso Borbón. Pese a ello, introducir a Corinna como criterio de autoridad es un error dialéctico, porque la sociedad española identifica a esta intermediaria con vicios caros. Es decir, devuelve a la audiencia a la esencia de los comportamientos que se están juzgando. De paso, complica la declaración de Urdangarin. El balonmanista que también firmaba en blanco no deberá limitarse a su defensa, tendrá que confirmar la oferta de una sociedad opaca para ocultar cobros en Londres. De nuevo, con la anuencia de Juan Carlos de Borbón. Su suegro en esta Dinastía. La teleserie, no la casa real. Con Corinna teñida de Joan Collins.

Torres trufa su declaración con su extraña mecánica silogística, que no puede sorprender a quienes hemos padecido su libro. Al fallecido Eco le fascinaría el engranaje prodigado por el profesor que no sabía lo que firmaba. En una metáfora de los razonamientos del menorquín, "el asesinato se realizó a las órdenes del cardenal, pero en qué cabeza cabe que un jerarca de la Iglesia maquine un crimen tan execrable, por lo que no hubo asesinato".

Mediante este curioso desmentido de los hechos probados, porque serían impropios de la calidad de los autores que el propio Torres designa, se efectúa el cortocircuito que liga directamente al Rey con la trama de Urdangarin. En el banquillo no debería sentarse Cristina de Borbón, porque su familia al completo sabía más que ella de los contratos millonarios. El procesado, que se pavoneaba junto a los entonces Duques de Palma, interpreta esta fábula como una defensa de la honradez de todos los citados.

Por culpa de la Infanta, de Urdangarin y de Torres, la Familia Real no atraviesa su mejor momento en la estima ciudadana. Sin embargo, la labor disolvente del menorquín adquiere perfiles corrosivos para la integridad del Estado cuando traslada la responsabilidad global a la Agencia Tributaria. En su versión, nada menos que el ministerio de Hacienda velaba por los intereses de Nóos. Esgrime este argumento como elemento de probidad, cuando sume en el descrédito a la autoridad fiscal.

En otro ejemplo del asesinato que nadie llevó a cabo porque un cardenal sería incapaz de urdirlo, Torres culpa a la Agencia Tributaria de que la Agencia Tributaria no investigara el pozo oscuro del caso Infanta. Por supuesto, actuaron con tanta delicadeza porque los funcionarios sabían que Nóos era un ejemplo de limpieza. ¿Y cómo lo sabían? Porque ellos mismos controlaban o casi rellenaban los formularios que debían encargarse de revisar. Ni un cardenal mejora esto.

Habla Torres con el desenfado de quien estaría dispuesto a montar ahora mismo otra farsa del estilo de los foros de Palma y Valencia. Autoconfianza, la virtud que las escuelas de negocios inyectan en sus alumnos más mediocres.

Compartir el artículo

stats