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Opinión

Matas confiesa que todo lo hizo bien

Las palabras "Matas" y "confesión" no pueden pronunciarse en una misma frase. La almibarada celebración del fabuloso Govern de los cuarenta...

La presidenta del tribunal protagonizó uno de los momentos más tensos de la jornada al reprender al abogado de Torres. B. Ramon

Las palabras "Matas" y "confesión" no pueden pronunciarse en una misma frase. La almibarada celebración del fabuloso Govern de los cuarenta ladrones a cargo del ministro de Aznar, llegó al extremo de que su abogado tuvo que recordarle en público que el pacto acordado implicaba un reconocimiento de los hechos. En una inversión surrealista, José Zaforteza estrenó su turno defensivo acusando a su patrocinado de ser también responsable de la segunda edición de la astracanada de Urdangarin. El procesado descendió de las nubes de su autoestima para aquietarse:­-Asumo la responsabilidad de los dos convenios.

Un cliente difícil, que transformó un pacto de reconocimiento de culpa en otro canto encendido a su desastrosa labor de Govern. Montó el tinglado, pero porque "nos interesaba estar bien con la Familia Real, por eso contratamos a Urdangarin". Los acusados barren sus miserias bajo las alfombras de La Zarzuela. Y después, la inocentada. Si el balonmanista no justificó los gastos, el expresident no tenía que verificarlo. Y si los protagonistas privados del caso Infanta llevaron a cabo una ocupación de hecho de las dependencias autonómicas, el inmaculado Matas tampoco era responsable de que empleados de Nóos como Molinero "hiciera mucho del trabajo que debió hacer la Dirección General de Deportes". Así despachaba uno de los episodios más insultantes para la dignidad residual de los mallorquines, en que un subordinado del exduque daba órdenes perentorias a los funcionarios que en teoría salvaguardan los derechos de la colectividad.

Los seres humanos somos pavlovianos, y creemos haber escuchado una confesión de Matas porque los clarines habían anunciado ese prodigio. Si hubiera reconocimiento, el expresident con doble condena del Supremo pasaría a ser un corrupto en tres dimensiones. Sin embargo, estaba muy atareado atizando a sus antiguos subordinados, para esbozar unas tímidas disculpas.

Pepote Ballester recibió los latigazos de ordenanza, como castigo a su creíble exposición del pasado martes. Y en la relación de sospechosos habituales de Matas no podía faltar su bestia negra. En cuanto dispuso de un hueco en su falsa asunción de responsabilidades, coló de rondón "las actas que firmó la vicepresidenta Estarás". Al accionar el retrovisor, se advertirá el contraste con la confianza absoluta que el expresident depositó en su número dos, mientras el número uno se entregaba a sus oscuros manejos.

Matas no perdona la declaración condenatoria de Estarás como testigo, ante esta misma Audiencia y con motivo del proceso que acabaría llevando a la cárcel al ministro del PP. Por supuesto, antes había intentado descargar las culpas sobre sus subordinados, así en la vicepresidenta como en Pepote. Todos debían complacerle, se niega a asumir el mínimo error. De momento, Horrach no ha ganado esta batalla.

Por fortuna, la deposición de Matas vino compensada por un arrebato de honradez. Dios sabe que la triste reputación del periodista debiera empujarlo a simpatizar antes con abogados o ujieres que con jueces todopoderosos. Sin embargo, la presidenta Samantha Romero propinó ayer uno de esos golpes de autoridad que modifican para siempre la percepción de una persona, y que suponen una mínima restitución para los apaleados mallorquines.

La escena cumbre se produjo cuando el abogado de Diego Torres estaba acorralando a Matas. La presidenta acusó al letrado de someter al expresident a un "acoso y derribo". El orgulloso González Peeters repitió la expresión de la magistrada con tono altanero, porque no imaginaba el chaparrón que se le venía encima. La reprensión se inició con una fórmula inhabitual en los tribunales:

-Haga el favor de mirarme cuando le estoy hablando, porque ya son repetidas las ocasiones...

El abogado no devolvió la mirada, pero agachó la cabeza, y corrió a pedir disculpas en cuanto la presidenta le insinuó la hipótesis de sanciones disciplinarias. Un cambio meridiano en las voces trémulas de la jornada inaugural. Una exhibición al timón que dejó boquiabiertos a quienes se jactaban de que Juan Pedro Yllanes era el presidente más duro que podían imaginar los acusados. Y jolgorio en la sala de prensa, donde las peculiares maneras del abogado de Torres son saludadas con muestras de reprobación.

No es un lance insignificante, va más allá del escarceo habitual en apuestas con años de cárcel en juego. El menorquín Torres infringió los códigos de su tierra con congresos fantasmagóricos. La prolongación de su actitud de superioridad necesita un dique, aunque provenga de la divina autoridad judicial.

La intervención de Samantha Romero arrinconó a Matas, cuya notable vanidad jamás perdonará este apartamiento. Hirvieron las redes sociales en permanente ebullición, se confirmó el viraje en la gestión del proceso que ya avanzó el auto que consideraba a Cristina de Borbón como una ciudadana más, salvo que con una posible tendencia a colaborar en el fraude fiscal a gran escala.

Sin embargo, hay algo que no funciona en la escenografía del proceso. Nos referimos obviamente a la colocación de los mallorquines confesos en primera fila, mientras que los señoritos Borbón, Urdangarin, Torres y otros se escabullen de las cámaras a ellos consagradas. Se guarecen en un tercer plano. Así, Miquel Àngel Bonet es un acusado que cumple condena en la cárcel de Palma, desde donde se desplaza al juicio. El pasado miércoles protagonizó una confesión emocionante. Reconoció que desobedecer las órdenes emanadas de Matas hubiera conllevado su despido, pero que advirtió enseguida la ilegalidad. Se arrepintió de no haber interrumpido la maniobra. Una admisióno sincera no puede ensayarse. La madre y la hija del recluso aprovechan los recesos para abrazarse a su familiar. Es clamorosamente injusto que este mallorquín purgue la "pena de telediario", porque dos filas más atrás se sienta una Infanta que ha insultado a su Familia Real y a todos los españoles.

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