Jaume Matas copará hoy, sin duda, toda la atención en la cuarta jornada de juicio del caso Nóos. Es la oportunidad que tiene para dar una explicación pública, pero sobre todo para convencer al tribunal de las razones que le llevaron a contratar todos los proyectos que le vendió Urdangarin, aunque para ello fuera necesario alterar las normas administrativas.

Matas ha llegado a un principio de acuerdo con la fiscalía y hoy tendrá que escenificarlo. No es para menos, porque se juega diez años de cárcel y todos los acusados que han declarado hasta ahora han individualizado toda la culpa sobre su figura. Pero este pacto tiene condiciones. Además de contribuir a recuperar los perjuicios económicos que sufrió la caja pública de Balears, también tendrá que reconocer que las cosas no se hicieron bien y que incluso se cometió algún delito para contratar a Urdangarin.

Hasta ahora Matas se ha limitado a confesar, en la televisión y no ante un juez, que si contrató a Urdangarin fue por ser quien era, es decir, por ser el yerno del Rey. Y que a una figura de esta categoría no se le obliga a pasar por un concurso público. Es decir, por ser el marido de una Infanta, es suficiente que presente un proyecto e imponga un precio. Y a la hora de cobrar no es necesario que justifique el destino del dinero.

Matas ya sabe que esta versión de los hechos no la aceptan los jueces. No la aceptó el juez Castro y tampoco parece que lo vaya a hacer el tribunal de la Audiencia. Y que esa excusa que ha mantenido en los otros juicios anteriores de que él se limitaba a dar las órdenes, apartándose de los procedimientos para cumplirlos, tampoco tiene mucho recurrido.

Sin años concretos

En el principio de acuerdo que ha establecido su abogado José Zaforteza con el fiscal Pedro Horrach no se ha establecido un determinado años de cárcel. Diez años le pide la fiscalía inicialmente, pero dependiendo de la actitud, pero sobre todo de la explicación que de hoy el expresident, esta petición podría debilitarse. Matas sabe que tiene muchas posibilidades de ingresar en prisión por el caso Nóos, pero no es lo mismo cumplir diez años, que hacerlo mucho menos tiempo.

En estos dos últimos días de juicio se ha limitado a sentarse en su silla del banquillo de los acusados y a ir tomando nota de todas las declaraciones que hacian los otros acusados. Escribió varios folios cuando el martes declaró Pepote Ballester, pero ayer no necesitó tanto espacio. Ninguno de los antiguos altos cargos de la administración que presidió tuvieron nunca un trato tan directo como lo tuvo con el medallista olímpico. Puede que Matas diga hoy que el primer engañado fue él. E insista en que en ese momento pensó que lo más adecuado era contratar a Urdangarin porque tenía la obligación como president del Govern de Balears de colaborar con cualquier proyecto que viniera de la mano de la Familia Real. Y que estaba convencido de que el Instituto Nóos era un proyecto sin ánimo de lucro, enterándose después de todas las irregularidades que cometió con el dinero público. Puede que estos tres argumentos los vuelva a repetir, pero tendrá que aportar algo más, como puede ser la confesión de que se cometieron estos delitos, para que este acuerdo previo con la fiscalía se cumpla hasta el final del juicio.

Seguramente, ya que no lo ha hecho hasta ahora, las acusaciones le interrogarán para que cuente los detalles de esa partida de paddel en Marivent, en la que Urdangarin le convenció del interés de sus proyectos.