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La fiesta en paz

Sequía de actuaciones contra la sequía

¿Desaladoras? Depende de si mando o no. Lorenzo

Entrevista con un muerto es un cuento de Robert Graves que transcurre en Deià y se basa en hechos de la Guerra Civil. El escritor dialoga con un campesino que estuvo en un tris de ser asesinado por los falangistas. Se salva por la aparición de un ermitaño que en el último instante ahuyenta a los pistoleros. El crimen frustrado no obedece a razones políticas, sino a una disputa personal en cuyo origen está el acceso al agua. "El agua es oro", reflexiona el narrador. "Y tierra sin agua son piedras y polvo", completa el superviviente.

Los pueblos y ciudades nacen junto a fuentes o ríos. Los pleitos por el líquido se suceden en los documentos desde la misma conquista de Mallorca por parte de Jaume I. Ahora con los monjes de la Real por la Síquia d'en Baster, después por disputas entre regantes y molineros... Los conflictos son seculares y ni siquiera las nuevas tecnologías, que permiten beberla del mar, han logrado que amaine el temporal.

Esta introducción viene a cuento por los vaivenes que en política hidrológica sigue dando Balears. Un repaso a la hemeroteca permite descubrir que durante el primer Pacto de Progreso, entre 1999 y 2003, las islas ya sufrieron una fuerte sequía.

En cuanto llegó la escasez, se instaló en los despachos políticos una encendida polémica sobre la desalación de agua de mar. Una parte de la izquierda, liderada por Margalida Rosselló, abominaba de las desoladoras, porque eran "un gran consumidor eléctrico". Al PSM, tampoco le gustaban. Los socialistas jugaban a todas las bazas. Por un lado, Francesc Antich promovió las móviles como una solución de emergencia para evitar que el Bild continuara ahuyentado a los turistas con la terrible amenaza de que no podrían ducharse -como bebida tenían sustitutivos-. En 2002, Matas promovió desde el ministerio de Medio Ambiente la construcción de una constelación de desaladoras en Palma, Andratx y Alcúdia. Antich, entonces president, las calificó de "anuncio electoralista". El político del PP hoy policondenado reconquistó en 2003 el Consolat de la Mar y las impulsó. El socialista salió a la palestra y consideró las desaladoras como la confirmación de "una segunda balearización".

Con estos precedentes causa una cierta perplejidad que hoy, desde un Govern gobernado otra vez por la izquierda, se critique que durante los últimos cuatro años se hayan sobreexplotado los acuíferos y no se hayan aprovechado las desaladoras. Se antoja difícil dar o quitar razones sobre cuál es la mejor política hidráulica, pero es una incoherencia que quien en el pasado alertó sobre los peligros de la desalación ahora lamente que no se haya estrujado con más entusiasmo.

Un poco más de hemeroteca. El Govern se lamentaba en el lejano año 2000 de que el agua que se desperdiciaba por fugas suponía el 25% del total. Se celebraron convenciones para analizar el problema de la sequía y un catedrático de la Universidad de La Laguna lanzó un reto a los políticos: "De nada sirve continuar construyendo desaladoras y pantanos si seguimos perdiendo el agua en la red". El especialista explicó que no planteaba una misión imposible: "Hay lugares donde las fugas se han reducido al 5%".

La dirección general de Recursos Hídricos ha explicado esta semana que el líquido potable que se esfuma por el camino suma 26 hectómetros cúbicos, lo mismo que la capacidad de los dos embalses de la Serra de Tramuntana. En porcentaje suponen el 27% del total. Es decir, han pasado 15 años y la situación no solo no ha mejorado sino que ha empeorado.

Nos acordamos de Santa Bárbara cuando no truena puede parecer un refrán poco apropiado para la ocasión, pero es justo lo que pasa. Mientras ha llovido nadie ha dado un paso para atajar el problema de raíz y ahorrar donde era menos oneroso y más ecológico. Las desaladoras y las fugas se instalan de nuevo en el debate político y público hasta que vuelvan las precipitaciones. Después, a dormitar hasta la próxima sacudida. Hasta que la tierra sin agua vuelva a ser "polvo y piedras". Como decía el payés de Graves.

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