Los directivos de Sa Nostra que aprobaron la operación fallida de Miami decidieron apostar por el negocio inmobiliario cuando Estados Unidos ya había entrado en plena crisis del sector. Ejemplo de ello es que cuatro bancos habían quebrado. La llamada operación Bricker sienta en el banquillo en una demanda civil al exdirector general de la caja de ahorros, Pere Batle, y al antiguo responsable de Inversanostra, Rafael Oliver. El Banco Mare Nostrum, entidad en la que se integró Sa Nostra, les reclama que asuman con su patrimonio los 50 millones de dólares (unos 35 millones de euros) que se perdieron en la inversión, aprobada en 2007 por la compra de unos terrenos en Miami, donde había un proyecto para construir dos rascacielos. El banco aportó la declaración de los dos economistas que han realizado el peritaje de la operación. Los dos expertos han realizado un análisis completo de la inversión y en su informe llegan a la conclusión de que se trató de una operación fallida. El Consejo de Administración de Sa Nostra aprobó esta operación, que consistía en comprar las acciones de una sociedad que teóricamente era propietaria del solar de Miami, cuando en realidad solo contaban con una opción de compra. Los peritos señalaron que la operación superaba con creces los proyectos previstos en el plan estratégico de Inversanostra. Y a pesar de ello no se realizó ningún estudio de riesgo, ni se comprobó la solvencia del cliente. No se elaboró ningún estudio profundo del mercado donde se iba a realizar la inversión, ni se comprobó la titularidad de las acciones que se compraban. Tampoco se valoró la calificación urbanística del suelo y, lo más grave, no se realizó una auditoría para determinar cuánto dinero iba a costar el desarrollo del proyecto inmobiliario. Aunque Sa Nostra invirtió 50 millones de dólares, no se cubría ni una cuarta parte del precio del solar, que costaba más de 350 millones. Además, se calculaba que la construcción supondría otro 700 millones. El Consejo de Administración aprobó la inversión porque se aseguró que se iba a recuperar el dinero con un porcentaje de beneficio del 110 por ciento. "Se estaba comprando riesgo", detalló el perito, que confirmó que en el contrato existía una cláusula, escrita en inglés, que determinaba que si no se pagaba todo el valor del terreno, se perdía el dinero invertido en la opción de compra. Eso provocó que Sa Nostra perdiera toda la inversión.

Los peritos consideraron que era inexplicable que los ejecutivos de la caja de ahorros desconocieran que en las fechas que se aprobó la operación se estaba viviendo una grave crisis en el sector inmobiliario en Estados Unidos, al explotar las llamadas hipotecas basura, un tema que era portada en todos los informativos económicos. Incidieron en que era evidente que ningún banco norteamericano quiso financiar esta operación de construcción en Miami, por lo que los empresarios se vieron obligados a buscar financiación en Balears. Los otros inversores que se interesaron por la operación decidieron no aportar dinero, ante las dudas que generaba este asunto. "El fracaso se debe a la mala planificación de la operación. Desde el principio se veía que se trataba de un asunto inviable desde el punto de vista financiero", señalaron.

En el informe se critica que ningún ejecutivo de la desaparecida caja de ahorros de Balears se diera cuenta que se estaba invirtiendo en la compra de una sociedad que carecía de activos y que la inversión afectaba únicamente a una de las dos torres que se iban a construir. Además, nadie se preocupó por preguntar de dónde se iban a obtener los 700 millones restantes para financiar la obra, ya que el suelo por si solo no tiene ningún valor, salvo que se realice un proyecto sobre el terreno. "Si era una operación tan rentable, como sostenía Sa Nostra, ¿porqué ningún otro inversor aportó dinero?", se preguntaron los expertos para demostrar que se trataba de una proyecto que no tenía ningún sentido desde el punto de vista financiero.