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La fiesta en paz

Los dirigentes de Podemos son unos gallinas

Los dirigentes de Podemos son unos gallinas

La progresión de Podemos en Balears es extraordinaria. Concurrieron por vez primera a las Elecciones Europeas de 2014 y se convirtieron en la tercera fuerza política de las islas con 27.794 votos, un 10,3% de los emitidos. En mayo del año siguiente participaron en las autonómicas y dieron el sorpasso a los pesemeros, precisamente en las elecciones en las que históricamente los nacionalistas se encuentran más cómodos. Quedaron en tercera posición con 62.868 sufragios el 14,69% de sufragios y lograron diez diputados en el Parlament, uno más que nacionalistas. El 20-D han dejado atrás a los socialistas y ganado para su causa a 111.416 electores, casi uno de cada cuatro.

Tras las elecciones autonómicas los podemistas facilitaron la formación de un gobierno de izquierdas, pero se negaron a integrarse en él. Los dirigentes de Podemos han promovido algunas polémicas curiosas, como la obsesión con el señor que se encarga de elaborar mapas o la peregrina idea de gestionar diez millones de euros sin ser poder ejecutivo, pero en general han procurado que los primeros meses del Govern bipartito de PSOE y Més transcurrieran sin excesivos sobresaltos.

Después del éxito alcanzado en los comicios al Congreso y al Senado también arrebataron al PSOE el único senador que tenía la lógica indica que el partido emergente debe asumir responsabilidades hacia los ciudadanos y exigir su cuota de poder. En lugar de eso, en vez de demostrarnos cómo será su acción de gobierno, han comunicado que "examinarán" al Govern. A los dirigentes del partido morado les pierden sus orígenes en las aulas. Si quieren "examinar" la labor del Ejecutivo deben pasarse con armas y bagajes a la oposición. Los controles de calidad están en manos de los partidos que pierden el poder y de los ciudadanos cada vez que les convocan a las urnas.

Los dirigentes de Podemos son unos gallinas, unos cobardes, que no quieren dar el salto a la gestión. Se encuentran muy cómodos teorizando sobre el poder e impartiendo lecciones teóricas y retóricas extraídas de las mejores facultades de Ciencias Políticas de España. Sin embargo, les asusta dar el salto a la práctica, a la asunción de responsabilidades de gobierno. Saben que no es lo mismo predicar que dar trigo y por eso demoran todo cuanto pueden su salto a la política de verdad, a la entendida como administración de recursos en busca de la prosperidad y la felicidad del ciudadano.

Los de Podemos se parecen a esos personajes insoportables que se sitúan detrás de los jugadores de una partida de póker. No se sientan para no arriesgar su dinero. Pero cada vez que alguien pide cartas ponen cara de sorpresa y cuando otro aumenta la apuesta hacen aspavientos y cuchichean. Son unos pesados, insoportables e irresponsables que evitan lanzarse al barro para ejercer el poder recibido de los ciudadanos.

Este no es el juego que corresponde ejecutar a Podemos. Con el saldo de apoyo ciudadano conseguido en los dos comicios de 2015 en Balears, los seguidores de Pablo Iglesias tienen dos opciones.

La primera es exigir su cuota de poder, la que les han dado los ciudadanos, negociar con el PSOE y con Més y entrar a gestionar el Govern. Mojarse en la toma de decisiones, asumir riesgos y costes y demostrar que tienen un partido que va más allá de la tertulia televisiva. Una formación capaz de solucionar los problema de los ciudadanos.

La segunda posibilidad en manos de Podemos es retirar su respaldo al Govern, llevarle a perder votaciones esenciales en el Parlament y forzar unas elecciones anticipadas que reflejen la evolución en las preferencias de los electores de Balears. Si se mantiene la tendencia, podrán asumir la presidencia del Govern.

Los políticos de salón, o de pantalla de televisión, son adecuados para criticar la acción de gobierno. Pero cuando se logran respaldos que dan o quitan mayorías hay que arremangarse y administrar la res publica. Quien reniega del mandato de los electores es un cobarde o un inconsciente.

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