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Infraestructuras educativas

Hacer Informática en el piso del conserje

El instituto de Binissalem tiene once años y ya se ha quedado pequeño - El equipo directivo ha hecho malabares para encajar las clases de sus 26 grupos de alumnos en las escasas 18 clases con las que cuentan

El aula de Informática, en la ´cocina´ del conserje. M. F.

El instituto de Binissalem fue construido en pleno boom demográfico, cuando la zona de la comarca del Raiguer -bien conectada con Palma gracias a la autopista de Inca- se convirtió en lugar de residencia de miles de ciudadanos. Las escuelas e institutos de la zona se quedaron muy pequeñas ante semejante crecimiento de la población escolar. Fue la época en que las aulas prefabricadas aumentaban año a año mientras las administraciones educativas trataban -siempre con retraso- de lograr un número digno de plazas escolares.

Este centro -al que acuden también los alumnos de Consell y Alaró- comenzó a funcionar el curso 2005-2006 y ya en 2007 se hizo evidente que era necesaria una ampliación. Francisca Villalonga, vicepresidenta de la AMIPA, recuerda que les llegaron a reconocer que cuando se estaba construyendo ya sabían que iba a ser insuficiente. Esta madre está indignada con la falta de planificación de las administraciones educativas, de la que sus dos hijos han sido víctimas directas. El mayor pasó buena parte de su vida escolar en prefabricadas: se despidió de la Primaria en un barracón en el colegio Nostra Senyora de Robines y luego concluyó el Bachillerato en otra en el instituto. Dado que en estos años no se ha ampliado el instituto y que éste ha pasado de 400 alumnos a 649, su hija, que ahora ha empezado ESO, ya sufre la falta de previsión del Govern.

"Tenemos 26 grupos de alumnos y solo 18 clases", resume el director, Antoni Salvà. ¿Cómo lo hacen? Con pericia de malabarista y desmantelando o reutilizando talleres y laboratorios. Tienen varios grupos -todos los de 4º de ESO y los de 2º de Bachillerato- que son alumnos ´homeless´: no tienen aula de referencia. Así, van cambiando según la asignatura y han de dejar sus cosas -mochilas, libros, bolsas de deporte...- en unas taquillas que el centro ha tenido que colocar en el pasillo. Cada cambio de materia supone pérdida de tiempo, distracción y el colapso de las áreas de paso de un centro estrecho -no circular- que no se hizo pensando en tanto tránsito.

El aula de Informática ha desaparecido y ahora es una clase para 34 alumnos. A la falta de espacio, se ha juntado el aumento de ratios que permitió el Govern del PP y que de momento sigue vigente, con lo que la normativa de infraestructuras educativas (que exige que haya 1,5 metros cuadrados por alumno en las aulas ´normales´ y 5 metros cuadrados en las aulas específicas) se incumplen "sistemáticamente". Salvà ya anuncia que los desdoblamientos que Educación quiere empezar a hacer en Inglés el próximo año en su instituto son imposibles. ¿Dónde dan Informática entonces? En lo que estaba previsto que fuera el piso del conserje, con ordenadores de hace más de diez años. En concreto, en lo que era la cocina y el salón. Varios de los centros que se construyeron en aquellos años incluían en su diseño este piso, que hoy los colegios e institutos suelen usar para hacer clase u otras actividades.

Desde este curso cuentan con tres aulas prefabricadas que les dan un poco de aire, pero tanto Villalonga como Salvà -que insisten en que es muy difícil de entender cómo se incurrió en semejante falta de visión de futuro en su momento- lamentan que esto supone un apaño y que este tipo de aulas son, además, incómodas.

La falta de aulas no es la única queja de docentes y familias. La lista es larga: la falta de un salón de actos; el paseíllo de 15 minutos hasta el polideportivo municipal que deben hacer -cruzando un camino con tráfico- para cada clase de Educación Física; la falta de ventilación de los únicos baños que hay en el primer piso, que deben usar los más de 600 estudiantes en el tiempo del patio... Al director le preocupa especialmente los preceptos que infringen en cuestiones de seguridad: "Las puertas del laboratorio solo se abren hacia dentro, y no tienen barra del pánico como las puertas de emergencia: cuando hacemos el simulacro, las abrimos antes y hacemos un paripé total".

Desde Educación indican que son conscientes de esta falta de espacio en este instituto y señalan que si logran financiación europea o cierran un convenio con el ayuntamiento, su intención es emprender un proyecto de ampliación el próximo año.

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