Había más de doscientos economistas y empresarios abarrotando la fiesta en la que el Colegio de Economistas celebra sus catorce diadas y su ascenso hasta la cima fetiche de los mil colegiados. Pero no todo eran número en el día de la economía, como bien supo ver la consellera de Hacienda, Cati Cladera, economista y loca de los números que cuando le tocó hablar se abrazó a los sentimientos. E hizo bien: aunque la charla era del obligatoriamente gris y anodino gobernador del Banco de España, Luis María Linde, en la velada los economistas rindieron homenaje a corredores de fondo propios y ajenos.

Entre los propios destacaba el hombre más aplaudido de la noche, Luis Moyá, que repartía sonrisas, anécdotas, abrazos y guiños cómplices con todos los asistentes, empezando por su hija Marta, la encargada de glosar las bondades de un hombre que es historia viva de la economía balear. Lleva más de cincuenta años en el colegio, del que es fundador y desde esta semana, miembro de honor. Su maratón profesional sigue, tras la ovación del lunes, extensible a una saga completa de fondistas mallorquines: los Fluxá.

Estaban todos, salvo el último en marcharse, el muy querido Antonio Fluxá, don Antonio para los más cercanos, sus empleados y sus amigos de Inca. Falleció hace un mes, y a su último viaje se lleva la medalla de oro del colegio de economistas, que homenajeaba así la trayectoria ejemplar de un hombre que cogió el legado de su padre y encumbró Lottusse y sus zapatos hechos a mano. Los llevó tan lejos, gracias a las nuevas tecnologías y el espíritu aventurero de todos los Fluxá, que hoy el cuero cosido en Inca se vende en Estados Unidos, China, Australia o Londres. Antonio Fluxá recibía el homenaje también de su hermano zapatero, Lorenzo Fluxá, el hermano innovador de Camper, el hermano orador, filósofo y creativo de una saga que se completa con los éxitos transoceánicos del hermano viajero y hotelero, Miguel Fluxá. También estaba en la fiesta, aunque por una vez no acudía como premiado a una gala, sino como allegado y buen hermano de Lorenzo y Antonio. Además estaba la siguiente generación de zapateros y hoteleros, los cuatro hijos de Antonio Fluxá, Juan Antonio, Maribel, Lorenzo y Catalina, que ya están a los mandos de un proyecto que enhebra artesanía e industria para exportar la calidad, la innovación y la internacionalización que siempre defendió su padre. Y si no lo creen, pregunten qué empresa mallorquina tiene más tiendas en China.

Aunque China también está en Mallorca. Quedó claro en la misma gala de los economistas, que se acordaron de todos los suyos con homenajes a titulados novatos, a los de más de 25 años de cuota colegial y a los que superan los 35 y los 50. Hubo placas y diplomas para casi todos. Entre los nuevos destacaban por su exotismo unos cuantos apellidos chinos: son la segunda generación de esos emprendedores llegados del lejano oriente que han hecho de Mallorca su hogar. Y el de sus negocios. Y el de los ajenos, que en la gala del lunes se oyó a algún empresario con negocios crecientes en Asia preguntar por el currículo de algunos de los nuevos economistas mallorquines de apellido chino: la expansión internacional de la isla tiene como regalo añadido el mestizaje de una sociedad mallorquina cada vez más abierta, exitosa y multicultural.

En la gala también había sitio para los que más veces parece que hablan chino, los políticos, expertos en copar las primeras filas y las mejores fotos. Por allí andaban la delegada de Gobierno, Teresa Palmer, economista ella, que salió zumbando a media fiesta: estos días se acumulan el jaleo y los flashes navideños, que coinciden encima con la campaña electoral. También la citada consellera Cladera, otra economista, y uno de sus predecesores, el exvicepresidente Pep Ignasi Aguiló, rejuvenecido en su look hipster desde que cambió la compañía del expresident Bauzá por un puesto de concejal del PP en Palma. También lucía la barba de moda otro de los veteranos de los negocios y el éxito familiar,Gabriel Barceló , que aplaudió con ganas tanto a Moyá como a los hermanos Fluxá. Era el día de las emociones para los profesionales de los números y los euros, que celebraron su fiesta con superávit de asistentes.