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Manresa lo sabe todo de IB3, el cargo más duro de Balears

Por eso el impenitente madridista Andreu Manresa asintió, en el capítulo más oscuro de su extensa biografía periodística, cuando le dijimos a Ramón Mendoza, descalzos a bordo de la goleta ´América´, que "es usted el único presidente cuya autoridad reconocemos".

El poder aún no había cambiado a Andreu Manresa, el martes a mediodía. Fideos y bacalao, mención inexcusable cuando comes con un gastrónomo amén de excelente cocinero. Mateu Ferrer acababa de desvelar la identidad del inminente director de IB3. El nominado, más atónito que feliz, arrastraba 180 llamadas desde las diez de la mañana, había replicado a 115 Whatsapps. En su rutina convulsa, un día normal.

La segunda llamada de felicitación a Manresa provenía de una productora local. El nombramiento supone un éxito personal de Francina Armengol, cada vez más peligrosa porque consigue lo que quiere con su estilo décontracté. La negociación fue canalizada por David Abril. La consellera Esperança Camps quedó completamente al margen, según corresponde a un asunto de Estado. El fichaje se le comunicó antes a la silenciosa Laura Camargo que al dicharachero productor Alberto Jarabo. Podemos se sumó con entusiasmo, en este caso justificado a diferencia de su estupefaciente defensa de la casta del nivel 33.

Decenas de parabienes a Manresa se remataban con el estrambote de una oferta de servicios profesionales. Es un barómetro del estado del periodismo. Jaume Font nunca tuvo la opción de vetar el nombramiento a la primera del nuevo jefe de IB3, recibió consignas desde la cumbre. El presidente de El Pi tuvo que tragarse el resquemor personal de que “cada vez que habla de mí, me saca los malditos votos” de su delito electoral en los ochenta. Es un homenaje a la profesionalidad del nominado.

A Manresa le han puesto los currículos sobre la mesa, y le han concedido entera libertad para confeccionar su equipo. La única exigencia previa es abrirse en canal a TV3, por algo la Catalonia de Ocho apellidos catalanes acoge a Mallorca en su seno.

Es martes, son las cuatro de la tarde y el menú se cierra con una tarta de chocolate. Había candidatos distintos, pero no había candidatos mejores que Manresa. Supone un triunfo inopinado de los periodistas sobre los gestores, por no hablar de productoras cuyo único plan de negocio es la succión de las arcas públicas. Sin embargo, nuestro altísimo anfitrión acarrea el agua a su molino:

-Corta las cabezas el primer día, no esperes al segundo.

Me palpo el cuello de la camisa, después hablan de crueldad periodística. Me consuelo pensando que IB3 es un monstruo sobredimensionado, y que sus cargos son tan excepcionales en su desempeño, que al día siguiente se los disputarán las boyantes empresas privadas de Mallorca. Con idéntico o mayor salario. En todo caso, explica la preocupación de Miquel Barceló pintor por la suerte de su mejor amigo.

Habíamos solicitado humildemente que el director del canal astronómico fuera conocido para los periodistas, algo que no ocurría con la mayoría de candidatos. Misión cumplida. La pregunta no es si Manresa merece a IB3, sino si IB3 merece a Manresa, tras haber sido gobernada por Antonio Gómez -no se rían, que es de mala educación-, por un senador del PP fracasado a continuación en las urnas de Calvià, y por el presunto atracador que Herr Kommandant Bauzá enchufó en persona. ¿Querría usted trabajar en un sitio así?

Manresa seguía imperturbable el martes, susceptible como siempre a los matices de cada felicitación y cada crítica. Preguntó al Govern si había algún compromiso con las productoras, le negaron tres veces. El ha sido especialmente crítico con Jacinto Farrús, aunque en la comida me replicó “y tú más”. El poder, siempre al acecho.

El martes dejaba atrás a más de treinta años, desde el sábado de los ochenta en que me encontraba en la anterior sede de este diario en Conflent, descifrando en qué consistía el periodismo. En ese instante irrumpió en la redacción un melenudo, con el ímpetu y la gestualidad de un yihadista con kalashnikov, al grito de:

-¿Quién es Matías?

Acababa de conocer a Manresa, pero no tendría oportunidad de saludarlo. Se esfumó tan súbitamente como apareció, sin aguardar respuesta. Padece la esclavitud de estar en todos los sitios. Al mismo tiempo. En 2015 sin ir más lejos, no hay periodista mallorquín que le supere en asistencia a citas informativas. Otro barómetro de la profesión, y la garantía de que nadie accederá al despacho de Manresa sabiendo más del director de IB3 que viceversa.

La pregunta que más veces he respondido en décadas de intrusismo periodístico es “¿qué tal te llevas ahora con Manresa?” Seguida de, “¿podemos invitaros juntos, o estáis peleados?” La temperatura de la relación es nuestro secreto mejor guardado. For the record, nunca hemos discutido, ni una sola vez. Sucede que dominamos las desconexiones estratégicas, que deberían ensayar Cataluña y España para no perderse el respeto. Absoluta complicidad personal, feroz lucha profesional. El periodismo es una de las malas artes. Y sí, es mejor madridista que yo y que cualquiera. Por eso asintió, en el capítulo más oscuro de su biografía, cuando le dijimos a Ramón Mendoza, descalzos a bordo de la goleta América, que “es usted el único presidente cuya autoridad reconocemos”.

Mi alivio, ante la elevación de Manresa al altar o ara sacrificial de la redacción más nutrida de Balears, es que permite olvidar que escribe endiabladamente bien. Aunque, como no podía ser de otra manera, solo valora la información. Desciende del cotilleo a la teoría, intente contarle algo que no sepa. Manresapedia es un apodo arraigado. Ahora es el futbolista treintañero que firma su último fichaje estelar. No me dijo que se sentía mayor por primera vez hasta que cumplió los 55. Le intenté tranquilizar con un Indro Montanelli consagrado a los 56, con Helmut Schmidt que debuta en la dirección de Die Zeit a los 64. No ha ganado un cargo, sino otra juventud.

Reflexión dominical antiterrorista: “Qui riu pot molestar, qui no riu mata”. (Bartomeu Bennàssar, también felanitxer, en Ètica parva... amb quatre mots de la veritat).

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