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Opinión: Defensa de baja intensidad, por Felipe Armendáriz

La infanta Cristina ha optado en el caso Nóos por una defensa de baja intensidad: firme, pero sin excesos ni ampulosidades.

Entre los 18 acusados por la presunta trama de desvío de fondos públicos hay de todo: arrepentidos, como Miguel Tejeiro; obsesionados por tratar de demostrar con centenares de testigos y miles de correos electrónicos y fotografías su inocencia, como Diego Torres; dispuestos a apurar hasta el último minuto las negociaciones de un acuerdo con la fiscalía anticorrupción, como Jaume Matas; o defensores de su inocencia sin aspavientos, como la Infanta.

La exduquesa de Palma confía en que el final de su pesadilla venga de la mano de la doctrina Botín. El plan B, para el supuesto de que el juicio siga para ella y otros acusados en su misma posición, pasa por presentarse como una socia pasiva de Aizoon, una esposa que confiaba excesivamente en su marido, una ignorante en materia fiscal y una infanta de España muy atareada por sus funciones representativas, su trabajo en La Caixa y su rol de madre de familia numerosa.

Por si la estrategia de defensa falla y Manos Limpias consigue la proeza de demostrar que la hermana del Rey cometió dos delitos fiscales, el equipo Roca ha preparado dos salvavidas: la atenuante de reparación del daño causado, al haber consignado en el juzgado el dinero presuntamente defraudado, y un resquicio del Código Penal que disminuiría también la condena.

El juicio del siglo (ya será menos) cada vez está más cerca. Muchos esperan, con ansia, el poder contemplar a dos miembros de una Familia Real en el banquillo de los acusados.

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