El sector agroalimentario balear tiene por delante algunos grandes retos a afrontar, y entre los más básicos se encuentra el de promover la suficiente unidad en su seno para reclamar a la Administración el desarrollo de un plan de rescate, dificultado en estos momentos por un exceso de individualismo, según se puso en evidencia durante la mesa redonda dedicada a este colectivo y organizada por Diario de Mallorca y Banco Sabadell.

Otro de los retos expuestos fue el de aprovechar el enorme potencial que para la promoción del producto balear tiene el ser islas visitadas cada año por millones de turistas y el ofrecer una imagen de marca de calidad que permita competir por su valor añadido y no estrictamente por precio. Sobre este último punto, un aspecto sobre el que se hizo hincapié es en los sobrecostes que se tienen que afrontar a causa de la insularidad, pese a reconocer también que en ocasiones ésta actúa de barrera defensiva frente a la entrada de otras mercancías desde el exterior.

Oportunidades frente al problema de la insularidad

El presidente de la Cámara de Comercio de Mallorca y propietario de las bodegas José Luis Ferrer, José Luis Roses, fue el encargado de abrir el debate y en esa primera intervención apostó por los elementos positivos del sector, pese a reconocer que cada una de sus ramas de actividad "es un mundo". Así, en el caso de las bodegas, destacó las ventajas que supone comercializar un producto "con etiqueta", y el hecho de que las dos últimas cosechas hayan sido "cortas", lo que está provocando que actualmente haya más demanda de vino insular que oferta.

Con carácter general, Roses puso de relieve que, en su opinión, existen puntos fuertes en el sector agroalimentario balear que es necesario desarrollar, y entre ellos apuntó la enorme clientela potencial que suponen los millones de turistas que cada año visitan el archipiélago y que cada vez más apuestan por volver a sus países con algún producto de Balears en concepto de souvenir, dejando de lado "las camisetas o las cucharitas". Además, afirmó que el propio sector turístico busca cada vez más el incluir en su oferta los productos locales o de "kilómetro cero".

Otra ventaja, según el presidente de la Cámara de Comercio, es que a diferencia de otros sectores, el agroalimentario balear no se ve obligado a competir con el mercado asiático. Como tercer factor, reconoció que la insularidad puede suponer un problema en algunos aspectos, como en el de la exportación, pero al mismo tiempo conlleva también un elemento defensivo frente a la entrada de mercancías. En su opinión, se necesita hacer una apuesta por la calidad y por la "marca", para impulsar así una creciente demanda turística.

El consejero delegado de Quely, Biel Coll, cambió el enfoque al advertir de la existencia de una desventaja competitiva, como es el tener que convencer no solo al consumidor final de la calidad de su producto, sino también a los jefes de compras de las grandes superficies, de las que depende buena parte de la comercialización. En este sentido, señaló que muchas veces se trata de personas que no se encuentran en las islas. "En ocasiones, el tener un producto regional te hace difícil competir en tu propia casa", lamentó Coll.

La importancia del factor precio en esta nueva etapa

Según el representante de Quely, desde 2006 hasta 2012, en plena crisis, la venta de alimentos y bebidas cayó un 7,5%, mientras que desde 2012 a 2013 creció un 2,4%, para volver a descender un 3% entre 2013 y 2014. Aunque admitió no tener explicación para esta evolución, señaló que durante este periodo "es absolutamente irrefutable que el precio se ha convertido en un factor clave".

El gerente de Agroilla, Guillem Adrover, puso de relieve la importancia que los productores tienen en el cuidado del paisaje de las islas, al mismo tiempo que se les exige una actuación sostenible que obliga a realizar una serie de trabajos "que no sabemos a quién cobrar".

Adrover reivindicó la necesidad de que su sector esté más ordenado para poder acceder a las grandes empresas de distribución y a las grandes cadenas hoteleras, y lamentó que para llegar a ellas sea necesario esgrimir el factor precio "porque la calidad ya se presupone".

Entre los retos, señaló la necesidad de competir con los productores de la península y de ser igual de eficientes, y subrayó la importancia del precio al no disponer de marca a la hora de plantear esa competencia, lo que obliga a tener unas estructuras "cada vez más eficientes". Por ello, "necesitamos cada vez mejores gestores porque nuestros márgenes son muy pequeños". Además reivindicó la necesidad de incorporar las nuevas tecnologías.

A la hora de competir en precio, apuntó el problema que supone el coste de la insularidad, aunque no ocultó que ésta aporta también una defensa ante la entrada de material desde la península.

La responsable de relaciones externas de Mercadona en las islas, Bárbara Ordás, reconoció que hace años su cadena de supermercados "solo llegaba al sector industrial y nos habíamos olvidado del sector agrícola, ganadero y pesquero. Pero empezamos a reinventarnos y a ofrecer a nuestros clientes los mejores alimentos frescos, y para ello apostamos por los productos de proximidad". En este sentido, afirmó que no se trata solo de adquirir buenos alimentos, sino también de acercarse a los productores para conocer sus necesidades.

La presidenta de las cooperativas agroalimentarias de Balears (Ucabal), Jerónima Bonafé, lamentó el envejecimiento que se registra en el sector, y además el hecho de que esté permanentemente sometido a la volatilidad de los precios. En este sentido, expresó su esperanza que la crisis que se ha abierto en torno a la carne roja "no nos afecte".

Bonafé puso de relieve la importante inversión que los productores se ven obligados a hacer para sembrar, y eso sin tener ninguna garantía sobre cuál será el precio final del producto, con la necesidad de "jugar mucho" para que una explotación sea rentable.

La presidenta de Ucabal subrayó el hecho de que se trata de un sector "totalmente atomizado", frente a cinco grandes grupos de distribución que controlan la mayor parte del mercado minorista, de forma que "cada vez somos más a vender y menos a comprar, y aquí tenemos una asignatura pendiente".

Apuntó también el problema de la insularidad, que puede llegar a ser triple en el caso de que se tengan que enviar productos a Formentera. Por ello, reivindicó la necesidad de que la Unión Europea, el Gobierno central y el Ejecutivo autonómico hagan una apuesta clara "y sin hacer demagogia" para hacer frente a estas situaciones. También reivindicó que los medios de comunicación públicos hagan una promoción de la producción local.

Igualmente, señaló la importancia que el turismo tiene para la economía balear, y recordó que los productores son los que mantienen el territorio, algo que en su opinión no se valora.

Los efectos negativos sobre un sector muy debilitado

El propietario de Cárnicas Pocoví, Joan Pocoví, destacó que el sector cárnico es uno de los "más tocados", y lamentó que aparezcan noticias como el reciente informe sobre los posibles efectos cancerígenos de las carnes rojas y procesadas. "Noticias como esa nos hacen polvo, porque intentamos hacer las cosas lo mejor que sabemos y luchar con la península". Sobre este último punto, lamentó el sobrecoste del transporte que se tiene que asumir para traer el alimento de los animales. "Tenemos que competir al mejor precio con la máxima calidad, pero milagros no podemos hacer", añadió.

Para hacer frente a esta situación, señaló el acuerdo alcanzado con Mercadona para comercializar el producto local y "ver si somos capaces de aguantar algunos años". Pero reconoció que "si no hay cambios, y los médicos siguen en contra de la carne", su sector lo tiene muy difícil, pese a las enormes exigencias respecto a su calidad.

José Luis Roses apostó de nuevo por el optimismo al señalar que noticias relacionadas con la carne "aparecen y desaparecen", y recordó el caso de las 'vacas locas'. Sobre este último, Pocoví puso de relieve que los ganaderos isleños lograron salir entonces adelante gracias a la ayuda del Govern balear, dada la enorme caída que se registró en la demanda.

La apuesta por la calidad y por un producto diferente

El responsable de relaciones institucionales de Eroski, Joan Ripoll, puso de relieve la elevada normativa que existe en torno al sector agroalimentario que emana de la Unión Europea, y señaló que desde el productor hasta el distribuidor están condicionados por ello. Respecto a lo que se puede hacer desde Balears, subrayó la necesidad de defender el sector primario "que nos da mucho más de lo que creemos, con unos campos cultivados que son un escaparate de Balears". Por ello, reclamó una política "mucho más activa entre todos, con un plan estratégico con la implicación del conjunto de subsectores para el rescate del sector primario".

En cuanto al precio, Ripoll señaló que al consumidor le cuesta entender que un producto balear sea más caro que otro de la península, y defendió la necesidad de hacer una campaña de divulgación para explicar estos costes, y que la frescura y los procedimientos también están relacionados con la calidad.

El representante de Eroski dio mucha importancia a las numerosas sinergias positivas que existen en el sector y se preguntó si se está haciendo lo necesario para promocionarlo. En su opinión, se debe construir un mensaje y crear un debate que genere opinión, que será la que venderá el producto. "El consumidor debe de pensar que realmente compra un producto diferente a los demás y que encima aporta un valor añadido a su sociedad", añadió.

El gerente de Mercapalma, Toni Monjo, recordó que estas instalaciones representan la mayor concentración agroalimentaria de Balears, y que el 80% de las empresas de frutas y verduras están presentes en este centro, mientras que en carne y pescado esta tasa se mueve entre el 20% y el 25%. En relación a la comercialización, apuntó que en fruta y verdura las ventas están siendo este año un 12% superiores a las de 2014, mientras que en pescado la situación se mantiene estable, y en carne se registra un descenso del 7% al 8%. "La gente sigue comiendo y el turismo es un factor clave, por lo que el sector agroalimentario siempre crece, aunque lo hace de forma moderada", señaló

A la hora de analizar los retos que afronta Mercapalma, afirmó que desde hace dos años se ha hecho una apuesta para contactar con los clientes y conocer sus necesidades. Por ello, subrayó el papel que este centro puede jugar como nexo de comunicación entre las demandas de los clientes y lo que puede ofrecer la Administración. Además, señaló la puesta en marcha de servicios e inversiones que aportan valor añadido, y defendió la necesidad de potenciar el producto local. Igualmente, valoró la transformación de Mercapalma, que nació como un mercado central para ir convirtiéndose en un centro logístico de distribución.

Jaime Olascuaga, miembro de la junta de la patronal Asaja, defendió que la agroindustria debe de ser el "tractor" del sector productor, y que producir no es suficiente, sino que hay que transformar y generar valor añadido. Por otro lado, recordó que "en los últimos 20 años todas las Administraciones públicas han declarado al sector productor como estratégico, pero aquí seguimos, con su degradación". Respecto al relevo generacional, señaló que las ayudas que se ofrecen a los jóvenes agricultores son claramente insuficientes para montar una explotación, y advirtió de que ese relevo se producirá "el día que la agricultura sea rentable, y lo demás son historias".

Según el representante de Asaja, hay dos apuestas muy claras, como son los canales cortos de distribución y la venta directa de los propios agricultores; y la calidad y la diferenciación.

Olascuaga valoró el trabajo que se hace en materia de gestión del territorio y mantenimiento del paisaje, y recordó que los payeses realizan esta labor en un 80% del suelo balear, "algo que nunca ha sido remunerado".

En cuanto a la insularidad, señaló que un ganadero balear debe afrontar un sobrecoste en la adquisición de los piensos del 45% respecto a otro de la península, a lo que se suma que también son más caros factores como el agua o la energía. En este aspecto apuntó los agravios comparativos que se producen, y señaló como ejemplo el caso de Canarias. También recordó que el Régimen Especial de Balears que se aprobó en su día no contemplaba el sector agrario.

Sobre las crisis alimentarias que se registran, recordó que la aviar no tuvo consecuencias en España pese a las miles de vacunas que se adquirieron, pero reconoció que la de las 'vacas locas' sí derivó en una fuerte caída del precio de la carne que aun no se ha recuperado.

Apuesta por la industria agroalimentaria

El director regional en Balears de Banco Sabadell, Pedro Ballester, reconoció que el sector agroalimentario ha sido tradicionalmente un territorio de las cajas rurales al que la banca tenía olvidado, pero puso de relieve que su entidad ha hecho desde hace dos años una apuesta por esta actividad, con la creación de un departamento especializado. Como ejemplo, reconoció la complejidad de hacer grandes inversiones en este sector, y para ello destacó la línea de renting que el Sabadell ofrece.

En su opinión, es necesario alcanzar una revalorización del producto mallorquín por parte de los consumidores mediante una apuesta por la calidad y la especialización, ante las dificultades que existen a la hora de competir con los grandes productores.

El director de Banca de Empresas en el Segmento Agrario de Banco Sabadell, José Antonio Morante, recordó que en una conferencia a la que asistió de un representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), éste señaló que en 2050 será necesario para alimentar a la población un 75% más de lo que se produce actualmente. En este sentido, recordó que el sector agroalimentario está en perpetua crisis, como con el caso de las vacas locas o el veto ruso, pero tiene clientes. Por ello, subrayó la necesidad de invertir. También insistió en la apuesta por la especialización y la diferenciación. Por contra, lamentó que la promoción del producto España no es la adecuada.

Morante defendió que el producto agrario sea subvencionado por la Unión Europea, y entre otras cosas destacó la protección del medio ambiente y el mantenimiento del paisaje que desarrolla.

Sobre este último punto, Biel Coll insistió en que todas esas labores medioambientales se llevan a cabo sin ningún tipo de ayuda pública, mientras que Jerónima Bonafé reconoció que añoraba los tiempos en el que el sector no disponía de ayudas europeas pero podía vender sus productos a precios razonables. Según José Luis Roses, el problema de las subvenciones es que a la larga se acaban, y defendió que las ayudas se concedan para el desarrollo de proyectos concretos. En este punto, Morante reconoció también el riesgo que supone acomodarse y no buscar nuevos productos.

El responsable del sector agrario del Sabadell defendió igualmente la necesidad de apostar por una cadena en la que participen todos los subsectores.

Necesidad de una mayor colaboración promocional

El consejero delegado de Quely coincidió en que la apuesta debe de ser por la inversión y la innovación, además de por la globalización, pero lamentó que en el precio inciden muchos factores que hace que tienda a la baja constantemente, y admitió que este proceso tiene como principal perjudicada a la innovación, por ser un capítulo en el que resulta menos complejo aplicar recortes, dado que "con el de los empleos no se debe de jugar". Recordó que su empresa lleva siete años invirtiendo para intentar llevar su producto fuera de España "y no hemos recibido jamás un céntimo", pese a los contactos que mantuvo con las Administraciones isleñas para conseguir alguna ayuda alegando que se trataba de sacar la marca Mallorca fuera de la isla. Además, lamentó que en España no haya capacidad de asociación, y que cuando se acude a alguna feria se puede ver cómo otros países, como Italia, sí defienden esa denominación para la promoción de sus productos. "Es un problema que tenemos los isleños en particular pero España en general, y es que no sabemos ir todos a una y cada uno tira por su lado", expuso.

En este sentido, Roses defendió la necesidad de aprovechar el "gran escaparate" que suponen las islas por los millones de visitantes que reciben, y defendió la necesidad de involucrar a los hoteleros en esa promoción del producto balear, aunque admitió la dificultad de hacerlo con las grandes cadenas.

La presidenta de Ucabal recordó que se están manteniendo los olivares de la Serra de Tramuntana "que tanto gustan a los turistas" gracias a la producción de aceite, y valoró que ésta se haya sabido organizar a través de la denominación de origen, que facilita la venta a mejor precio. Pero se sumó a la hora de criticar el individualismo existente en el sector y el hecho de que "nos gusta ir solos por nuestra cuenta, ir a vender lo nuestro, y es uno de nuestros males".

Coll hizo hincapié en la desventaja competitiva que padecen las islas "porque incluso pagamos dos veces el transporte". Como ejemplo, recordó que Quely tiene una delegación en Eivissa "y mandar un furgón a Formentera a vender nos cuesta 260 euros; mandar un contenedor a Barcelona, 400 euros; y mandar ese contenedor desde Barcelona a Shangai, 300 euros. Nos sale más barato vender en China que en Barcelona".

Bonafé salió en defensa del asociacionismo, y recordó que a los únicos países a los que no ha afectado la crisis láctea han sido los que estaban organizados en grandes cooperativas. "En Menorca está Coinga, que también ha podido mantener el precio", destacó.

Necesidad de unidad para afrontar los retos

A la hora de abordar las relaciones con la Administración, Jerónima Bonafé señaló que a ésta le cuesta en ocasiones tener en cuenta a todo el sector, y en este sentido felicitó a Diario de Mallorca y a Banco Sabadell por la organización de un debate con tan amplia representación. En su opinión, existe una escasa interlocución y en ocasiones no se tienen en cuenta algunas "patas" que son necesarias para configurar un plan de rescate para el sector primario. Por ello, defendió que el Govern no debería limitar sus contactos con la industria agroalimentaria a la conselleria de Agricultura, sino que deberían ser todos los departamentos los que participaran en esas relaciones.

Joan Ripoll defendió la necesidad de que todos los subsectores diseñen el modelo al que se quiere tender, y que con esa unidad se acuda a hablar con la Administración. En su opinión, al acudir por separado y pidiendo cada uno cosas diferentes, los resultados de esos contactos con el sector público son muy limitados. Abogó por contar con una plataforma intersectorial en la que todas las partes se impliquen y se mostró convencido que de esta forma la Administración sí estará dispuesta a impulsar el plan de rescate.

En materia de promoción, señaló que la ayuda pública debe de llegar no para marcas concretas, sino para sectores, que en su opinión es algo que los italianos han hecho muy bien, un reconocimiento hacia ese país compartido por el resto de asistentes.

Roses lamentó la falta de apoyo financiero que en estos momentos puede ofrecer la Administración, lo que hace que ésta "está dispuesta a organizar, pero sin poner un euro". Por ello, insistió en que frente a los elevados costes de la exportación, es necesario aprovechar el potencial de los turistas que llegan a las islas. En este sentido Bonafé lamentó que se haya hecho una apuesta muy superior por la promoción del paisaje que por el producto balear en puntos como los aeropuertos.

Coll subrayó que no existe conciencia del potencial que supone el nombre de las islas, especialmente en el caso de Ibiza, y defendió la necesidad de aprovecharlo en el exterior. Apostó también por las campañas en favor del consumo del producto isleño entre los residentes. Sobre este punto, Ripoll apuntó que si los isleños elevarán un 10% el consumo de productos locales, probablemente agotarían las existencias.

Olascuaga defendió ante los presentes que ya existe un modelo de la agricultura del siglo XXI en las islas, y además alcanzado con un amplio consenso, como es la ley agraria, y en su opinión lo que hay que hacer es desarrollarla.

Para Pocoví, en el sector ganadero "fallan muchas cosas, y los primeros que fallamos somos nosotros, porque en las islas producimos un 20% de lo que se consume y no somos capaces de venderlo". Esta situación, sin la unidad de todo el subsector y la Administración, "no tiene arreglo". Así, advirtió que si no se acaba con esa descoordinación, el sector va a desaparecer. Según Guillem Adrover, "no somos capaces de organizarnos. El problema es nuestro, no de los políticos".

Ripoll recurrió al interés económico para defender que "nos va a resultar mucho más rentable ponernos de acuerdo que no hacerlo". En concreto, recordó la unión que se generó en la distribución para evitar el impuesto que se quería aplicar sobre los envases.

La responsable de Nuevos Proyectos de Agroilla, Gabrielle Ripoll, recordó que todos sus agricultores están certificados en producción integrada, que no resulta agresiva y es sostenible, y consideró que ese es uno de los principales valores añadidos que tiene su producto, y pese a ello, no ha servido para nada porque las comunidades europeas no se han puesto de acuerdo para tener el mismo logotipo que lo destaca. En este aspecto, criticó que además se esté confundiendo al consumidor.

El consejero delegado de Quely lamentó que la guerra existente entre las grandes superficies esté afectando a los productos isleños a la hora de fijar sus precios, pero Ripoll defendió que ese precio lo marca el consumidor.