Cinco años, cinco, lleva Mallorca reinando en el verano Mediterráneo. Uno puede ser casualidad. Efecto de un desastre ajeno como la primavera árabe. Dos se pueden llegar a considerar una buena racha. O algo que atribuir a la suerte, o a los astros y la Luna en su paso por Júpiter, o supercherías similares. Tres años de reinado son más de lo que han durado algunos monarcas en la historia de España, así que es como para tenerlo en cuenta. Y cinco que van, cinco, hablan de algo más que suerte, rachas y males ajenos. Describen un destino consolidado que reúne todos los ingredientes para el éxito. Al menos en número de turistas y en euros, que no lo son todo. El éxito continuado durante un quinquenio exige mirar más allá. Ver qué funciona y qué falla. Y algo está fallando, algo grave y profundo que zarandea a una isla que este año bate a la vez tres récords: el de turistas, el de facturación turística y el de contratos precarios entre los trabajadores de Balears.

De todos ellos hay datos. De instituciones públicas y privadas. De consumo y de ocupación. En euros y en porcentajes Y todos dicen lo mismo, así que no aburriremos con una avalancha. Los tienen junto a estas líneas destacados. El resumen es que Mallorca ha sido este verano el destino con más ocupación hotelera media, el que cobra a sus clientes de hotel las tarifas más altas y el que más llena sus apartamentos turísticos. Siete de los diez municipios con mayor demanda hotelera de España son mallorquines. La isla también destaca como el que más consumo internacional atrae de España y triunfa con un máximo histórico de facturación y sudores por abarrote estival. Todo para que no quede hueco de playa entre toalla y toalla y rendir de paso el mejor dato de rentabilidad por habitación hotelera del Mediterráneo. Ahí es nada. Y durante cinco años.

Con semejante acumulación de buenas nuevas sería lógica pensar en la epifanía del empleo y los buenos salarios. Pero no, resulta que no. También por quinto año consecutivo las islas lucen este verano una cifra apabullante de contratos laborales de escasa calidad y menor duración. Un par de datos descarnados, que ya se ha dicho que no es cosa de aburrir con números: de los 54.437 contratos firmados en el mes de junio, 50.785 eran temporales, algo que se repitió en junio con un 95% de los trabajos firmados con fecha de caducidad y tuvo réplica en agosto, el mejor agosto, cuando el máximo histórico de viajeros en el aeropuerto coincidió con un 95% de contratación temporal. Total de verano: 138.946 contratos laborales firmados, 128.364 de ellos temporales, la práctica totalidad de menos de un mes. Precariedad sin precedentes ni en la isla de la precariedad y la estacionalidad.

Hoteleros de fiesta

¿Está siendo entonces un buen verano? Pues ha bajado el paro con trabajo precario y se crea riqueza como nunca, al menos para algunos sectores del tejido empresarial. ¿Eso es un éxito? Pues según quien conteste. Un ejemplo. Amancio López, el presidente de Exceltur, el principal lobby turístico español, habla, rotundo él, de que la de 2015 ha sido "sin duda la mejor temporada de los últimos años en Balears". En el sector que le paga el lobby, el hotelero, coinciden en que el año ha sido de traca. "El que se queja en estos momentos lo hace por vicio, porque los ingresos que estamos obteniendo son históricos", declaraba hace una semana un hotelero a este diario.

La explicación está en números: han llenado los hoteles lo mismo que casi siempre, pero resulta que han cobrado de media 101 euros por habitación y día, que les parecerán muchos o pocos, pero nadie cobra más en el verano español y nadie elevó más sus precios en solo un año (12 euros respecto al 2014, a la espera de subir otro par por la ecotasa que tanta alergia da al sector). ¿Éxito pues? Pues parece claro que para el empresario hotelero, en general, sí. Tanto que anuncian que 2016 será aún mejor, discurso que quizá se module cuando toque negociar el convenio colectivo. Mientras tanto, éxito y caja llena. Sus inversiones millonarias en reformas les ha costado, ojo, aunque no hayan trasladado ni una pequeña parte de la rentabilidad a su plantilla: también según datos oficiales, Mallorca, la reina del verano, luce palmito en pañales, con la plantilla menos dotada de los principales destinos (2.006 pernoctaciones por empleado mallorquín y año, frente a las 1.528 de Andalucía o las 1.613 de Canarias, por ejemplo). Con lo que pese haber aumentado un 25% la facturación en cinco años, pese a liderar las ocupaciones y récords de ingresos y rentabilidad en todos los ránkings sectoriales habidos y por haber, la isla tiene hoy, según datos oficiales del INE, menos plantilla hotelera que antes de la crisis.

Dudas en otras ramas

Pero la rentabilidad es récord. ¿Significa todo ello que el verano es un exitazo para la isla? Responde el vicepresident y conseller de Turismo, Biel Barceló (Més), que tras haberse pasado una legislatura en la oposición asaeteando a Bauzá y su Govern del PP con las desgracias laborales del paraíso turístico, ahora se mantiene en el mismo discurso y critica la precariedad. Luego añade una coletilla: "Estamos en una temporada con un número de turistas muy importante, el mayor de los últimos años, una gran temporada, pero hay que analizar el impacto en todos los sectores".

Oído, señor vicepresident. ¿Calienta el sol a gusto de todos? Cuando se traslada la cuestión a las distintas ramas del turismo balear, al paraíso turístico empiezan a salirle granos y arrugas. Los hoteleros están contentos. Los hosteleros, también. "Hemos mejorado un 15% el negocio", dice su líder sectorial, Alfonso Robledo. Basta ver cualquier terraza a mediodía para certificar el llenazo de aforos y cajas. Así que tan contentos después de años apretando los dientes, y a la espera de que septiembre confirme el éxito, "que parece que así será".

¿Y el resto? Surgen los granos en el perfil bello y ganador de Mallorca. La náutica está en parte contenta, pero fundamentalmente preocupada porque no avanza como cabría esperar. Aunque han crecido las ventas de embarcaciones un 36% en el último año, y las islas lideran ese mercado, la acción de barcos sin licencia de chárter que operan en legión tiene al sector de uñas. Y preocupado: llenaron en julio y agosto, pero septiembre, un mes que suele ser de 100% de barcos alquilados, empezó con "una primera semana catastrófica", dicen los empresarios de chárter.

Tampoco el transporte por tierra está para tirar cohetes. Cuentan que la desaparición del cliente ruso está haciendo pupa, y ha habido menos excursiones que otros años. Tienen como rival además la tecnología: "Cada vez más gente alquila coches y usa los dispositivos móviles para guiarse por su cuenta"", explica Rafael Roig, el presidente de la patronal de transporte turístico. ¿Acierta en su diagnóstico? ¿Se alquilan más coches? Pues según a la empresa que pregunten, pero en general están contentos, aunque aferrados al latiguillo de que "hay demasiada competencia y está hundiendo la rentabilidad".

La fiesta baja el ritmo

Con lo que la fiesta va por barrios. ¿Y cómo le va a la fiesta en sí? Pues en la asociación que agrupa a las salas de fiesta tampoco están muy contentos. Aseguran que ha sido un año "raro". "Ha habido empresarios a los que les ha ido bien, otros que mal, y alguno que regular. Un verano en ingresos parecido al pasado en Mallorca, aunque en Eivissa ha sido histórico", explica el líder patronal, Jesús Sánchez, que recuerda un hecho que en su día fue noticia de impacto: la discoteca Riu Palace cerró a mediados de julio en Platja de Palma, oficialmente por falta de clientes (seguro que nada que ver con los líos de mafias y ángeles infernales de la zona). Con lo que el adjetivo "raro" le va como anillo al dedo al verano de las fiestas discotequeras, afectadas por las cada vez más frecuentes juergas playeras que les hacen la competencia (desleal, dicen). Los de las fiestas están pues de chill out: no están mal, pero tampoco viven en el desenfreno de épocas doradas que parece que solo en Eivissa volverán.

¿Y el comercio? Cada año se quejan de que no les llega el turismo a los bolsillos. ¿Repiten queja? No, ni mucho menos. Esta vez los máximos de facturación de la isla que documentan fuentes oficiales, y los datos de BBVA que dicen que Mallorca funde tarjeta de crédito como casi ningún otro destino en verano, coinciden con la visión de un comercio que reconoce "un aumento del consumo, que crece poco a poco, pero crece", reconoce Pau Bellinfante, el presidente de la federación que agrupa a todas las asociaciones de comerciantes. Que son bien distintas. Unas están contentas porque se dedican al comercio turística. Otras porque venden junto a un centro de Palma atestado como nunca. Y las que no hacen ni una cosa ni la otra, esperan que un año de más ingresos y más trabajo acabe reflejándose en las compras de invierno de los propios mallorquines. "Ahí veremos si de verdad ha ido bien el verano", augura Bellinfante, consciente de que la precariedad laboral afecta al consumo. Y precariedad hay a manta.