Jaume Matas, que el año que viene cumplirá 60 años, tiene -ya se ha dicho- un futuro procesal negro y muy largo. Nadie sabe de qué trabaja ahora el expresident del Govern del PP, pero la jubilación le cogerá con causas penales abiertas.
La semana que viene el exministro de Medio Ambiente tendrá que comparecer de nuevo ante el juez Castro, en esta ocasión por el caso Son Espases. Con la de magistrados que hay en Palma y el azar siempre tiene que emparejar a los dos personajes: el bien y el mal cabalgan otra vez juntos.
Matas ha tenido mala suerte con la prórroga de dos años que el PP ha concedido a Castro, que no se jubilará a los 70, sino que seguirá persiguiendo al primero dos añitos más, hasta diciembre del 2017, Dios mediante.
En 24 meses largos Castro, que ya se sabe de memoria todos los vericuetos del complejo sumario de Son Espases, tiene tiempo para endosar a Matas varias acusaciones más por corrupción.
El expresident del PP de Balears lleva cinco años tirando balones fuera cada vez que un juez o un periodista le preguntan por su responsabilidad en asuntos tan turbios como el velódromo, que pasó de los 48 millones de presupuesto a los 110 de coste real, o en los llamativos amaños consecutivos del concurso para adjudicar las obras y explotación del hospital público de referencia.
Tanto en el Palma Arena como en Son Espases, pasando por los foros organizados por Nóos, Matas siempre ha dicho lo mismo: tomé las decisiones políticas porque era bueno para Balears y otros se ocuparon de la letra pequeña.
Matas está citado para el día 16 y volverá a desentenderse de uno de sus grandes proyectos.
