Haga frío o calor, los yayoflautas de Palma se reúnen cada jueves en la Plaza de España en protesta contra los recortes indiscriminados. Después de 180 semanas de lucha, su entusiasmo continúa patente. "Yo he votado toda mi vida a partidos de derechas", cuenta Biel Huguet, "hasta que me despidieron por un ERE en Telefónica -llevaba toda la vida trabajando ahí- y decidí ser voluntario". Los recortes y la "mala gestión de los políticos" le han llevado al extremismo de la izquierda, siendo hoy en día el dirigente que organiza los encuentros semanales.

No son amigos, simplemente compañeros de viaje. Se trata de un colectivo de diez personas muy heterogéneo que solo coinciden en una cosa: la lucha social. Los otros temas son tabú porque las discusiones son fuertes. Camareros, marineros, electricistas, fontaneros... con edades distintas -todos superan los 50 años- protestan cada semana sin obtener respuesta. "Hace poco la Delegación del Govern nos dijo que como éramos menos de veinte personas deberíamos dejar esto ya", explica Huguet, quien confiesa que esas palabras le dieron más ganas para seguir adelante.

La iniciativa surgió como algo espontáneo. Una pequeña idea que lleva en funcionamiento más de tres años de protestas. ¿Por qué tanta insistencia? Creen que el bipartidismo que hay en España es muy negativo para la sociedad, y según explican, luchan para que sus hijos y nietos tengan los mismos derechos que ellos han gozado. Unas protestas que solo cuentan con el respaldo de ellos mismos. "Mi mujer siempre me dice: '¡No sé que vamos a hacer contigo!'", confiesa Domingo Morales, otro de los veteranos de estos encuentros. "Ha pasado mucha gente por ahí", apunta. Gente que ha ido a algunas protestas, pero viendo que no reciben respuesta, "han tirado la toalla". A los veteranos, en cambio, esa falta de respuesta les da más fuerza para seguir adelante.

"Lo cierto es que nunca pensé que esto fuera tan difícil", cuenta Huguet, quien lleva más de cuatro años sin disfrutar de unas vacaciones. Trabaja como voluntario desde que cumplió 65 años y cree que "no hacer nada es la respuesta más cobarde que los políticos quieren que tenga la población". Con una pensión "bastante buena", el jubilado no lucha por él, sino para cambiar el sistema. Por ello, "esta lucha no acabará hasta que las cosas cambien, hasta que tengamos un sistema en condiciones donde no haya precariedad laboral ni favoritismos políticos". Así, cada tres semanas debe informar al Govern de su protesta semanal. "Y lo seguiré haciendo por mucho tiempo", concluye.

No todos son sindicalistas, simplemente son personas mayores que "dedican su vida a ayudar a los demás". Chema Ramos, de 52 años, comenzó con las protestas con 22 años. Según cuenta, su padre murió porque no le administraron los medicamentos pertinentes y eso le hizo salir a las calles a luchar por un cambio en el sistema. "En esos momentos me di cuenta de que las cosas debían cambiar y que yo debía hacer algo", explica Ramos. Con acento gallego, hace varios años que este marinero reside en Mallorca y está en paro.

Cada uno de los componentes del grupo de jubilados tiene una historia diferente. Revolucionarios desde su juventud, o por la decepción con el sistema, lo cierto es que este grupo protesta por un mismo objetivo: el cambio en la política, ahora mismo, compuesto por diez o doce personas. "Y aunque muchos creen que esto no va a llegar a nada, aquí seguimos, no nos rendimos después de tres años y medio", concluye Huguet.