Asoman antes de lo previsto unas incipientes 'craquelures', crujidos en el lienzo del Pacto III que definirán la legislatura. La ponderación obliga a precisar que, con la exigencia de capacidad y probidad hacia los nombramientos de izquierdas, se hubiera tenido que disolver mensualmente los mediocres Governs de Bauzá y Gómez. El PP no puede criticar al Pacto sin agregar que censura por propia y triste experiencia.
Con el debate ya contrapesado, el desbordamiento por fin de la paciencia de Podemos obliga a enumerar los tres vicios de partida, que jamás debió visar. Por orden de aparición, la conselleria matrimonial de Sanidad, la elevación de Antich/Bauzá al Senado y la designación de Juan Gual como presidente de la Autoridad Portuaria. Esta tripleta, que hubiera firmado el PP y así lo hizo, persuadió al PSOE de que disfrutaba de barra libre.
Con retraso, los radicales de Podemos acometen enfurruñados la misión de preservar la cordura frente a la barbarie socialista. Fernández Terrés es un mirlo blanco por comparación con el candidato portuario de Francina Armengol. Sería triste que el menorquín hubiera sido elegido como escarmiento por su nulo valor de cambio.
Jarabo se irrita específicamente cuando se le recuerda que la parte fundamental a vigilar en todo pacto con el PSOE es la espalda. A modo de desagravio, cabe reconocer la elegancia del líder de Podemos al recoger los balones del fondo de la meta, después de los sucesivos goles que le están marcando los socialistas. Podemos encaja como nadie.
