Darle la vuelta en dos meses de trabajo intensivo a las malas rutinas. Interiorizar nuevos hábitos. Aprender a concentrarse. Valorar el esfuerzo. Y lo más importante: recuperar la motivación.

Ése es el objetivo que tiene el centro de estudios de verano Almudaina, que este año se instala por primera vez en la Porciúncula. Al pensar que llegan alumnos con hasta siete asignaturas suspendidas, el objetivo puede parecer ambicioso o utópico, pero el director de este internado estival, Joan Torrens, explica que no solo consiguen que los alumnos recuperen las materias suspendidas sino que les cambian el chip frente a las clases, sientan unas nuevas bases definitivas. Cambian su rumbo escolar: del fracaso al éxito.

¿Cómo? Según Torrens, la clave está en que tienen claro que no pueden seguir con la misma metodología que en clase: "Estos alumnos han estado ocho meses asistiendo a clase, se supone con buenos profesores, con libros de texto y el material necesario y, curiosamente, muchos de ellos con profesor particular, y sin embargo, han fracasado", narra: "Todo indica que no necesitan 'más de lo mismo' y no bastan unas horitas en una academia; necesitan hacer un cambio importante".

La idea es potenciar la constancia en el esfuerzo, la concentración y atención y adquirir un método de estudio eficaz. Para lograrlo, la rutina es exigente: durante los meses de julio y agosto los chavales van a clase de nueve a una y de tres de la tarde a siete. Los que se quedan internos (a partir de Secundaria) dedican después de la cena tres horas al estudio, hasta la medianoche. Los sábados hay exámenes y los padres acuden al centro a hablar con los profesores. Los alumnos que no han llegado a los objetivos no pueden salir el fin de semana.

Adolescentes encerrados durante el verano en un aula... ¿no hay problemas de disciplina? Torrens asegura que los chavales se lo pasan bien, que pueden usar las instalaciones deportivas y la piscina y que además, aunque al principio quizás sea difícil -hay algunos que no lo llevan bien lo de estar sentados durante más de una hora- según ven que están progresando sienten como "una especie de subidón". Asegura que muchas chicas acaban el verano entre lágrimas y explica una anécdota que se repite cada año en todas las evaluaciones que hacen a final de curso: "Todos lo recomendarían y ninguno nos baja la nota de excelente, pero todos dicen 'no' cuando les preguntamos si les gustaría volver".

Cada año se matriculan un centenar de alumnos, que cursan desde quinto de Primaria hasta Bachillerato. Los bachilleres representan el grupo más numeroso y motivado y obtienen un porcentaje de éxito (recuperan todo lo suspendido) del 90%. En ESO, el porcentaje de alumnos que después recuperan todo es del 80%.

Torrens Vanrell es maestro y licenciado en Pedagogía y en Psicología y rechaza esa idea de que haya jóvenes que no sirvan para estudiar: "Con buena preparación, estímulos, motivación... todos serán capaces de llegar a la media o incluso superarla". Eso es lo que le dicen a los padres que acuden a informarse, algunas "desesperadas" ya que, según describe Torrens, se sienten impotentes, han perdido la esperanza y además han visto como los reproches y los castigos no solo no funcionan sino que encima hacen que los vínculos familiares se resientan.

Los mismos problemas

¿Ha cambiado el perfil del alumnado en estos años? Torrens ha detectado más problemas de concentración y de atención, pero en general cree que los problemas no han variado. Señala un dato curioso: cada año tienen uno o dos estudiantes superdotados, que suspenden porque en clase se aburren. Cree que el sistema educativo no sabe dar respuesta a esos alumnos, y tampoco a ese gran porcentaje que no llega a la media pese a tener exactamente la misma capacidad para aprender que los otros.

Torrens y su socio, Antoni Ribot (director de varios colegios del Obispado), fundaron este centro en 1987 cuando no existía nada similar. Los cuatro primeros años se instalaron en un hotel en Portals Nous, para luego trasladarse al edificio de El Seminario. Tras 23 años allí, este curso se han mudado a La Porciúncula (alquilan la parte residencial y las instalaciones del colegio a los franciscanos) atraídos por unas habitaciones más modernas y una mejor infraestructura deportiva.

Para Torrens, la parte más gratificante es ver, al cabo de los años, que algunos de sus ex alumnos son médicos, arquitectos, ingenieros, abogados, economistas... En definitiva, "profesionales a los que la experiencia de dos meses en nuestro centro les cambió la vida".