­Un año más, sa Feixina, el paseo Sagrera, plaza Drassanes, la calle del Consolat, Antoni Maura y el Born se convertieron en toda una exhibición tradicional y cultural. En un mismo recorrido los visitantes pudieron disfrutar de la artesanía de antaño, degustar los productos locales y descubrir las delicias que ofrecen las Comunidades a través de las casas regionales. El mercado tradicional es uno de los actos más esperados. El publicó llenó durante toda la jornada de ayer el recinto, pero los comerciantes se quejaron de que solo miraban. Pocos iban dispuestos a comprar.

La muestra contó con más de 180 paradas, de las cuales más de un centenar estaban dedicadas a actividades propias de las islas. Los vendedores estaban ataviados con los trajes folclóricos de las islas. Esta indumentaria contrastaba con la estética árabe de las paradas montadas por el Govern. Un año más destacó el mercado marinero instalado en el plaza Drassanes. Un imponente llaüt perfectamente restaurado presidía la muestra marina. Se podía degustar tapas con diferentes variedades de pescado.

Los residentes se animaron a visitar durante la jornada la muestra tradicional. El son de las xeremies le dio el tono festivo. Los puestos con comida eran los más concurridos y los que realizaron un poco de negocio. El resto, tal y como explicó María de un puesto de artesanía: "la gente mira y observa, pero muy pocos compran".

Se pudieron ver escaparates de todo tipo de artesanía, como es el caso de cerámica, telas autóctonas o zapatos tradicionales. En el caso de la gastronomía se pudieron ver todo tipo de dulces elaborados con las recetas isleñas. La sobrasada también tuvo su protagonismo.

La exhibición cultural de esta muestra no se limitaba a la tradición balear si no que también cruzó el charco a través de las casas regionales. Sidra, pinchos, morcilla, quesos, jamón... La gastronomía española hizo las delicias de los comensales. Asimismo, la muestra de la cerveza atrajo a mucho público.