Roser Salavert. Investigadora ‘de campo’ de un proyecto de la Universidad de Fordham sobre cómo mejorar las escuelas en Nueva York. Experta en gestión educativa, esta catalana ha sido durante varios años responsable del distrito escolar 3 de Nueva York, entre otras cosas. Ahora, visita los colegios para ver qué funciona y qué no y proponer estrategias de mejora. Habló ayer en Palma sobre el liderazgo para el aprendizaje, invitada por Illes per un Pacte.

—¿Qué es el liderazgo para el aprendizaje?

—Es una manera de pensar que entiende que el objetivo de la educación es que el niño aprenda y a partir de ahí se han creado teorías, metodologías... Todo gira en torno al objetivo final. Has de buscar el liderazgo del niño. Queremos que el alumno sea capaz de entender qué aprende y porqué, que sea responsable, tenga hábitos de estudio, que sepa que no todo es memorizar... Lo primero es hacer consciente al niño de cuál es el objetivo final, que sepa cuál es la meta. Y para que llegue, darle herramientas. Así le das liderazgo, o como lo quieras llamar. Es el aprendizaje en cuanto a resultados, en base a lo que queremos del niño y de cómo queremos la escuela. Es como el maestro que enseña al aprendiz cómo se hace una escultura. Lo primero que hace es enseñarle una figura y decirle: "Ahora haremos una igual. Primero, coge la espátula".

—Habla de resultados, ¿cómo encajan en este plan los valores, el crecimiento como persona...?

—Eso es parte también de los resultados. Los resultados no son las notas de los exámenes. El resultado final es ser capaz de aprender para la vida. Desde pequeños se les hace responsable de todo eso diciéndoles por ejemplo: "Hoy cuando acabe de explicar la lección, tu tendrás que explicársela a tu compañero". El proceso de desarrollo emocional y social es intrínseco a aprender.

—El liderazgo se suele asociar con el director, pero usted se ha referido al niño.

—El director también ha de ser líder, y los maestros. Si quieres que el niño aprenda mucho te has de asegurar de que el maestro sea el mejor. Y por eso queremos que los maestros se consideren líderes de cierta manera, fomentar la independencia y la autonomía para hacer cosas un poco diferentes. El maestro sabe que al final de curso hay una serie de competencias que han de tener los niños. Tiene claro el objetivo final, cómo lo haga nos importa menos. Se les ha de dar formación profesional para fomentar su liderazgo.

—¿Cuál es el papel del director?

—Necesitas un director que tiene una autoridad no porque pone su nombre en la puerta del despacho sino porque cree en el proyecto, lo entiende y quiere crear las condiciones para que la gente se forme, aprenda e investigue.

—Entonces, todos son líderes.

—Esa es la idea. Lo engloba todo.

—He leído justo hoy una crítica que asocia esta teoría al discurso neoliberal y la visión empresarial de la educación, ¿a qué cree que responde esta idea?

—La palabra liderazgo igual la han visto siempre asociada a un líder autoritario, antidemócrata. Pero el diccionario recoge exactamente el concepto del maestro aprendiz. Todos aprendemos si tenemos alguien que nos ayude. Enseñar hoy no es solo la transmisión de conocimiento. Ya no funciona que el profesor hable y hable, los niños reciban y al final haya una evaluación final. Hoy la evaluación es para el aprendizaje, hay que comprobar que las cosas están funcionado. Y es algo normal. Los cocineros prueban para ver si le falta sal.

—En España hay tendencia a rechazar la evaluación. ¿En EEUU está mucho más instaurada?

—Hay distintas, como la comprobación en un momento dado de que están entendiendo las cosas o la evaluación para el aprendizaje. Necesitamos evaluaciones externas para tener una medida. Y no solo al final. El progreso se va midiendo.

—¿También incluye la evaluación del profesorado?

—Hacemos lo mismo. El profesor no ha de tener miedo de la evaluación. En EEUU hay sindicatos, que son muy buenos y necesarios, y hay un entendimiento sobre este tema. Están de acuerdo con el aprender a aprender, allí todo el mundo lo tiene muy claro. Antes parecía que cuánto más difícil fuera el profesor dando su asignatura, mejor profesor era. Eso parecía la forma de medir su calidad. Hoy necesitamos un profesor que sea un gran experto, pero que sepa desarrollar el espíritu crítico del alumno. Ahora vas a Google y encuentras toda la información, necesitamos otro tipo de enseñanza. Estamos en la sociedad del conocimiento, de la información, de la tecnología... y estos son los elementos que te has de asegurar de que los niños aprenden. La enseñanza de antes estaba ligada al modelo industrial, de trabajo en cadena, y llega el conflicto cuando tenemos un sistema de enseñanza que no responde a las necesidades del mundo de hoy. El aprendizaje por memorización no necesariamente garantiza, por ejemplo, que el niño aprenda a ser responsable. Los conocimientos siguen siendo importantes, pero también es importante el maestro que trata que el aprendiz sea independiente.

—¿La LOMCE da pasos en esta dirección o es un retroceso? Lo digo porque insiste en conceptos como la evaluación a los alumnos.

—Por lo que he leído la LOMCE incluye reválidas, una evaluación final que no mide la progresión. Si solo hay memorización no vamos a ningún lado, no preparas a un niño para razón.

—¿Cómo gestiona Nueva York la diversidad en el aula?

—Yo trabajo en escuelas con muchos niños inmigrantes recién llegados. Y el principio es el mismo para todos: tienes un niño que, hable lo que hable, puede aprender. Y has de decirle a final de curso has de llegar hasta aquí y a partir de aquí marcas un camino, que puede ser diferente al de los otros.

—Para hacer ese camino personalizado, ¿no hacen falta muchos recursos?

—Es una cuestión de estrategia. Hay mucha investigación sobre el tema. Y yo lo he aplicado. Por ejemplo, le dices al profesor que seleccione a un grupo de cinco niños en su cabeza: tres del grupo promedio de alumnos que ´va haciendo´ pero que si no les prestan atención se van desvinculando, dos del grupo a los que les cuesta mucho, y dos de los que van muy bien. Y al plantear la lección, has de pensar que solo se la vas a dar a estos cinco. Los maestros no pueden trabajar como antes, pero si les ayudamos y les damos estrategias se puede hacer. A todos se les enseña lo mismo, el objetivo es el mismo para todos, pero si uno a final de curso ha de demostrar que ha entendido un concepto a base de leer un libro; los que van mejor lo han de demostrar con tres libros. Los profesores ven que esto es razonable, se puede hacer y da resultados.

—Según PISA España tiene buenos indicadores en equidad, pero un gran grupo mediocre que baja los resultados generales. ¿Su estrategia demuestra que la equidad es compatible con la excelencia?

—Claro, aunque no es de un día para otro. La escuela tradicional es conformista, porque renuncia y acaba centrándose en un solo grupo de alumnos. En la conferencia presento unos datos de la OCDE muy interesantes, de este septiembre, que demuestran que España es de las que más invierte en Educación Infantil y que los alumnos españoles son los terceros que más horas de clase reciben: van a clase desde muy pequeños y van muchas horas. Pero luego miras el grado de impacto, el nivel de competencias básicas alcanzado en Secundaria, y España es el antepenúltimo país de la lista. ¿Qué es lo que falla? Falta rigor, exigencia y calidad. Mucho esfuerzo y poco impacto: eso sucede cuándo no sabes adónde vas. No es tanto cuestión de recursos.

—Mencionó la necesidad de tener al mejor profesor. ¿Cómo distinguirlo?

—Es el que está abierto a aprender para la vida. No tiene porqué ser el que más sabe de TIC. No es necesariamente eso. Es la gente que está abierta, quiere aprender, y se mueve.