Las relaciones prematrimoniales, el matrimonio homosexual, los divorciados... El Papa Francisco ha abierto la puerta a que la Iglesia católica afronte con una nueva visión estas y otras cuestiones altamente espinosas para la institución. Con el sínodo episcopal extraordinario dedicado a Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización, celebrado en Roma del 5 al 19 de octubre, se ha iniciado un debate a fondo sobre materias controvertidas a instancias del Pontífice. En él ya se han vislumbrado las discrepancias entre los sectores más progresistas y los más conservadores del episcopado, que constituye el grueso de los participantes.

Desde el colegio Monti-sion de Palma, en el que reside, el jesuita mallorquín Norberto Alcover ha seguido con sumo interés el desarrollo de este sínodo, cuyas conclusiones todavía tardarán dos años en ser públicas. El Obispado de Mallorca le considera la voz mejor autorizada para analizar qué repercusión para los católicos practicantes pueden llegar a tener las respuestas sinodales respecto a las materias estudiadas. "Me parece que va a empezar un camino nuevo", se muestra convencido y esperanzado este sacerdote.

"Contemplando los signos de los tiempos y teniendo en cuenta su propia experiencia pastoral -Francisco no es un teórico de despacho-, la intención del Papa ha sido llevar a cabo un 'pequeño concilio' para un gran reto: '¿En este momento, que necesita la Iglesia?'". Ante todo, Alcover subraya que estamos en una fase muy incipiente: "Este primer sínodo ha sido extraordinario; en el 2015 habrá el ordinario, y en el 2016 conoceremos las conclusiones sinodales y los puntos de vista definitivos de los miembros del sínodo. De ahí saldrá el texto sinodal, que se complementará posiblemente con un documento papal", vaticina.

Norberto Alcover quiere "pensar que este sínodo tendrá consecuencias pastorales válidas, eficaces... Si no sería una inutilidad", se sincera. Con todo, "lo que ya es irrenunciable es que se está produciendo un cambio de actitud" en el seno de la Iglesia. "En lugar de jugar a la defensiva frente a muchas cuestiones familiares, la Iglesia del Papa Francisco creo que ha entrado en una dinámica de diálogo", se felicita. "La gran conquista de este sínodo es que el Papa ha introducido en la Iglesia odres nuevos para que el vino nuevo de la sociedad entre bien", remacha.

Cinco cuestiones capitales

En un reciente artículo en este diario, el jesuita enumeraba las cinco cuestiones clave en la asamblea romana: "La comunión de los divorciados y vueltos a casar. Las uniones homosexuales, cada día en aumento; son muchos los gays que desearían verse asumidos por la Iglesia con plena aceptación. En tercer lugar, los métodos anticonceptivos en sus varias modalidades -es el ámbito en que la distancia entre Iglesia estructural y feligresía es más amplia-. Cuarto, las relaciones prematrimoniales, y finalmente, la consecuencia de lo anterior y de otras muchas cosas: la deficiente trasmisión de la fe en muchas familias que se han alejado de la Iglesia en razón de mandatos que no comparten o que no aceptan en conciencia", escribía Norberto Alcover. "Vamos a intentar que aquellas personas que no cumplen la 'legalidad' de la Iglesia puedan participar de los sacramentos de la Iglesia", resume el jesuita el desafío planteado por Francisco. "¿En qué acabará todo esto? ¿hasta dónde llegará esta mayor comprensión, aceptación...? Bueno, tenemos más de dos años por delante antes de conocerlo", pide paciencia este religioso, para quien lo más importante es que "los referentes están moviéndose; me parece que va introduciéndose por fin la herencia del Concilio Vaticano II", celebra.

El dogma no peligra

El jesuita se confiesa fiel seguidor de la máxima que reza "el último lugar de encuentro con Dios es la conciencia". Todo este debate sinodal y su futura aplicación "no elimina el cuerpo dogmático, en absoluto", se apresura a señalar el sacerdote, "pero matiza mucho la forma de relacionarse con Dios". Pese a tratarse de materias sensibles que generan opiniones encontradas entre los llamados padres sinodales, Alcover no se muestra preocupado: "Los adversarios de esta visión más aperturista dentro de la Iglesia siempre censuran que este tipo de cuestiones pueden golpear el dogma. Estoy convencido de que mis compañeros teólogos sabrán cómo conjugar la permanencia de los contenidos dogmáticos con su aplicación histórica. El dogma nunca se debilita si se le pone en contacto con la Historia".

Para Norberto Alcover, "todo texto pide su adecuación; estamos en el siglo XXI y tenemos que hacer accesible el dogma no solo con sus contenidos, sino en su práctica", reflexiona. El jesuita rehuye caer en la frivolidad: "El tema de los divorciados, por ejemplo, tiene detrás siglos de reflexión teológica, y así lo vive el católico medio. No estamos hablando de cosas para decidir tomando café, sino todo lo contrario, el Papa nos ha pedido un debate profundo, y además ha animado muchísimo a que todo el mundo diga lo que piensa, sin cortapisas".

Por ello Alcover cita el "conflicto serio" habido durante el sínodo extraordinario "entre los 'kasperianos' y los 'mullerianos', y que es lo que precisamente quería Francisco". Alude a las posturas opuestas representadas por el cardenal alemán Walter Kasper, considerado progresista y cercano al Papa -"todo pecado puede ser absuelto, todo pecado puede ser perdonado. También el divorcio", dixit-, y el cardenal Gerhard Muller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe ("probablemente la segunda autoridad vaticana", apunta Alcover), y que ya ha publicado un libro muy crítico con el acercamiento de Francisco a los divorciados y 'pecadores' en general.

Escaso debate diocesano

"El Papa nos invita a opinar sobre estas cuestiones, con total libertad, poniendo toda la carne en el asador. Yo pediría en este momento compromiso, transparencia y sensatez, pero que la gente participe; es un buen momento para posicionarnos", emplaza Alcover. "Creo que es bueno que mientras debaten los obispos lo haga también el pueblo de Dios", subraya.

"Para mí, que se esté debatiendo en la Iglesia me parece una maravilla", insiste el jesuita, quien echa muy en falta que se sume a ello vivamente la diócesis de Mallorca: "No conozco quizás todavía a la Iglesia mallorquina", admite Alcover, que ha desarrollado la mayor parte de su misión en la Universidad madrileña de Comillas, pero "que nadie tenga manía en decir lo que piensa", anima. "También espero que digan algo los más angustiados por lo que pueda suceder. Yo no lo estoy, cada noche doy gracias a Dios por lo que está sucediendo", afirma con media sonrisa.