Resulta curioso que sea la primera frase de un debate trufado de ideas y análisis de calado la que quizá con más claridad resuma la confluencia en una misma mesa de tres embajadores para hablar de este mundo al que se le abren las costuras. Pero así se le antoja al cronista, que la lleva al título, tras escuchar tres visiones de la actualidad divergentes en el detalle pero unánimes en un diagnóstico: son precisos muchos cambios para sacar a España, a Europa y al conjunto del planeta de una crisis que probablemente es de naturaleza sistémica. A ello apuntaban, convocados por Torre de Canyamel, Jorge Dezcallar, José Luis Dicenta y Fernando Schwartz, diplomáticos e intelectuales que, ante el centenar de personas presentes en la sala de conferencias del Hotel Convent de la Missió, desgranaron una situación actual pintada en negro.

Abría fuego Dezcallar, autor de la primera frase sintética que da título a estas líneas. El que fuera embajador en Estados Unidos analizaba la historia de los últimos dos siglos para advertir de que los ciclos históricos son cada vez más cortos y el mundo empieza a deslizarse acelerado hacia un cambio de consecuencias difíciles de prever. "El mundo es hoy un castillo de naipes que se está derrumbando. Estamos ante un fin o principio de ciclo. Ante un mundo marcado por el vacío de poder, en el que las reglas se discuten. Son tiempos de aceleración histórica, todo pasa deprisa y no estamos analizando con claridad", decía, antes de llevarse la contraria y hacer un análisis claro y preclaro, asentado en ideas como los errores de Europa en su camino hacia la integración, la retirada de Estados Unidos del centro del escenario mundial, la emergencia de China y el mundo oriental y la obligación de afrontar nuevas exigencias con cara de amenaza, como el crecimiento demográfico y las necesidades de alimentos, agua y energía que genera. "Estamos llegando al fin del dominio occidental. En nuestro futuro creo que nos vamos a tener que acercar más a EE UU y a América Latina".

Tres escenarios para el futuro

Hablaba Dezcallar además de los escenarios que podrían caracterizar el nuevo orden mundial. "Si todo va bien habrá un tránsito ordenado, con las instituciones internacionales a los mandos, negociando con países emergentes para repartir mejor la tarta. Eso es lo inteligente, que no es necesariamente lo más factible. La segunda alternativa es el multipolarismo: las reglas se mantienen pero habría competencia entre estados y bloques de estados. Creo que es el escenario más probable, al que apunta el avance chino o lo que está haciendo Rusia [en referencia a movimientos expansionistas como el de Ucrania].Hay un tercer escenario, que surgiría de una catástrofe, como que el proceso de integración europea fracasara o hubiera una guerra en Rusia: entraríamos en un mundo hobbesiano, catastrófico, todos contra todos".

Mundo "obsceno" y neoliberal

Tomaba el relevo José Luis Dicenta, que desplaza el debate de la lucha de culturas, naciones y hemisferios a la lucha de clases. A la "obscenidad" de un mundo desigual en el que los ricos son cada vez más ricos, mientras los intereses privados del poder económico y financiero relegan al poder político, justo cuando los ciudadanos reclaman la democracia para sí. "Una buena parte de la actual realidad es obscena. ¿Cómo no va a serlo, en un mundo en el que el hambre afecta a mil millones de seres humanos, algo que se solucionaría con 30.000 millones de dólares al año? Ese mundo mueve más de 17 trillones de dólares al año en sus mercados financieros, suficiente para garantizar 600 años sin hambre. ¿Es obsceno? Claro, e insolidario y hay que hacer algo", ejemplificaba Dicenta, muy crítico con una teoría económica que ha salido de la crisis que originó en 2008 más fuerte de lo que nunca fue, el neoliberalismo. "Es hijo directo de las teoría neoclásicas, así que seguimos usando teorías económicas del siglo XIX para hacer frente al siglo XXI. El neoliberalismo es un complejo doctrinal dogmático, simplista y fanático, que no acepta sus errores. Está basado en una mitología, cuyos principios básicos son la desregularización como utopía del desarrollo, o la creencia de que a mayor globalización más empleo. Veanse los resultados. El capital no está hecho para producir, sino para acumular. Estos últimos años ha habido una gigantesca transferencia del sector productivo al sector acumulativo y especulativo, un sector que no produce ni bienes ni empleos. El capitalismo ha producido un crecimiento horrorosamente desigual, aumentando la influencia de los grupos más ricos sobre instituciones políticas que aplican políticas financieras y económicas favorables a esos grupos. Se pone el acento en la eficiencia y no en los derechos sociales", cargaba, muy crítico con la reacción europea a esta situación, que ilustraba con la reacción del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, hace dos años: "Dijo que iba a acabar con la crisis con una frase: ´Haré lo que sea preciso para salvar el euro´, que era como admitir que había permitido que los estados y sus ciudadanos sufrieran intereses financieros enormes sin hacer nada. Le aplaudieron".

La España corrompida

Fernando Schwartz, embajador, escritor y periodista, ponía el foco en España y en la confluencia de crisis que se ha apoderado de la vida pública. "La gente cree que España está corrompida. ¿Cómo no lo va a creer en un país con 17.000 aforados?", subrayaba, recordando que "se están politizando entidades que no deberían ser políticas, como la Justicia o TVE". "El sistema electoral está mal, la organización del Estado está tremendamente mal, la forma de organización de los partidos está mal", sintetizaba, antes de cargar contra Podemos, al que achaca la idea de que "debemos abandonar los partidos y quedarnos en manos de Podemos, y sus vagas líneas programáticas. Aunque a lo mejor la amenaza de Podemos sirve para cambiar el sistema desde dentro, pero hay que hacerlo desde los partidos". Incidía así en la idea que sugería como solución para este castillo de naipes que se derrumba: "La vida política exige de todos nosotros una visión de futuro sensata, decidida a cambiar lo que va mal". Así que hay solución, aunque a los conferenciantes se les veía poco convencidos de que nuestros pasos se dirijan a ella.