Ismael Moreno, juez de la Audiencia Nacional, archivó el lunes la investigación sobre los vuelos de la CIA dedicados a raptar a terroristas y probos ciudadanos, encerrarlos en cárceles secretas y torturarlos para sonsacarles información. Diario de Mallorca desveló en 2005 con lujo de detalles y fotos que estos aviones del terror hacían escala en Palma y en otros aeropuertos españoles. Sus tripulantes se hospedaban con lujo asiático en el Marriot Son Antem y en el Victoria. Reponían fuerzas bebiendo vinos caros y jugando al golf antes de emprender un nuevo vuelo de la infamia con aterrizaje y despegue en Son Sant Joan. Entre sus víctimas estuvo Khaled el Masri, un ciudadano alemán que cometió el terrible delito de tener un nombre muy parecido al de un presunto miembro de Al Qaeda. Los jueces españoles abrieron una investigación después de que este periódico publicara información esencial y de que un grupo de abogados presentara una denuncia. Matías Vallés, Marisa Goñi y Felipe Armendáriz ganaron el premio Ortega y Gasset de periodismo gracias a sus investigaciones sobre los vuelos de la CIA.

El juez Moreno considera acreditado que el vuelo de la CIA que participó en el secuestro de el Masri hizo escala en Palma, pero no ha conseguido identificar a quienes viajaban en el avión. Curioso. Es cierto que prácticamente todos los tripulantes, lo dijo Diario de Mallorca, usaron identidades tan falsas como Rick Deckard, el Harrison Ford de Blade Runner, o alteraron ligeramente sus nombres auténticos para despistar a los buscadores en internet. Sin embargo, algunos de ellos dejaron fotocopia de su pasaporte real y otros fueron localizados en su casa por una televisión alemana a partir de datos aportados por este periódico.

El resultado de las investigaciones de la Audiencia Nacional es que los autores de flagrantes delitos cometidos en nombre de un Estado y de la seguridad mundial se quedan sin castigo. La Justicia se muestra impotente para perseguir una injusticia. Los jueces son incapaces de poner freno a los desmanes de los poderosos. Los tribunales, una vez más, fracasan cuando miran hacia las alturas. No es la primera vez ni será la última. Ocurre en todos los niveles. Un Estado pequeño no tiene nada que hacer frente a una gran potencia. Un ciudadano fracasa ante una multinacional. La verdad se estrella ante un político que se encuentra el cénit de su poder.

Existen numerosos ejemplos para probarlo. Ningún juez fue capaz de meter en vereda a Jordi Pujol mientras desde la presidencia de la Generalitat y de CiU apoyaba gobiernos socialistas o populares en Madrid. Ni el Supremo ni el Tribunal Superior de Justicia de Balears se atrevieron a interrogar a Jaume Matas por el fraude en el voto de los inmigrantes mientras era ministro de Aznar o president en Balears. Hubo que esperar a que perdiera las elecciones y encontrar a un magistrado y unos fiscales con ganas de trabajar más allá de lo que se reclama a un funcionario para que se le imputara, condenara y encarcelara. Más de un poderoso ha recibido una llamada de Hacienda para que regularizara una ilegalidad fiscal antes de que los jueces intervinieran y el defraudador corriera el riesgo de acabar con sus huesos en prisión. Algún partido mayoritario ha recibido aquí en Mallorca un aviso para que apartara a un alcalde sobre el que pesaba una investigación por corrupción. Los jueces han elaborado doctrinas ad hoc para una persona y la han modificado cuando un caso apuntaba hacia otra no adecuada.

Un Estado de primera línea mundial, un banquero o un político, cuando aún maneja los resortes del poder, tienen más posibilidades de salir bien librados de sus encontronazos con la Justicia que un delincuente de poca monta. Por impotencia, inanición o rectificación de los jueces, cuando no por las trabas de los poderes Ejecutivo y legislativo, es más difícil que un rico entre en la cárcel que un camello pase por el ojo de una aguja. Y en el caso de los vuelos de la CIA ha vuelto a cumplirse esta verdad casi bíblica.